ALICANTE. El pasado 14 de enero se cumplió el primer centenario de Rafael Azuar, el escritor que nació en Elche, creció en Monóvar, se inspiró en Salinas y desarrolló en Alicante el resto de su vida. Desde muy joven, empuñó la pluma para escribir novelas, ensayos, poesía, artículos de prensa e incluso libros de texto. Su profesión docente, como la de su padre, lo condujo por pequeños pueblos y lo cruzó con numerosos personajes campestres. Pura inspiración para una obra que, ambientada casi siempre en zonas rurales, lo convirtió en una figura destacada —aunque poco reconocida— del realismo social de los 50 y los 60.
De las novelas que Azuar publicó dentro de este género, cuatro han servido especialmente para conocer cómo era la sociedad rural de entonces: Teresa Ferrer, Los zarzales, Llanuras del Júcar y Modorra. Fue con esta última —enmarcada en un municipio sin nombre que resultó ser Salinas— con la que ganó el Premio Café Gijón en 1967, cuando este era el principal galardón de novela corta que existía en España. Lo cuenta a Alicante Plaza el comisario del centenario, José Ferrándiz Lozano, quien el pasado 19 de junio expuso la trayectoria y la relevancia del escritor en la apertura del homenaje anual celebrada en el Museo del Calzado de Elda.
Al contrario de lo que cualquier escritor haría, Rafael Azuar pasó de la escena nacional a la local. No porque su obra perdiera calidad o interés, sino porque prefirió estar cerca de su familia numerosa (tuvo seis hijos) aunque eso supusiera alejarse de los principales mercados editoriales, ubicados en Madrid y Barcelona. Así pues, a partir de los años 70 y hasta su fallecimiento en 2002, su vida profesional, como la personal, se ciñó a Alicante, donde siguió publicando libros —más institucionales y locales—, además de participar en periódicos como Primera página, La verdad o Información y de conducir el programa radiofónico Vida literaria.
Los ensayos y los artículos de Azuar, asegura Ferrándiz, “tienen hoy una vigencia total, no han envejecido”, por lo que su lectura sigue siendo tan provechosa como lo era décadas atrás. Sus novelas, con el tiempo, lo han consolidado como parte de la corriente del realismo social, un género que, según detalla el comisario, “está presente en obras como Nada (de Carmen Laforet), La colmena (de Camilo José Cela), El camino y Las ratas (ambas de Miguel Delibes) y, sobre todo, El Jarama (de Rafael Sánchez Ferlosio), Tormenta de verano (de Juan García Hortelano) o Tiempo de silencio (de Martín Santos)”.
Con la finalidad de recuperar su legado y darlo a conocer al público actual, siete entidades culturales y el Ayuntamiento de Salinas han organizado un homenaje al autor que, aunque no pudo iniciarse en enero por la complicación de la pandemia, se extenderá hasta final de año. Así pues, al Centro de Estudios Locales del Vinalopó —el principal impulsor por la vinculación del autor a esta comarca—, se han sumado la Asociación de Periodistas de la Provincia de Alicante —por la presencia de Azuar en la prensa de la época—, la Asociación Valenciana de Escritores y Críticos Literarios, la Asociación Valenciana de Sociología —por el interés social que atesoran sus obras—, la Fundación Miguel Hernández de Orihuela —porque se aproximó mucho a la figura del poeta—, la Cátedra Pedro Ibarra de Elche (UMH) y la asociación ilicitana Frutos del Tiempo.
Entre todas, han constituido una comisión organizativa de 20 personas presidida por dos de los hijos del escritor, Pilar y Rafael Azuar. No obstante, revela Ferrándiz, cuando se hizo pública su formación, diferentes centros culturales y bibliotecas de la provincia (sobre todo, del Vinalopó) quisieron adherirse. Se sumaron entonces la tertulia Arniches (de Alicante), la UNED de Elda, la Escuela Universitaria de Relaciones Laborales de Elda y las bibliotecas de Sax, Pinoso, Monóvar, Novelda, Elda y Orihuela, así como la Biblioteca Pública Azorín de Alicante. En todas ellas, se realizarán próximamente exposiciones bibliográficas del autor y lecturas de sus textos.
Por su parte, las principales entidades organizadoras —representadas por sus respectivos cargos directivos— expusieron en el acto inaugural del Museo del Calzado las diferentes actividades que han preparado para rendirle homenaje. Así, el CEL Vinalopó, aparte de celebrar charlas y lecturas poéticas, va a dedicar a Azuar el dossier principal de la Revista del Vinalopó, en el que se incluirán seis artículos de investigación de las distintas facetas del escritor. Otra de las iniciativas destacadas es la de la asociación Frutos del Tiempo, que grabará un recital colectivo de sus versos con poetas de toda la Comunitat. La Asociación Valenciana de Sociología, en cambio, estudiará la figura de la mujer en la sociedad rural de los años 50 y 60 a través de las novelas de Azuar, y otras instituciones como el Ayuntamiento de Salinas ya han iniciado su particular homenaje, en este caso, con una lectura grupal de Modorra en el Día del Libro.
El resto de la programación irá anunciándose en los perfiles de Facebook y Twitter creados para la ocasión bajo el nombre ‘Centenario Rafael Azuar’. Una serie de actos que servirán para rescatar las aportaciones sociales y culturales que, durante muchos años, realizó el escritor alicantino. Porque, como bien sintetizó Ferrándiz en su discurso inaugural, Azuar “fue un notario literario y narrador de la vida rural de una época, pero también un poeta sensible y minucioso en la forma, influido inicialmente por románticos, por poetas del 27 y hasta por la cultura griega —que, como dijo, le prestaba en su juventud ‘su gloriosa desnudez’—, hasta encontrar después su verdadero pulso poético, entre clásico y ecléctico”.