VALÈNCIA. Cuando hablamos de Carlos Saez (València, 1988) siempre es con apellido. Artista digital o videoartista son las coletillas más habituales, aunque no por ello del todo precisas. Tras el éxito cosechado en su primera exposición individual en la galería Espai Tactel, nos sentamos con Saez y le lanzamos una pregunta tan sencilla que parece sacada de un cuestionario de Meetic: lo que tú haces, ¿cómo se llama? "Lo mejor es llamar al artista por su nombre. Yo no hago arte pensado para una disciplina o una estética, trabajo sobre conceptos. Hay una linealidad en el texto, en lo que me interesa, que es la relación entre el ser humano y la tecnología. Una vez decido de lo que quiero hablar pienso en cómo lo voy a contar", explica. Eso sí, confiesa que cuando alguien le pregunta a qué se dedica rehuye con un: "diseñador gráfico, cosas de ordenadores [ríe]". No debemos ser los primeros. Uf. Esta respuesta (la primera, no la segunda) nos ayuda a situar a un artista que desde hace ya una década que está removiendo el panorama cultural dentro y fuera de una València en la que, dice, se percibe un movimiento cultural que hasta ahora no había notado, un je ne sais quoi que tiene nombres y apellidos.
Entre los nombres que desliza, de un lado y de otro, se encuentra el proyecto expositivo Pols, del que hablamos hace unos días en Culturplaza, o el club Umbral, así como los artistas Guillermo Ros, Claudia Dyboski y Sevi Iko Domochevsky o los dj's y productores musicales Otro, Five Points, Henry Marco y C16 H13. Todos ellos hablan de una escena cultural viva, aunque en algunos casos sea “bajo tierra”, un movimiento en gran medida ajeno a la gestión cultural institucional que nace de los márgenes y, casi siempre, se queda en ellos. “Hay una generación que está haciendo cosas por las que nos están llamando para ir fuera a presentar nuestros proyectos, artistas que luego en València reclamamos como nuestros. Aliméntalos, no les dejes morir. Parece que en el momento no sabemos ver lo que está pasando y cuando han pasado 20 años de su muerte hacemos una retrospectiva”, defiende Saez, que analiza con claridad un presente que tiene que ver con el sector creativo y, también, con la propia transformación de las ciudades. "Es un momento critico en el que si se apoya esto tendrá una dirección y si no se apoya otra. Esto aplicado a todo, como el turismo. Depende en lo que inviertas ahora te convertirás en un Berlín o en Magaluf. Todo lo que hagamos ahora es decisivo".
Pese a nacer de los márgenes, Saez se considera “anfibio”, capaz de habitar distintos espacios culturales. De su incursión en el arte digital con el proyecto Cloaque, que impulsó en 2012 de la mano de Claudia Mate, a una exposición en Espai Tactel que le ha traído más de una alegría. Su proyecto, Concrete Effect, le valió el premio de adquisición de DKV y otro sorpresa: el del IVAM. El museo, que a priori no había acordado conceder ningún premio en la pasada edición de Abierto València, anunció por sorpresa durante la presentación de evento la compra de Neurón, obra con la que Saez pasa a formar parte de la colección del centro. “Al final es una cuestión de audiencias. Lo que yo genero no es para alguien en concreto, no trato de comunicarme con una persona. Dónde eso se presente es otra cosa, es una cuestión de audiencias […] Ahora estoy exponiendo en Tactel, pero no estoy ahí por casualidad, es unos de esos proyectos artísticos que en València están en su propia liga”, explica Saez.
Con Concrete Effect, el artista muestra por primera vez su trabajo escultórico, un proyecto que parte de la maquinaría abandonada y que provoca un viaje que nada con comodidad por la ciencia ficción. Aunque sus inquietudes se mantienen, formalmente presenta un trabajo bien distinto al que podíamos ver en Cloaque, web pionera del net art con la que, en 2012, plantearon un escaparate de arte online que, de la mano de otros foros como Netartnet o Art F City, ayudaron a configurar una comunidad hasta ese momento dispersa, bien a través de exposiciones URL (online) o IRL (in real life). Sobre la evolución de ese arte hecho por y para internet la conversación pronto se dirige hacia la influencia de las redes sociales tanto en el modo de consumo como en la producción. "Ahora veo el arte digital muy mezclado con la publicidad. A veces un poco absorbido por la estética. [piensa] Bueno, es normal, hay tanta cantidad de artistas digitales trabajando que un gran porcentaje está enfocado a lo visual, algo que funciona muy bien en videoclips, por ejemplo. Ha cambiado mucho la cosa desde que la forma en la que más se consume arte y visuales es Instagram". En cualquier caso, su radiografía nunca del presente o futuro nunca cae en catastrofismos. "Instagram moldea como moldean las vallas publicitarias. Todo evoluciona. pretender decir que es bueno y que no es creer que estás por encima", matiza.
A pesar de este alto en el apartado puramente online, y volvemos a la cuestión de los apellidos, Saez aclara que el proyecto presentado en Espai Tactel no es independiente de su trabajo ‘online’. Lo tiene claro: arte digital y analógico no son antónimos. “Me gusta mucho ese juego de ida y vuelta. Pasar por digital, sacarlo a analógico y viceversa”. Para muestra, un botón. Su pieza Human Appearance Optional, en la que trabaja el concepto de libertad morfológica, parte de un collage de fotografías trabajado a mano que, posteriormente, pasó por Photoshop para, después, sumar materiales como silicona o espuma. ¿Es digital?¿Es analógico? "No existe una barrera entre lo virtual y lo real. No hay un dualismo platónico, son dos puntos que están conectados con una línea, es una escala de grises entre el blanco y el negro. Hay muchos trabajos 'reales' con mucho de ‘virtual' y al revés. Otra cosa es en qué medio se presente. Una de las esculturas que tengo es real en tanto que es tangible, pero trabajada en 3D: se puede tocar pero ha nacido desde lo digital, es casi una fotografía postproducida. Por esto trabajo mucho el tema de los lásers, las resinas, tienen un componente que es la luz que es tan real, lo ves, aunque no lo puedes tocar”.
A medio plazo no son pocos los proyectos que tiene entre manos el artista valenciano, aunque uno con más urgencia que otros. Actualmente se encuentra en Barcelona, en el festival de artes digitales MIRA, donde presenta Dualmismo, su primera instalación de gran formato, en la que indaga en ese binomio realidad-virtual que se ha convertido en un pozo sin fondo. Tanto es así que, si en 2013, en una entrevista e El País, Saez admitía que al net art le faltaba mucho “para tocar techo”, ahora le toca matizar sus palabras. “Se ha dividido en mil formas […] Tengo piezas que no parecen net art pero beben de código, y nadie lo diría por no estar en formato web. No es que le quede mucho para tocar techo, sino que va a ir mutando”, concluye.