El autor de Castellón, ganador de los premios Ignotus y Kelvin 505 por 'Challenger' -su penúltima novela-, se adentra ahora en los confines del cerebro en una historia que acaba de ver la luz en el catálogo de Valdemar
VALÈNCIA. Las arañas de Marte existen. No solo acompañaron musicalmente a David Bowie en el ascenso y caída de su álter ego sideral Ziggy Stardust, sino que pueblan el rojo vecindario sobre el que pasea el rover de la misión Curiosity. Que nadie se alarme, el solitario astromóvil no tiene nada que temer: estas arañas marcianas no son otra cosa que formaciones geológicas, estructuras exclusivas de la región austral del planeta en forma de telaraña, aparentemente producidas por la erosión de la capa de hielo de dióxido de carbono -hielo seco- durante la primavera. Pero hay más. Desde ahora estos insectos alienígenas existirán también en la literatura: Arañas de Marte es el nuevo libro de Guillem López (Castellón, 1975), un autor tremendamente prolífico de quien ya hemos hablado por aquí que vuelve a la carga con otro título especialidad de la casa, una obra cuya narrativa se aleja de lo convencional porque así lo precisa la historia, que nos transporta, nos desconcierta y nos obliga a abrir bien los ojos.
Así como los ordenadores cuánticos pretenden superar la “simplicidad” binaria de la computación digital actual -basada en unos y ceros, síes y noes, en dualidades como apagado o encendido-, Guillem López se pregunta qué podría ocurrir si nuestro cerebro escondiese una serie de facultades cuánticas capaces de transformar la realidad, o mejor dicho, de generar infinitas realidades, pero sobre todo, qué pasaría si pudiésemos percibirlas. El resultado sería algo muy parecido a la locura. Para poder plasmar esto sobre el papel, emplea un sistema que ya vimos en Challenger (Aristas Martínez, 2015) -novela que le ha servido para ganar los premios Ignotus y Kelvin 505- , una estructura en la que ciertos sucesos tienen continuidad, otros frenan en seco en un callejón sin salida y algunos fingen ser episodios puntuales para reaparecer más adelante. Todo, por supuesto, tiene un porqué, una coherencia que primero intuimos, y después comprobamos.
Gran conocedor del género fantástico, López se maneja bien en todos sus registros: hay momentos en que apela a un horror basado en nuestros miedos más primitivos -como los parásitos-, mientras en otros, por el contrario, hace que se nos erice el vello de la nuca ante conceptos como la nada o los colapsos de las leyes físicas que rigen nuestro universo -spoiler: ojo a la destrucción total de Valencia, escenario en que transcurre casi toda la novela-. Pero no solo encontramos hechos fantásticos en la historia; gran parte de la misma navega en las turbulentas aguas de las relaciones familiares, tanto entre cónyuges, como entre progenitores e hijos: contemplaremos de cerca la devastación que origina la enfermedad y la muerte, la extrañeza posterior a las separaciones, los traumas del pasado y sus lastres emocionales o la frustración que acompaña a la constatación de que muchas de las expectativas que teníamos no se cumplieron. A decir verdad, las mayores dosis de angustia que consigue transmitirnos la historia provienen de estos conflictos, paradójicamente, los más mundanos y habituales. La realidad, una vez más, supera a la ficción.
En añadidura a todo lo anterior, si algo caracteriza a esta nueva novela de Guillem López, es su vocación por cuestionar eso a lo que ingenuamente llamamos realidad, que no es más que una percepción personal, que como tal, está marcada indefectiblemente por nuestros propios límites sensoriales y cognitivos. El pasado, como enseña el autor, también se puede escoger, y la memoria es un trilero que nos embauca una y otra vez. Para quienes disfruten viendo saltar por los aires la normalidad: Arañas de Marte es una apuesta arriesgada que se salda con éxito, una trampa dispuesta para atraparnos hasta el final.
Colección Melibea publica el nuevo poemario 2/3 cuya lectura nada más despuntar el año supone un alivio por anticipado ante tanta aspereza y sequedad