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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Bowie leyendo se parece mucho a leer a Bowie

8/12/2019 - 

VALÈNCIA. David Bowie era un lector ávido, aunque la avidez de información y la curiosidad formaban parte de su personalidad. La curiosidad no se lleva bien con  los prejuicios y las fronteras, así que Bowie leía de todo, tal y como se desprende de El club de lectura de David Bowie (Blackie Books). El periodista británico John O’Connell se encargó de sacarle jugo a la lista que el propio Bowie publicó en 2013 con sus 100 libros favoritos. Una vez más queda patente que uno de los factores que lo ha convertido en un elemento cultural tan poderoso es la capacidad para absorber, asimilar y devolver elementos tan dispares de la cultura contemporánea. Moda, fotografía, cine, vídeo, publicidad, artes plásticas, teatro, danza y literatura, todo ello sin contar la música. En lo referente a Bowie y la literatura, el efecto es mucho menos evidente que en otros casos. Por ejemplo, Bowie y la moda resultan dos conceptos inseparables. Bowie no es un letrista excelso, como lo son Dylan, Reed, Cohen o Patti Smith, que generan literatura de primera división tanto con su música como  fuera de ella, pero sí tiene el don de crear imágenes y momentos literarios. Con eso me refiero a construcciones con palabras que, al ser leídas o escuchadas abren todo un abanico de posibilidades para un escritor.

Bowie es, por ejemplo, el autor de uno de los grandes versos contemporáneos de la cultura popular: We can be heroes / Just for one day. El origen de estas palabras, contrariamente a lo que se dice, proviene de un cuadro del expresionista alemán Otto Müeller titulado Pair of lovers kissing between garden walls, pintado en 1916 De ahí proviene la idea original para una letra que terminaría situando junto al Muro de Berlín ese instante glorioso que puede ser el beso entre dos amantes observado por un extraño. Es fascinante comprobar cómo una pintura dio pie a una canción que a su vez se caracteriza por un estribillo que acaba siendo de dominio público porque, con absoluta sencillez, se convierte en un espejo emocional para millones de personas que no tienen nada que ver entre sí. Dice O’Connell en su libro que Madame Bovary podría ser la fuente de la que surge el personaje protagonista de ‘Life On Mars?’ Una muchacha aburrida de su existencia que sueña con vivir aventuras igual que Emma Bovary. Si esto es así, la carga de emotividad que añade la música de la canción convierte esa referencia inicial en algo remoto. Y sin embargo, no deja de resultar hermoso que dos obras tan distintas, tan diferentes, tan lejanas en el tiempo y tan universales, compartan un pequeño pero importante vínculo.

TS Eliot también figura entre los autores clave para Bowie. El tomo elegido en este caso es La tierra baldía, que da pie para que O’Connell analice las similitudes entre el escritor y el músico. Una visón que entronca directamente con las tradiciones seguidas por el rock& roll y la música pop ya que, según O’Connell, lo que Eliot instaura es la posibilidad de que el poeta moderno mantenga “un diálogo constante con sus predecesores”. Es decir, que los nuevos poetas puedan reinterpretar a sus maestros con total libertad. Algo que, de una manera más o menos consciente, hacen Reed y Patti Smith con, por ejemplo, Delmore Schwartz y Rimbaud, respectivamente. Bowie no va tan lejos porque ser poeta no es su principal ambición, ni siquiera se diría que es una de sus preocupaciones. No necesita que sus palabras trasciendan la canción en sí y que puedan ser leídas separadas de la música. Pero sí sigue los dictados de Eliot a la hora de coger elementos de sus predecesores –Scott WalkerJacques BrelIggy PopLou ReedHarmonia- para crear algo propio tan bueno como la fuente original.

Hace unas semanas tuve la ocasión de entrevistar a Agustín Fernández Mallo en València. Entre otras cosas, me dijo que el talento que más aprecia es aquel que proviene de alguien que nos hace ver la realidad como si nos la estuviese contando un extraterrestre que acaba de llegar a nuestro planeta. El propio Fernández Mallo, gran admirador de Bowie, nos hizo ver la literatura de una manera diferente cuando veinte años atrás publicó Nocilla Experience. Bowie hizo que, al contemplar el mundo a través de sus ojos, viésemos las cosas de una manera distinta. El sexo, la música en sí misma, la idea del ídolo, la posibilidad del cambio como elemento de fuga y enriquecimiento. Bowie en sí mismo es un libro que mezcla ensayo, novela y poesía sin que importe cuándo salta de un género a otro porque cuando lo hace, el lector no nota nada extraño. Eso sólo lo consiguen los grandes narradores o los personajes todopoderosos que pueden existir en cualquier medio.

Hace más de tres lustros andaba dándole vueltas a un cuento que tenía escrito en primera persona. La acción transcurría entre València y L’Albufera. Quería darlo por concluido pero era consciente de que el relato carecía de algo. Estaba demasiado lastrado por la melancolía como para que un narrador en primera persona pudiera soportar ese peso con éxito. Entonces me acordé de Bowie, creo que por una cuestión refleja. Estaba escuchando el álbum Low y me di cuenta de que la desazón que caracteriza a todas esas canciones se parecía mucho a lo que yo quería contar. Hice la prueba y cambié a tercera persona el relato, y ahora el protagonista era otro, era Bowie. Evidentemente, esto no es más que una anécdota minúscula en comparación a todo lo que he contado hasta ahora. Sin embargo, me complace saber que fui capaz de llevar a cabo esa idea hasta convertirla en una novela y que al hacerlo, seguí de alguna manera, siempre aferrándome a mi instinto y con absoluta humildad, los postulados de Bowie y, por supuesto, los del autor Fernández Mallo. Y creo que de esa sensación, de cómo el arte nos cambia y nos inspira y nos hace atrevernos a intentar hacer lo que queremos hacer, habla también El club de lectura de David Bowie.

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