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La nave de los locos / OPINIÓN

Ciudadanos, nuestro partido objeto

Foto: MARGA FERRER

Ciudadanos es el partido mimado por las encuestas. Si nos las creyésemos pensaríamos que el niño Albert está a las puertas de la Moncloa. Pero habrá que ser cautos. El PP, temeroso de perder, prepara munición contra el líder catalán. Habrá videos. La guerra será despiadada. Sin embargo, nada cambiará el sentido de nuestro voto: votaremos contra Rajoy, votaremos a Ciudadanos     

14/05/2018 - 

En el otoño de 2015 yo vivía en Madrid, ciudad a la que le debo muchas cosas, entre otras el haberme echado un cable cuando me estaba hundiendo. En la capital trabajaba de lunes a viernes, y los fines de semana paseaba por sus barrios e intentaba observar lo que había quedado de aquella ciudad en la que había vivido veinticinco años atrás, en mis tiempos de universitario. Aquel Madrid, el Madrid de finales de los ochenta, ya no existía. Había cambiado tanto como yo; para mí era un hallazgo de felicidad revivir aquellos años que fueron los mejores de mi vida.

Un domingo de octubre me subí al metro en Carabanchel y me dirigí a Argüelles, un barrio de clase media acomodada pero un tanto venido a menos, hoy lleno de bazares chinos. Era una mañana que invitaba a pasear, una mañana coronada por un sol que calentaba como si fuese primavera. Pasé por delante de la sede del PSOE —que va pareciéndose a un museo arqueológico— camino de Rosales. Mi propósito era visitar el templo de Debod, un edificio del antiguo Egipto que Nasser regaló a Franco en 1968. Lo construyeron donde estuvo el cuartel de la Montaña, de triste recuerdo en la guerra civil.

Cuando me acercaba al lugar me llamó la atención que decenas de personas compartían mi itinerario. Desconocía cuál era la razón pero no tardé en averiguarla. Todos iban a un mitin de Ciudadanos. Ganado por la curiosidad, me sumé al grupo y seguí sus pasos. Cuando llegamos a la explanada que hay enfrente del templo había  un orador interviniendo. Era un acto más bien minimalista, con escaso público (unos centenares de personas) y un decorado sobrio.

El grueso de asistentes eran jóvenes apuestos de 20 a 40 años, muy bien vestidos (advertí en algunos de ellos chaquetas de Gant y camisas de Hackett, qué elegancia) y sin cara de haberlo pasado mal en la vida. Si hubiera sido un acto del PP, hubiese tenido claro que venían de misa pero, al tratarse de Ciudadanos, tal afirmación no se sostenía porque la nueva derecha está lejos de ser catolicona. No faltaba quien llevaba la pulserita con los colores de la bandera nacional ni quien comenzó a corear, sin demasiado éxito: “Yo soy español, español, español…”. No estábamos en un ambiente pensado para Manolo el del Bombo. Aquello era un acto de gente fina. Allí estaban la niña Arrimadas, Begoña Villacís y el actor Toni Cantó, que acababa de llegar de UPyD. 

El niño Albert, que se estrenaba como líder nacional en Madrid, hizo lo que mejor sabe hacer: arremeter contra los dos viejos partidos, PP y PSOE, para postularse como la alternativa que necesitaba el país. No somos de los rojos ni de los azules, vino a decir. Eran la tercera España, que se vestía de color naranja. Iban de vírgenes porque aún no habían tocado poder.

En aquellas elecciones de diciembre sacaron 40 diputados, una cifra por debajo de sus expectativas. Peor les fue en junio del año siguiente, pero aun con menos parlamentarios se convirtieron en determinantes para que Rajoy pudiera formar gobierno. Entretanto, Ciudadanos cambió sus estatutos para evitar cualquier tentación socialdemócrata y se hizo liberal en pago a la ayuda recibida de la banca y las grandes empresas del Ibex. Fue creciendo con la llegada de advenedizos.

Encuestas prometedoras para el niño Albert

Ahora las encuestas —esas mentiras con apariencia científica— son prometedoras para el partido del niño Albert. Todas lo sitúan en el primer o segundo puesto si hubiera hoy elecciones generales. Esto hay que tomarlo con cautela. También decían lo mismo de Podemos, y ya veis en qué ha terminado, en ser el partido colista. En este tiempo enloquecido todo envejece demasiado deprisa, y lo que vale hoy no nos servirá mañana. En política sucede lo mismo. Por eso es arriesgado aventurar si Ciudadanos dará la campanada.

Ciudadanos es nuestro partido objeto, concebido para satisfacer las necesidades más básicas. La principal es ver de nuevo a Rajoy de registrador de la propiedad en Santa Pola  

Gente como yo hará lo que siempre ha hecho cuando llegan unas elecciones: votar a la contra, votar por exclusión. Votaré en contra de Rajoy descartando opciones peores como las del PSOE y Podemos. Ahora que afortunadamente no quedan mujeres objeto y algunos hombres luchan por serlo, nosotros hemos inventado el partido objeto. Ciudadanos es nuestro partido objeto, el partido para satisfacer las necesidades más básicas, la principal de las cuales es ver de nuevo a Rajoy de registrador de la propiedad en Santa Pola.

No nos interesa en absoluto la papilla liberal de Ciudadanos, que sabemos a quienes beneficia, ni podemos creer, aunque nos gustaría, en su programa regeneracionista. Tenemos una cierta edad y hemos leído lo suficiente como para saber que en España no hay regeneracionismo posible. Hay demasiados intereses creados como para que las cosas cambien. Ni siquiera los de abajo estarían por la labor. Mientras haya fútbol…

De Ciudadanos nos interesa, por encima de todo, su idea de España como una nación de ciudadanos libres e iguales. Nos gusta que la defiendan sin complejos frente a los nacionalistas rancios y reaccionarios, llámense PNV, PDeCat o Compromís. Con la excepción de UPyD, ningún partido ha enarbolado esa bandera. Pese a su retórica patriotera, los conservadores de Rajoy han abjurado de defender una idea de España que se asiente en la igualdad entre los ciudadanos y los territorios. Desde Aznar no han hecho otra cosa que pastelear con los nacionalistas.

Ese mismo PP estará dispuesto a todo con tal de impedir que un catalán alcance el poder en España, cosa que no sucede desde los tiempos de la I República. Es de temer que aparezcan videos del niño Albert o de algún alto dirigente del partido. No conviene olvidar que el Gobierno de Rajoy controla los servicios de inteligencia y a veces, sólo a veces, quienes los dirigen no siempre atienden al interés general.

Albert, amor, toma precauciones porque van a por ti.

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