La deshumanización del enemigo les importaba un rábano. Las historietas desde el primer número hablaban de "ratas con uniformes nazis" o "Satán lleva la esvástica". Eran los Boy Commandos que Joe Simon y Jack Kirby crearon para DC. Como concepto, fue una mezcla de las historias bélicas que inundaron el mercado en esa época y las historias de pandillas callejeras. Se trataba de tropas especiales, unidades de elite del ejército formadas por niños huérfanos de origen multinacional y que se dedicaban a matar nazis sin piedad.
Kirby era un genio a la hora de moverse en el negocio, como demostró cuando se lanzó un cómic romántico para chicas como Young Romance pero en el caso de las aventuras adolescentes había algo más que dominio del mercado, Kirby estaba marcado por todo lo que vivió de crío en las calles de Nueva York.
Era el primogénito de una familia de judíos austriacos. Creció en el Lower East Side y se enfrentó a la ley de la calle. Lo curioso, como señala su biógrafo Charles Hatfield en Hand of Fire, es que un niño al que lo que más le gustaba era leer y dibujar pudiera salir adelante en un ambiente tan adverso. Tanto que quedó marcado para toda la vida por los códigos de honor callejeros que aprendió a base de peleas.
Llegó a describir su barrio como "un campo de batalla multiétnico" hasta que entró en la Boys Brotherhood Republic, una organización que ocupaba las horas de los jóvenes de los barrios conflictivos con tareas y trabajos para apartarlos del hampa. Toda la camaradería que aprendió ahí, entre chavales que venían de la pobreza extrema, marcó las ideas que desarrolló posteriormente en sus cómics, pero en aquel momento le sirvió para meterse de lleno en historias sobre adolescentes como en The Young Allies, The Newsboy Legion, Boy Explorers o la que nos ocupa, The Boy Commandos, que fue un superventas absoluto. La serie más popular de su momento junto a títulos del relieve de Superman o Batman.
Los primeros números, sobre todo antes de que Simon y Kirby tuvieran que irse también a la guerra, recorrieron todos los frentes de la II Guerra Mundial. En algunos casos con portadas que directamente contenían propaganda del estado pidiendo que se comprasen bonos y obligaciones de los Estados Unidos para ayudar al esfuerzo bélico. Luego la cosa fue cambiando y las aventuras se diversificaron. La pandilla podía aparecer tanto en el salvaje oeste como en otros planetas en historias de pura ciencia ficción.
No se daba puntada sin hilo en estas viñetas. A los niños de la época les quedaba claro como los nazis maltrataban a los civiles y les tenían atemorizados hasta que aparecían los héroes, que eran niños como ellos. Su misión consistía, de hecho, en ayudar a los lugareños que sufrían la ocupación. Una historieta especialmente escalofriante y llena de muertos en este aspecto es la que se desarrolla en Lidice, Checoslovaquia, donde aparecían en las viñetas los civiles ahorcados de mala manera.
En la web de Jack Kirby Museum se destaca que esta es una de las series más especiales jamás firmadas por sus autores porque de todas sus creaciones fueron los únicos que realmente fueron a la guerra a luchar contra las fuerzas del Eje. Ningún superhéroe saltó el Atlántico para medirse en las trincheras directamente a las tropas de Hitler, solo fueron capaces de esa proeza los huérfanos de Boy Commandos.
El niño más destacado quizá fuese Brooklyn, un personaje que luego fue desarrollado como Dan Turpin por DC. En estas páginas también aparecía con bombín, pero era un sombrero más largo y colorado. Nunca se lo quitaba, ni en primera línea del frente, lo que le daba cierto aire al Joseph Porta de Sven Hassel, que fue ideado muchos años después.
El mismo Kirby conoció de primera mano el frente después de idear estas historietas, al igual que Simon, su compañero, que fue destinado a una unidad de guardacostas. Kirby tuvo un destino más problemático, le tocó infantería. Dio el salto a Europa dos meses después del desembarco de Normandía. Su unidad combatió cerca de Bastogne, como los soldados de la excelente serie Band of brothers. Al final, el autor tuvo que ser hospitalizado con síntomas de congelación en las piernas y en los brazos. Estuvo meses ingresado en Londres con las extremedides moradas y del tamaño de las de un elefante.
Como concepto, hay muchos detalles que hacen que Boy Commandos sea única en su especie. Primero, porque era normal que al público consumidor de tebeos se le propusieran conflictos que eran resueltos por superhéroes, en un pacto con el lector. Sin embargo, a la hora de afrontar una idea realista, como es la cruda guerra que se estaba librando en Europa y en el Pacífico, enviar allí niños huérfanos a matar y arriesgar su vida suponía cruzar una línea.
Cuando los chavales entran en combate, en escenarios de guerra reales, que se produjeron, el peligro de muerte al que se les sometía era inminente. El mismo que experimentaban los soldados adultos en la realidad y en la ficción bélica, aunque al final siempre hubiese algún elemento del guión que forzase los acontecimientos de manera disparatada, pues al fin y al cabo se trataba de un tebeo. Pero era, como tantas otras de sus obras, una propuesta creativa, premiada con el éxito, y que traspasaba barreras de lo que se había hecho hasta entonces. La que fue su marca personal.