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NUEVO DISCO DE 'REVOLVER'

Carlos Goñi: "En Comité Cisne aprendí todo lo que no se debía hacer"

Revolver se libera con Capitol de su vinculación con las majors de la música. En esta nueva etapa desde la independencia, el nuevo disco se convierte en una colección de las mejores canciones que Goñi ha compuesto desde el hotel de la Gran Vía madrileña

23/02/2017 - 

VALÈNCIA. El alicantino Carlos Goñi acaba de publicar con Revolver un nuevo disco liberado de los ritmos de las discográficas multinacionales. Capitol (Spotify, iTunes, Ritmonet), su 12º trabajo de estudio (y 19º de su carrera), es una colección de canciones de rock que el artista alumbró casi "como un regalo" a partir de sus estancias en las habitaciones del hotel de la Gran Vía madrileña. "Todos mis principios empiezan por el final", resume el propio autor en la canción 'Black Jack', una de esas letras que hablan de sus vivencias "de piel hacia dentro". 

En una década en la que los trabajos más bien conceptuales han dominado su discografía, Capitol es un disco con el que Goñi pone en valor cierta vuelta a las raíces musicales y una vuelta de tuerca -que pone en valor- en sus letras que sonarán por primera vez en directo en la Comunitat el 3 y el 4 de marzo en Valencia (Moon) y Alicante (The One), respectivamente. 

-¿La fórmula para componer canciones de Carlos Goñi en los 80 y ahora, ha variado en algo?
-Exactamente igual. De la misma manera. Tienes letras por un lado, tienes músicas por otro y les vas dando forma. A veces los tienes por separado los juntas y funcionan y a veces no.

-Te ha funcionado en ambas direcciones.
-No siempre. Es una ciencia que no manejas por completo. No lo sabes. Tienes músicas que molan y no salen adelante y tienes letras que molan y no salen adelante. A veces hay unas letras que encajan perfecto en una música que ya tenías y otras veces… pues te jodes y te quedas con letras que no encajan en ningún lado o músicas que no encajan en ningún lado. De esas tengo para aburrir. 

-Con Capitol has abandonado la idea de generar discos más o menos conceptuales para ‘abandonarte’ a una suma de canciones.
-Buscaba tener la mejor colección de canciones posible. Venía que, inclusive en exceso, las canciones tuvieran relación. En este caso no hay esa relación. El concepto del disco en general es que va a haber una acústica un bajo y una batería muy suave. Ya marca suficientemente eso como para pensar que las canciones tengan más nexo en común. 

-¿Capitol ha sido grabado pensando en su directo?
-Las giras me importan a partir de que tengo el disco acabado. Jamás me he planteado un disco pensando en el directo. Luego, pienso en ello… que tengo que solucionar ese problema. Si no sería un coñazo. Este es el disco más fácil que he hecho en mi vida para tocarlo yo solo. Se puede tocar de arriba abajo así, pero si le metes una batería, bajo, teclado y saxo en algunos temas y queda de muerte.

-¿Por qué Capitol? ¿Qué tiene ese hotel?
-Porque he pasado allí muchas noches. Me resultaba muy inspirador lo que veía a través de esa ventana y lo que he vivido ahí en esas habitaciones. Por eso lo decidí y porque el nombre me parece precioso, por otra parte. 

-Si te inspiraba lo que veías desde ese céntrico hotel de la Gran Vía de Madrid, no me resisto a preguntarte qué te parece la propuesta de su peatonalización.
-Me parece una mierda, me parece horroroso, detestable, infame y será cambiarle la cara… no sé qué manía tienen los alcaldes de pensar que las calles son suyas. Y no lo son. Y no se dan cuenta de que están de paso. No son suyas las ciudades ni el país. No es suyo. Ni siquiera están en alquiler. No es suyo, es nuestro. Y lo hacen al revés. Lo que tienen que hacer los madrileños, ya que hay una consulta, es votar. ¡Que voten! ¿Alguien se imagina peatonal la 5ª Avenida? Para mí, no puede ser. 

-¿Qué rol ocupa Capitol en tu discografía?
-Hace muchos años que yo ya no hablo de mi mejor disco y todo eso. Eso por una parte. Pero sí creo que técnicamente, a nivel de estilo, literariamente creo que las letras están escritas mejor que en cualquier disco. Las comparo con las de ‘El Dorado’ y gramaticalmente, sintácticamente, están mucho mejor.

-¿Tiene que ver con la experiencia?
-No. Si durante 25 años haces algo mal, lo que haces al final es hacer las cosas mal, tal y como te has acostumbrado a hacerla. La experiencia te da repetición. Lo que yo he hecho ha sido aprender. Aprender a hacerlo bien. Eso no es experiencia. Eso es dejarme los ojos leyendo, que me fascina, es un placer, pero no me conformo ya con lo primero que me sale. No lo he hecho nunca, pero ahora menos. Busco y rebusco hasta encontrar lo más bello posible.

-¿En el rock, la experiencia puede restar frescura?
-Escribir, dibujar, pintar… todo es una cuestión de corazón, estómago y tus cosas. Pones en el lienzo tus cosas. No tiene que venir nadie a decirte si te has pasado de rojo o de amarillo. Así que si hablamos de frescura… por ejemplo, Born to run (Bruce Springsteen, 1975), que es uno de mis discos favoritos, tiene de todo menos frescura. La producción es endiabladamente compleja, difícil, ornamental, o sea… ¿y qué? Es maravilloso. Había uno que decía que llamamos sentimentalismo a los sentimientos que no compartimos y yo creo que con esto ocurre igual. Creo que un disco es bueno o malo muchísimo más allá de lo cargada o no que esté la producción. 

-¿O sea, que la experiencia no se convierte en un problema para ti?
-No. No la uso. Apenas cambia un poco el viento y la experiencia se va a hacer puñetas. La experiencia es algo comparativo. Una gran cantidad de los actos que hacemos son instantáneos. Antes de hacerlos, el cerebro ya ha decidido por nosotros. Y eso no me gusta porque eso es casi como ir en automático. No suelo usar mucho la experiencia. Y después de ver Lugares comunes (Federico Luppi, 2002), como dice, “la experiencia provoca tristeza”. Estoy de acuerdo.

-¿Hace poco leí que contestabas en una entrevista que tocabas poco por la Comunitat Valenciana? ¿No eres profeta en tu tierra?
-Yo creo que sí. Llevo muchísimos años. Desde el año 1993 que cada vez que toco aquí se agotan las entradas. En Valencia, en Alicante y en Castellón va bien. Siempre que tocamos, va bien, pero nunca toco demasiado. Te llaman más de unos sitios que de otros. Por ejemplo, en Canarias toco ocho veces al año. O en el cinturón industrial de Madrid o en Euskadi, pero aquí no.

-Ya que mencionas Euskadi, este año se cumplen 20 años de la composición de la canción ‘Una lluvia violenta y salvaje’ que te brotó tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco a manos de ETA. ¿Qué sensaciones te vienen al recordar aquel momento?
-La canción me salió en una noche. Me impresionó tanto… tantísimo, que sentí la necesidad de sacarlo para fuera tal y como vino. Teníamos un día de descanso entre dos conciertos. En la furgoneta oímos la noticia de que acababan de encontrar el cadáver. Me pegué una llorera porque no entendía que alguien hubiera sido capaz, no de tener esa sangre fría, de no tener sangre como para hacer eso. Me pareció tan duro… Cuando llegamos al siguiente destino me pasé toda la noche escribiendo. Así salió.

-En la canción hay un verso que dice ‘Usaremos nuestra fuerza tanto si está mal o bien’ y que te hizo dejar de tocarla. ¿Nunca has pensado en matizar la frase?
-Me di cuenta enseguida. Pero, ¿sabes qué pasa? Que es la frase que me salió. La frase es esa. Es un error humano. Pero ya está. ¿Usamos la fuerza nosotros? Pues no. No puede ser porque las leyes no están para romperlas. Si no te gusta, haz por cambiarlas. Si no nos gusta la Constitución, lo que tenemos que hacer es que cuando vuelva a haber elecciones y se presente un partido que diga que quiere dinamitar la Constitución, votémosles 25 millones de personas. De momento, esto es lo que tenemos. Es así como lo veo. Fue una rabia y una cosa tan visceral que… eso fue lo que me salió. En ese momento salió así. Sería muy oportunista ahora mismo y creo que ya no tiene sentido, porque hace tiempo que ETA no mata. Ojalá pudiera hacer lo mismo con ‘Calle Mayor’ [es una crítica contra el racismo y habla de la violencia sobre la inmigración], pero por desgracia no puedo todavía.

-¿Por qué la industria musical española no ha generado un flujo natural con Latinoamérica?
-No dependía de las compañías de aquí. Me he tirado pidiendo ese camino a América desde el año 1995. Mi compañía siempre pasó hasta el culo. Después con los managers, igual. Aquí siempre dependía de que vendieras un millón de discos. Entonces Warner Chile o Warner México decía, ‘trae’. Si no sucedía, si no era sobre seguro, pues nada. Yo me he pagado los viajes a América. La compañía me ha dejado solo todas las veces. No hacer ni promoción ni conciertos. Tanto en Latinoamérica como en Portugal. Cuando hice la rueda de prensa de Argan en Marrakech, igual. Ahora soy consciente de que se va a hacer porque el sello es mío. Ahora es el equipo el que puede mandar el álbum a cualquier sello americano y buscar un acuerdo. Ahora podemos trabajar de una forma más directa. Antes no podía sacarlo ni siquiera en iTunes en esos países.

-¿Estás cómodo con tu situación de independencia?
-Estoy feliz. Es como volver al principio. Es de puta madre si tienes un equipo detrás. Si no, es mentira. Si no es un desastre. Porque si utilizas el tiempo en llevar todo… al final yo soy músico y lo que quiero es hacer canciones.

-Una independencia que no tenías desde Garage. ¿Cómo recuerdas precisamente esa etapa?
-Cuando alguien me pregunta qué queda del Goñi de Garage, le digo: nada. La ilusión, sí, porque estoy enamorado de mi trabajo. Tengo un amor profundísimo por lo que hago. Excepto eso… 

-O las sensaciones al subir al escenario.
-Eso sí, mira. Igual. Me acojono siempre. Me acojono de verdad, ¿eh? El momento más chungo para mí es cuando terminamos la prueba y nos vamos al hotel. El periodo de volver, desde que te cambias de ropa hasta llegar a la sala, cuando bajo en el ascensor y hasta la furgoneta, me entra un sueño… que te mueres. Todos los días. Y sé que es por estrés. Estoy bostezando hasta que estoy en el sitio. Pero eso está bien que siga igual. Más allá de eso, a Garage lo veo como un aprendizaje. De muchas cosas. 

-¿Y con Comité Cisne?
-En Comité Cisne aprendí todo lo que no se debía hacer. No es baladí. Que tengas un proyecto y que de ese proyecto saques en claro que todo lo que has hecho es lo que no debes hacer otra vez, joder, ya es toda una lección.

-Pero en 2011 hiciste una revisión de los temas.
-Es que había unos temas muy buenos ahí, pero los regrabé con los músicos de Revolver. Regrabar las partes que tenían que ver con el pop inglés de los 80 que yo detestaba profundamente, rollo nuevos románticos y toda esta vaina, que no me interesaba nada…

-Es decir, lo que tenía relación con Glamour.
-Claro, para potenciar la parte más setentera. En Comité teníamos dos cosas: una era todo aquello que nos unía, un amor profundo por el rock de los años 70, y luego una parte que era la que nos separaba, que tenía que ver con lo que a ellos les gustaba… esta cosa de cierto tipo de grupos ingleses que a mí no me gustaban nada. 

-Volviendo a Capitol ¿Los discos que se presentan, siempre son los más ‘personales’ o los más ‘íntimos’?
-Eso no es verdad.

-En la hoja promocional de Capitol se dice que si Babilonia era un disco creado “de piel hacia fuera”, este lo era “de piel hacia dentro”. 
-Eso es verdad. El hecho de que sea con guitarra acústica, tan suave… pues, probablemente, haga que parezca más íntimo porque te puedes dormir con él.

-¿Por qué podrías cantárselo a una persona al oído?
-Totalmente. De arriba a abajo. De hecho, no al 100%, pero el disco nació con vocació de meter poca banda. Pero al final el trabajo que fueron haciendo los músicos me pareció tan sumamente bueno que he ido adoptando también todo eso. En un principio, de hecho, no iban tantas baterías. 

-Llevas toda esta década sacando disco cada dos años. ¿Te viene bien creativamente esa rutina, ese ciclo?
-Este disco ha sido un regalo. Está desde hace meses. Cuando empiezas es mucho más sencillo hacer un buen disco de canciones y otro el año que viene. Entra dentro de lo esperable y sucede. Pero es muy complicado cuando llevas 18 discos… eso no es tan fácil. En este caso el disco estaba. Empecé a grabar tranquilamente sin presión porque las maquetas tenían vocación de disco y hasta se han quedado en el álbum. Incluso a mí que no me tiembla el pulso para quitar canciones, en este he sido incapaz. Llegaron 14 canciones y se quedan 14 canciones. Es el disco más largo que he hecho en mi vida. Con las multinacionales siempre he tenido un problema, que es horroroso, y yo lo entiendo al revés: me parece increíble que se saque un disco y el formato físico tenga menos canciones que el formato digital. Lo entiendo justo al revés. Por eso, aquí están todas. Si hay alguien que merece todo es quien compra el disco. 

-Te repregunto por el ciclo de los dos años.
-Creo que es el periodo natural, sin más. Ha sucedido de manera natural. En otras épocas de mi vida los discos han estado mucho más separados y, en algún caso, casi juntos. 

-Entre los músicos recientes, ¿qué hay que te llame la atención?
-Me gusta mucho Muse, aunque hay muchas bandas. Kings of Leon, Band of Horses, aunque… en realidad no son bandas de ahora mismo. Llevan su tiempo. Así que si te digo esas te digo también Ryan Adams. Escucho mucha música de grupos nuevos, aunque me cuesta recordar sus nombres.

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