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LOS RECUERDOS NO PUEDEN ESPERAR

Blixa Bargeld y la conexión Berlín-València

10/02/2019 - 

VALÈNCIA. Leyendo Europa, una letanía, el primer libro de Blixa Bargeld, resulta inevitable echar la vista atrás. Remontarse a aquellos tiempos en los que la música pop, que hasta no hace mucho fue patrimonio casi exclusivo de sus inventores, Estados Unidos e Inglaterra, se iba haciendo cada vez más europea. Alemana sobre todo, gracias a la influencia de nombres como Kraftwerk –que grababan sus discos en inglés y alemán-, Can –que nunca grabaron en alemán pero instauraron una manera alemana de hacer música-, D.A.F. –el siguiente paso de la electrónica teutona- o Einstürzende Neubauten, que pusieron banda sonora a los años finales del Muro de Berlín transformando el ruido en arte de guerrillas. “Cantamos en alemán, pero no somos especialmente alemanes”, me aclaró Blixa Bargeld durante una conversación que mantuvimos en València, en 1993. Estaba en la ciudad como acompañante de Nick Cave. Entonces aún formaba parte de The Bad Seeds y secundó al jefe en una pequeña rueda de prensa mantenida en el hotel donde se alojaba el grupo, en la Avenida del Puerto.

Al releer la transcripción de la charla que mantuve con él, veo que hay temas que siguen vigentes, quizá porque Europa sigue siendo esa enorme bestia, una especie de ser mitológico hecho de partes diferentes, o más bien, hecho de seres mitológicos diferentes: el fauno, la arpía, el grifo, el minotauro. Europa es, como dice Bargeld en su libro una misma ciudad y él la ha recorrido en muchas ocasiones. Cuando estuvo aquí en 1993, la reunificación de Alemania y la caída del telón de acero estaban aún frescos, pero él insistía en que la obra reciente de los Neubauten no estaba influenciada por eso. Señalaba la Guerra del Golfo como un acontecimiento con mayor impacto en su música. “Ha sido la primera contienda mediática”, decía, “la primera guerra televisada. Grabamos el sonido que hace el petróleo al quemarse y lo utilizamos en un par de canciones”.

Halber Menschl, e primer disco que tuve de Einstürzende Neubauten, lo compré en 1985 en la tienda de Viuda de Miguel Roca que había en la calle Russafa. Uno de esos discos imposibles para los disc jockeys de las salas modernas del momento, aunque no estoy muy seguro de que alguno de los más aventurados no terminara incluyendo el maxi de ‘Yu Gung’ en alguna de sus sesiones. Lo fascinante del grupo entonces, hace más de tres décadas, era que enlazaban la vanguardia con la cultura alemana de un modo totalmente original. Nadie había hecho eso antes y nadie lo había hecho con tanta agresividad, con tantas ansias de sembrar el caos. Comparados con la música matemática de Kraftwerk o el rock mutante de Neu!, los amasijos de ruido de los Neubauten eran una amenaza subrayada por la dicción de Bargeld, que cantaba en alemán como un personaje eliminado de una ópera de Wagner por ir puesto hasta las cejas. “Cantamos en alemán, pero no somos especialmente alemanes”, me aclaró. Una de sus misiones ha sido siempre hacer que nos fijemos en lo que aparentemente no se ve o no importa.

Bargeld me decía también entonces que había dejado de tocar la guitarra en el grupo y que esa era su manera de tocarla. Me habló de cuando se iban a los desguaces y los basureros a buscar desperdicios mecánicos o simples trozos metálicos para usar como instrumentos. Cuando uno de esos instrumentos encontraba su lugar en la idiosincrasia sonora del grupo, ese le otorgaba un nombre. Aquel día casi veraniego de 1993, Bargeld compareció tarde en la rueda de prensa. Entró en el salón de actos del hotel con sus gafas de sol. A Nick Cave le supuso un gran alivio verlo llegar. En aquellos tiempos, Cave aún no era la estrella que es hoy. No había sido aceptado como un artista serio y a tener en cuenta. Así pues, no es que hubiera precisamente bofetadas para entrar en aquel salón. Pero eso daba lo mismo. Cave no tenía ganas de hablar con los periodistas. “Blixa, te presento a la prensa valenciana”, dijo cuando lo vio llegar.

En aquellos días, Blixa y Einstürzende eran la otra cara de esa Europa que, durante una gira realizada 15 años después, se convierte en la espina dorsal de su libro. Una Europa cansada y agotadora que sigue sumida en su lento proceso hacia la descomposición. Revisando la conversación, veo que hablamos largo y tendido sobre el resurgir nazi. “Realmente no es un resurgir, no son neonazis porque no son nuevos. Nunca se han ido. Siempre han estado ahí”. Siempre han estado ahí, es cierto. Y ahí siguen. Hemos logrado, además, que esos cultivos de maldad ya no sean algo exclusivo de este continente. Hemos conseguido exportarlo para que crezca en Brasil, Holanda o Francia.

Una de las mejores historias que me contó Bargeld en aquella ocasión fue cómo les despidieron de la gira de U2, el célebre Zoo TV Tour. Los llamaron como teloneros y cuando llegaron al primer concierto, descubrieron que no les permitían probar sonido, algo que se les aseguró durante las negociaciones. Los fans de los irlandeses tampoco fueron muy amables con los Neubauten cuando estos aparecieron en escena. “Nos lanzaron de todo, hasta bolsas de plástico con vómito dentro. A Marc [Chung, percusionista] se le agotó la paciencia y lanzó una baqueta al público. Como querían deshacerse de nosotros, tuvieron en eso la excusa perfecta. Éramos un peligro para la seguridad”. Cosas así ocurrían entonces cuando ciertos artistas ya establecidos querían proyectar credibilidad. No se me ocurre, sin embargo, nada más Neubauten que Einstürzende Neubauten teloneando a U2. No sé cómo lo vería Blixa ahora, pero a mí me hace bastante gracia.

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