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Asier Etxeandia: "Que los que no creían en mí bailen mis canciones me la pone dura"

12/02/2019 - 

VALÈNCIA. El mastodonte que se ve en los documentales poco o nada se parece al que presenta Asier Etxeandia y Enrico Barbaro. Sin embargo, las leyendas en torno al extinto animal sí alimentan la poética de Mastodonte, en este caso escrito con mayúscula, el proyecto del cantante y actor vasco y del músico napolitano. El dúo, que el próximo sábado 16 de febrero tomará la sala Moon de València, presenta un trabajo que cocinan desde hace dos años y que surge de un proceso de exploración sonora que da como resultado un álbum “conceptual” en el que, explican, el sonido se plantea como un traje a medida para cada una de las letras. Con la valentía como eje vertebrador del proyecto, inciden en que “ser un mastodonte es superar las ataduras [...] tiene que ver con el peso que cargamos, no ser capaces de brillar como podríamos”, explica Barbaro. Su conexión a través del musical El intérprete dio pie a un proyecto que no es solo musical. De hecho, una de sus cartas de presentación fue Anatomía de un Éxodo, una suerte de cortometraje en el que presentan tres de sus temas (‘Malenka’, ‘Glaciar’ y ‘Este amor’) y en el que queda claro su enfoque multidisciplinar. Música, teatro, cine… y otras chicas del montón. Ahora se preparan para un directo que este semana les trae a València, un espectáculo en el que desarrollar una experiencia supramusical. "Nos abrimos en canal, se crea una fiesta y un ritual. Estamos entregados, vamos todos a una", refleja Etxeandia. Hablamos con Mastodonte.

-En la letra de 'Lord Byron' cantáis: "me debí perder para llegar hasta aquí", ¿cómo ha sido el camino hasta Mastodonte? 
-Asier Etxeandia.: Esa letra es una buena referencia. Efectivamente, si nos fijamos en cada canción, uno puede entender todo sobre el proyecto. 'Lord Byron' empieza precisamente con esa declaración de principios de por qué estamos aquí en este momento haciendo lo que hacemos y cómo hemos llegado aquí. Tanto para Enrico como para mí ha habido muchas vueltas, hemos tocado muchos palos, [hemos estado] rodeados de mucha gente, con muchos cambios de dirección... pero por fin nos hemos encontrado. Tenemos un gusto parecido y un respeto y admiración hacia el trabajo del otro brutal. Nos encerramos en una casa durante dos años prácticamente y volcamos ahí toda la verdad de nuestra vida, buscamos un sonido, nos divertimos... es un álbum casi de exorcismo, una declaración de principios.
-Enrico Barbaro: El resultado ha sido una sorpresa, ha sido mucho más potente de lo que esperábamos. Seguimos flipando con el resultado del disco en directo, suena de otra manera. Se creó pensando en el directo, hemos intentado ponernos en el otro lado y pensar en qué querríamos ver.

-Cuando uno pone en marcha un proyecto artístico busca la expresión personal pero, ¿piensa también en el espacio que ocupa o quiere ocupar en el ecosistema musical?
-A. E.: Creo que eso tiene más que ver con la forma. Es importante tener nuestro espacio en la industria musical de este país y, ojalá, de fuera, porque nuestra intención es crecer y durar, pero sobre todo creo que hemos sido muy fieles con la música que queremos hacer y con el mundo que queremos plasmar. Hemos intentado huir de todos los clichés y estereotipos que los demás nos imponían para entender la música. Eso en sí mismo ya es [ocupar] un lugar, el hecho de que sorprenda, de que no sepas dónde colocarlo y te haga vibrar. Eso es una identidad propia, pero no me preocupa el hecho de a qué pertenecemos. Si tenemos una cualidad es que somos muy personales. Nos parecemos a todo y a nada. Eso nos gusta. 

-Se conoce mejor un proyecto diciendo lo que no es que lo que es, ¿de qué huye Mastodonte?
-A.E.: Clichés, tribus, tópicos, estilos concretos.
-E.B.: No es por el afán de despreciar, simplemente es expresar lo que nos gustaría ver en los escenarios.
-A.E.: Y porque nos divierte mucho experimentar. Estamos muy a merced de las letras y si, de repente, para defender ese estado de ánimo aparece un sonido al que no estamos acostumbrados pero que no los provoca, sin ningún tipo de prejuicio lo metemos. Antes que nosotros está la canción, las canciones están por encima de nuestro ego.

-En un momento en el que la conversación en torno a etiquetas o identidad está más en boga que nunca, apostáis por huir de ellas... pero para asumirlas todas, ¿ha sido orgánico o consciente?
-E. B.: Lo hemos ido descubriendo. Sabíamos que no queríamos hacer un disco con un estilo, con una estética clara, porque no nos identificamos con ninguna tribu. No pertenecemos a un movimiento. Además, con la edad que tenemos, que pasamos de los 40, ya hemos visto mucho de esto. Ya hay mucha oferta. Nos interesaba más encontrarnos a nosotros, y nosotros somos la suma de muchos años escuchando música.
-A.E.: El proceso que hemos tenido también ha sido desde el placer. Nos fuimos a vivir juntos y nos dedicamos a escuchar mucha música, muy diferente. De David Bowie o María Dolores Pradera, jazz o música electrónica... no tenemos prejuicios. Cuando es bueno nos gusta todo. Por ejemplo, no sabíamos que una canción nos iba a salir country, pero, ¿por qué no? Con esto eliminamos la forma, vamos a la emoción.
-E.B.: El centro de todo ha sido la letra de la canción. Se trataba de vestirla, de encontrar el traje a medida. 

-Apostáis por el álbum, por ese recorrido frente al consumo de canciones. 
-A.E.: Creemos mucho en los álbumes conceptuales, nos han emocionado siempre. Como quien escribe una película o un libro.
-E.B.: Somos de la generación que apreciaban esas cosas. Un tema me puede gustar pero no me enamora como un artista que me propone un viaje. No soy ese tipo de público. Ha sido natural.
-A.E.: Si me gusta el bricolaje, ¿por qué me quedo solo con una silla si puedo hacer la casa entera? [ríe] Desde el principio tuvimos el sueño de crear un universo a través de Mastodonte. Es un proyecto totalmente cinematográfico, que engloba todo, la fotografía, el vestuario, los videoclips, los shows... Nos divierte lo que hacemos.
-E.B: Aprovechamos todos los medios posibles. 

-En 'El blues del niño' decís: "A los que no me quieren, les doy esta canción". ¿Es Mastodonte también la respuesta a quienes no os han querido en algún momento?
-A.E.: La verdad es que me dan mucha rabia los prejuicios. Mucha, mucha. Yo los he vivido en mi propia piel durante mucho tiempo, el hecho de que aquellos que no creían en mí terminen bailando las canciones que yo canto es lo que más dura me la pone, en la mayor venganza. La mejor venganza es dar lo mejor de ti, y esto está en el disco, porque callas todas las bocas. Es un álbum muy generoso, es entregadísimo, intenso, sin reservas. Está hecho para que la gente lo disfrute, llore, se enamore. 

-La misma canción dice: "quiero que me quieran".
-A.E.: Todos queremos que nos quieran, pero algunos van de guay y creen que no. Todos necesitamos el amor del de enfrente. Si pones sobre el papel lo que deseas, a pesar de que te de verguenza, como artista te coloca en un lugar más coherente y desnudo para poder trabajar. A partir de ahí puedes decir lo que te dé la gana. 

-El amor, desde puntos de vista distintos, salpica todo el álbum.
-A.E. El amor es la base principal de todo, para entender al ser humano, la política... si no empatizas no puedes hablar de nada. Algo que no nos interesa es el amor victimista: me has abandonado, sin ti no soy nada... cosas que existen pero que no queremos fomentar. Prefiero hablar de lo bien que se lo pasa uno cuando se enamora, cuando disfruta del sexo, cuando se ama sin reservas o cuando dejas ir porque sabes que ha terminado.
-E.B.: El amor está en todas las canciones. Si hay un hilo que une todo es la valentía, enfrentarse a los miedos.
-A.E.: Mirar cara a cara al mastodonte. 

-En distintas ocasiones, Asier, has reivindicado la palabra artista, ¿es Mastodonte vuestra gran obra? 
-A.E.: Ahora es nuestra gran obra porque estamos en ella, pero seguiremos creando. Nuestra gran obra está por venir. Vamos a hacer cosas mejores, no lo dudes.
-E.B.: Nuestra ambición es durar toda la vida, incluso después de muertos.
-A.E.: Hemos venido para quedarnos. 

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