Un cómic de Javier de Isusi presenta historias de refugiados entrelazadas. Sitúa la experiencia de los republicanos españoles que fueron confinados en campos del sur de Francia en el mismo plano que las experiencias de los que intentan cruzar la famosa frontera Sur desde África
VALÈNCIA. 15.000 republicanos españoles, en su mayoría valencianos y catalanes, fueron internados en el campo de Judes, en Septfonds. Un libro del historiador José Antonio Vidal Castaño cuenta su experiencia, Exiliados republicanos en Septfonds (Catarata, 2013) Fue un campo de concentración con alambradas, zonas de castigo y torres de vigilancia. En él, murieron 84 refugiados españoles. En el cementerio local hay una zona de españoles con un placa que recuerda a todos los republicanos que fallecieron.
Actualmente, hay un proyecto industrial para instalar una explotación ganadera está planificado sobre el lugar. El CIIMER (Centre d’Investigation et d’Interprétation de la Mémoire de l’Espagne Républicaine) ha presentado una protesta. Considera que el olor a excrementos de cerdo no es el más apropiado para un lugar que debe servir la memoria y el recuerdo de todas las personas que perdieron la vida en esas circunstancias tan trágicas e injustas. De hecho, la cosa es grave, porque también denuncian que los vecinos que se están movilizando contra la futura explotación ganadera están sufriendo amenazas por luchar contra el olvido.
El año pasado, un cómic recordó la experiencia de los republicanos que fueron confinados en el sur de Francia. Su título, Asylum, de Javier de Isusi. Y lo hizo de una forma interesante y original en su enfoque. Planteaba paralelismos entre la experiencia de una refugiada española que acabó exiliada en Venezuela y el de los refugiados actuales. Los que vienen de África y tratan de atravesar la conocida frontera Sur. Muchos, para acabar en centros de internamiento en cuanto ponen un pie en la UE.
Es un planteamiento recurrente que no es la primera vez que se escucha. Antes, normalmente, hacía referencia a la emigración. Los españoles fuimos inmigrantes en países más desarrollados donde llegamos como mano de obra barata. Algo que no todo el mundo tiene presente a la hora de juzgar a la inmigración que recibimos actualmente.
Con los acontecimientos que han ido produciéndose en los últimos años con la guerra de Siria y en el mar Mediterráneo, también ha sido preciso recordar que en 1939 casi medio millón de españoles abandonaron su país a pie para ser internados en campos. Este cómic los sitúa en su verdadero contexto, con las historias de los refugiados del siglo XXI.
Todos los beneficios del cómic, de Astiberri, son para la Comisión de Ayuda al Refugiado de Euskadi. Aunque en su conjunto la historia recurre de forma demasiado acusada a los estereotipos, hay un diálogo que sobresale en sus cien páginas. El de dos responsables de la Delegación del gobierno vasco en Venezuela que discuten si deben exigir a todo el que acuda al centro vasco a afiliarse que reconozca la nación vasca. Como necesitan pertenecer a alguna asociación para hacer cualquier trámite, cuenta uno de ellos, "se lo tendrán que tragar". En aquel momento, relata el cómic, Venezuela solo acogió vascos hasta que un cambio de gobierno permitió la entrada de todos los exiliados españoles independientemente de su origen. La fama revolucionaria era la responsable, en contraposición a la de buenos católicos de los nacionalistas vascos.
Las historias cruzadas, entrelazadas y que revelan paradojas son la especialidad de este autor, cuya obra más reconocida fue He visto ballenas, sobre una víctima de ETA, un etarra y un miembro del GAL. El valor de este tebeo es que estaba basado en un hecho real. El caso de un terrorista vasco que conoció a un mercenario del GAL en prisión, un hombre atormentado que llegó a suicidarse.
Un cura, un militante y un mercenario son tres personas completamente distintas, pero en estas viñetas aparecían unidas por las dolorosas secuelas del conflicto. La profundización en la faceta humana de estas personas, al margen de la dialéctica política, era magistral. Básicamente, por un aspecto que como nuestro pasado refugiado o emigrante sigue bastante inédito en el debate público: las consecuencias de la privación de libertad. Es un tabú calibrar el daño que sufre quien cumple una pena por haber causado un daño, pero es real. Y la que se avecina con la prisión perpetua revisable, una contradicción en términos, lo pondrá de manifiesto.
Por otro lado, es preciso mencionar que fuera de cualquier terreno relacionado con la política, su cómic Ometepe junto a Luciano Saracino es su obra más fascinante. Sobre todo por el propio tema, la isla de Ometepe, en Nicaragua, que parece dos pechos femeninos por sus dos volcanes clónicos. Los autores estuvieron por allí, al igual que Mark Twain, y reunieron una serie de historias que les contaron y escucharon por el lugar. Como la de Rebeca "la sin pechos", una turista que murió repentinamente en sus aguas y, creían los lugareños, que trajo una maldición con su correspondiente sequía.
Javier de Isusi es un desertor de la Arquitectura. Sus primeros trabajos, Juan sin tierra, una odisea que comprende cuatro tomos realizados durante siente años, es más deudora de la influencia de dibujantes como Hugo Pratt. Pero, tal y como él explicó en una entrevista en Guía del cómic sus estudios determinaron su forma de crear tebeos gracias al rigor, todo un clinic: "Para mí es muy importante que todas las escenas y todos los elementos tengan su sentido dentro del conjunto, y que respondan de la misma manera a la idea inicial. Recuerdo mucho una frase que me dijo una vez un profesor: no puede haber errores. Luego, por supuesto que los hay, pero por eso mismo no puedes ser condescendiente contigo mismo cuando los detectas. De todos modos, donde más aplico mi cabeza deformada arquitectónicamente hablando es en la propia estructuración del trabajo. Abordo las historias de la misma manera en que abordaba los proyectos de arquitectura. Trabajo igual, empezando por las escalas más pequeñas y pasando gradualmente a las más grandes y preguntándome sistemáticamente a cada rato si lo que hago responde a la idea general de la obra o no". Como debe ser.