MEMORIAS DE ANTICUARIO

Aprendiendo a mirar. Educando en arte

“Pagamos un alto precio por sacar los sentimientos de la escuela” (Sir Ken Robinson)

23/07/2017 - 

VALÈNCIA. En 1932 el primer número de la Revista Arte se hizo eco del comunicado que la Sociedad de Artistas Ibéricos dirigió al Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, por aquel entonces Fernando de los Ríos y al Director General de Bellas Artes, reflejando el abandono que sufría la comunidad artística. Además, alertaba de la desconexión entre la mayoría de la población y el arte, no sólo el del momento, sino el de todas las épocas. La carta hablaba de una cuestión grave que afectaba, incluso, al “decoro nacional”.  Dada la situación que vivía el mundo rural de desconexión con la cultura más básica se puso en marcha un precioso proyecto que se llamó popularmente el Museo Ambulante, según Manuel Bartolomé Cossío, su artífice “un museo muy pequeñito…para que los habitantes del mundo rural que no han visto nunca verdaderos cuadros o no conocen ninguna obra  de los grandes pintores, pudieran ver algunas de las pinturas…”. Cossío eligió catorce pinturas del Museo del Prado que fueron copiadas junto con catorce grabados de Goya. La gran acogida por la gente de los pueblos, dio lugar a una segunda edición con obras de la Academia de San Fernando y del Museo Cerralbo. Junto a las exposiciones temporales por las pequeñas localidades, se programaron charlas y coloquios, lecturas de poemas y audición de fragmentos musicales. Imposible detallar aquí las actividades y vicisitudes que la profesora de la Universidad Complutense, Carmen Rodríguez, recoge en un delicioso estudio sobre este pequeño museo itinerante para llevar el arte a quienes, incluso, apenas sabían leer.

Tema de los complicados, éste de la educación, para abordarlo en un artículo. Por lo que a mí respecta, me dedico a estos menesteres porque, en última instancia, lo he mamado en casa. La educación doméstica que te procuran tus progenitores. Por ello, desconozco qué parte de mi pequeño intelecto me “engañó” para estudiar, inicialmente, Derecho, con una pasión fácilmente describible si realmente lo que me tiraban eran otras cosas.

En fin, tampoco me arrepiento de ello, pero está claro algo falló. Estoy seguro que el gran pedagogo inglés Ken Robinson estaría de acuerdo conmigo. Educar en las aulas, dice el autor de Liverpool, puede tener su parte de adquisición de conocimientos, pero es tan importante o más servir de guía para que quienes todavía se están formando intelectualmente vayan descubriendo “su elemento” (aquello que nos mueve y conmueve),  y nuestro sistema educativo a ese respecto deja mucho que desear. Yo sufría lo indecible con el apasionante mundo de los números y lo que me gustaba eran cosas “tan poco prácticas” como el arte, la geografía, la historia o escribir, pero nadie apareció por allí para decirme “chaval, haz lo que te gusta de verdad”.  


Lentamente, demasiado, pero sin pausa, parece que de un tiempo a esta parte volvemos a ser conscientes que la educación en humanidades nos completa como personas, más allá de los conocimientos técnicos que nuestro tiempo casi nos impone. Estar en contacto con cualquier forma de arte, de cultura, desde la infancia, es bastante probable que nos haga mejores ciudadanos. Muchos educadores y padres están dándose cuenta de ello, y otros siempre lo han sabido y, al menos el asunto está en el debate. Dejando lo políticamente correcto a un lado, vedar a los hijos, durante su etapa de desarrollo, cualquier acceso a las diversas formas de arte surgidas a lo largo de los últimos cuatro mil años me parece una atrocidad. Encima, a la difícil tarea educativa-per se- se une el hecho de que la batalla se desarrolla en un ambiente hostil de pantallas y multitarea en el que nos hallamos, todos, sumergidos. A un cerebro que se está desarrollando en un entorno en que lo habitual es el cambio sucesivo de imágenes le estamos pidiendo que-como excepción- se detenga, que observe, que se recree en la quietud de la pintura, la escultura, de una música que dura veinte minutos…El mundo en el que no para de suceder una novedad a cada instante versus el de la permanencia; el mundo de lo virtual versus el de lo real: aquel que se huele, se toca, se siente.

Leí hace un tiempo algo que me preocupó: el lento pero progresivo abandono, a su suerte, de las carreras de humanidades en pos de licenciaturas que hoy se conciben como más prácticas para el desarrollo humano (todas estas tecnológicas), frente a una percepción “lúdica” de las humanidades, estaba produciendo ya en ciertas zonas, ya se veía en países anglosajones, la privatización de la enseñanza en estas últimas licenciaturas. Es decir, ante esta idea de estado- a mi modo de ver completamente errónea- se estarían creando centros privados para acoger una demanda que siempre estará ahí, pero que deberá ser costeada por quien quiera recibirla, o bien si se quiere recibir por un centro público tener que desplazarse a otras regiones del país.


En Valencia sucede cosas 

Hay muchas formar de que estos días ociosos, y con el colegio finiquitado, nuestros hijos ocupen su tiempo. Una de ellas es aprendiendo a conectar con el arte mediante la observación y el trabajo con sus propias manos. Entraba casualmente al Centre del Carme y de allí salía la periodista Mariola Cubells, directora de relaciones externas de la Rambleta, poseedora del llamado “don de la ubicuidad”, hay que decirlo. La acompañaba su hija Carlota y me contó que está asistía a una escuela de verano llamada AULA D´ESTIU para niños de entre 6 y 12 años. Me habló de Sonia Rayos y Silvana Andrés responsables de Arquilecturas. Una escuela en la que los niños hacen proyectos arquitectónicos por sí mismos, visitas culturales y trabajan con toda clase de materiales constructivos. Además, hacer todo eso en el magnífico entorno del centro del Carmen es todo un privilegio para los chavales.

A los pocos días me contó Catalina Martín LLoris, profesora y doctora en Historia del Arte en la Universidad Católica de Valencia, el proyecto en que anda metida desde el Grado de Diseño Multimedia de este centro. Un trabajo entorno a la innovación pedagógica en el arte galardonado en los Premios Innova 2017, consistente en un video 360º para creaciones virtuales a aplicar en espacios que son complejos por su acceso o que incluso han desaparecido, y para dar a conocer a los alumnos edificios históricos tal como fueron creados en su contexto musical, decorativo y de costumbres…


El primer lugar en el que se está trabajando es la Catedral de Valencia con el fin de dar una mejor accesibilidad a la visión de los frescos de los ángeles músicos de Pagano y Sanleocadio que se encuentran sobre el altar mayor. A través de la música, los vestidos de época, en definitiva, de la recreación del contexto histórico puede comprenderse mejor el entorno en el que se llevó a cabo la obra. Con los medios que hoy en día disponemos, Catalina entiende que la enseñanza del arte a los menores debe ir más allá de explicaciones más o menos académicas, por lo que es conveniente ofrecer herramientas que hagan a los alumnos comprender por sí mismos porqué se pintaba de aquella forma y, finalmente, poner en contacto al espectador no sólo con la obra sino también con el artista y su modo de trabajo. La tecnología, en este caso, como aliada de la educación sobre arte.

Y mi humilde experiencia. Hace un par de semanas cometí la, a priori, osadía de meter en mi galería a 38 niños, divididos en dos grupos que venían de la escuela de pintura a la que acude-con pasión hay que decirlo- mi hija (Se llama Pinta y está en la Calle Na Jordana 13). Nos apetecía contarles un poco la historia de las piezas y, sobretodo que tuvieran el contacto físico con ellas. He decir que, pese al sudor frío que brotaba de mi frente cinco minutos antes, se portaron de maravilla y pude observar de primera mano la ilimitada curiosidad de los niños. Habrá que repetir la experiencia.

 

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