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resrevoir books publica el cuento de nina bunjevac

'Bezimena', en la mente del violador

'Bezimena', de Nina Bunjeva, es un doloroso cuento para adultos que gana enteros por su arriesgada propuesta en esta época de censores vocacionales y ofendiditos profesionales

13/10/2019 - 

VALÈNCIA.- Una de las servidumbres a la hora de hacer una crítica o reseña de lo que sea, es que no valen las medias tintas. La obra tiene que ser genial o su autor, merecedor de la pena de muerte. Lo que queda en medio apenas da para que el escritor —que generalmente se cree más importante que el autor a glosar— pueda hacer gala de impostada erudición, un proceder que la Wikipedia ha democratizado y ha puesto al alcance de cualquier indocumentado. El problema se da cuando aparece una obra que, efectivamente, destaca por su singularidad. Un joya que, si el escritor fuera honrado, resumiría su crítica con la exhortación “¡léala!” y dejaría de molestar al respetable. Es el caso de Bezimena, la maravilla que firma la autora serbia afincada en Canadá Nina Bunjevac y a la que Reservoir Books ha dedicado una edición que no hace más que subrayar que se trata de un trabajo que merece el mismo mimo que respeto (hay que ir muy fumado para optar por la versión electrónica).

Si por tratarse de una historia contada en viñetas hay que incluirla en la lista de los mejores cómics de los últimos años, que así sea. Pero, para no quedarnos cortos, digamos que independientemente de cómo está contada, Benizema es uno de los mejores relatos en cualquier soporte de los últimos tiempos. No es fácil escribir (o dibujar) con elegancia y buen gusto una historia que se pasea en el filo de la navaja que separa el erotismo de la pornografía —muchos han comparado, con innegable acierto, su estilo con el de Tom de Finlandia—, la única manera posible de contar con acierto este grito de denuncia elaborado con mimbres de cuento. Poco se puede decir sin arruinar el placer de descubrir este trabajo sin un consabido spoiler, pero cuando un relato gana en fuerza cuando se conoce el final —o más bien el porqué— sabemos que estamos ante una de esas obras que  superan cierto nivel de excelencia.

La violencia contra la mujer ha estado presente en obras tan imprescindibles como Quiéreme Bien (Rosalind B. Penfold), Historia de una rata mal (Bryan Talbot), Pantera (Brecht Evens) o Una entre muchas (anónimo) y muchas veces la metáfora ha sido la mejor forma de enfrentarse a unos hechos en ocasiones autobiográficos. Es el camino elegido por Bunjevac que parte del mito de Artemisa y Sipretes para diseccionar con precisión de cirujano el funcionamiento de una mente enferma, que se justifica creando una realidad que solo existe para ella y para justificar su miseria. Artemisa, diosa de la caza e hija de Zeus y Leto, es deseada por todos y en más de una ocasión se ve obligada a defenderse para mantener su virginidad, como cuando Sipretes intenta violarla tras verla bañarse desnuda en el río y ella lo transforma en mujer.

Aquí, Sipretes es Benedict, un niño que nace en el seno de una familia acomodada cuando sus padres ya habían perdido la esperanza de dejar descendencia. Pero Benny tiene un pequeño problema, es un obseso sexual y un irredento pajillero que está obsesionado con una compañera de  clase. Su afición lo condena al ostracismo hasta que, ya mayor, consigue un trabajo de limpiador en un zoo donde, por lo menos, deja de ser un incordio. Hasta que un día Becky, la niña de la que se obsesionó, reaparece en su vida y deja olvidado un cuaderno de dibujos que hará que el cazador se convierta en presa. Una propuesta que salta de la metáfora al realismo con parada intermedia en el surrealismo con una naturalidad ante la que es difícil no asombrarse.

La 'sin nombre'

Bezimena (cuya traducción es ‘sin nombre’) es la tercera de las novelas gráficas firmadas por Bunjevac, la segunda tras  Patria (Turner, 2015) que ve la luz en España. Esta última no gozó en nuestro país del éxito que merecía al haber sido publicada en una editorial que no suele trabajar el cómic, pero su talento no pasó desapercibido para los críticos más avispados, gracias (en parte) al aval que suponía haber ganado sendos premios en sus dos países: el Golden Pen en Bosnia y el premio Doug Wright en Canadá. Reconocimiento, este último, que se sumaba al  Doug Wright Spotlight Award para talentos jóvenes que cosechó en 2013 por su debut Hearless.

Había ya en Patria mucho de lo que el lector encontrará en Bezimena, salvando todas las diferencias que pueden separar un relato lleno de simbolismo que no rehuye de lo onírico, de un relato autobiográfico en el que la difícil relación con su madre y Serbia son el telón de fondo de parte de la historia y un personaje más. Si entonces se le comparó (muy acertadamente) con el Persépolis de Marjane Satrapi o alguno de los trabajos de Joe Sacco (Gorazde: Zona protegida, Palestina: en la franja de Gaza o El Mediador), en esta ocasión hay que reconocer la originalidad de la propuesta.

Pero rollos aparte, menos leer críticas y más salir zumbando hacia la librería. Bezimena es lectura obligatoria en una época de ofendiditos y taras intelectuales que se extienden como esporas, y cuya última manifestación es la nota de prensa en la que Warner ha tenido que recordar que Joker es una película, que es ficción, y que la productora no apoya la violencia. En estos tiempos de adocenamiento colectivo es cuando obras valientes y arriesgadas hacen recuperar cierta fe en la Humanidad, no mucho porque tampoco se lo merece. Lo dicho, léala y deje de leer reseñas que no van a ningún lado.

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