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Ana Curra: "El arte sin trasgresión no es arte, es solo un producto"

4/01/2020 - 

VALÈNCIA. El nombre de Ana Curra lleva directamente a pensar en La Movida y en Parálisis Permanente. Ella es uno de esos nombres ligados directamente a una época musical. Pero nada más lejos de la realidad, la madrileña ha seguido desarrollando su música y explorando territorios extraños como los que presenta en su nuevo trabajo, Huaca, que presenta esta noche en la sala Moon. Horas antes atiende a Culturplaza para hablar del presente, del pasado.

- Después de casi 40 años en los escenarios, ¿qué es lo que te encuentras cuando estás sobre el escenario? ¿cómo ves al público?
- La mayoría de gente de mi público me conoce por haber escuchado a Parálisis Permanente o los Pegamoides, los que están dentro del grupo de los fans. Luego hay un pequeño porcentaje de boca a boca que se va transmitiendo porque tenemos un directo muy demoledor, muy vigoroso, con un sonido súper actual, muy potente y con mucha energía. Ya llevo 10 años rulando por salas y por algún festival, y bueno... La gente se va acercando aunque cuesta romper la barrera de gente de las nuevas generaciones. Ahí sí que tengo dificultad para llegar, básicamente porque no tienen ni idea de quién soy.

- ¿Y qué se encuentra el público que va? Recuerdas alguno de tus primeros éxitos pero no estás anclada en revivir las canciones que de alguna manera te pusieron en la pomada, ¿no?
- Yo sí estoy tocando en bares porque la música me sigue gustando muchísimo. Ha sido el motor de mi vida en todos los campos. Entonces, si yo estuviera siempre tocando lo mismo estaría anclada en el pasado y yo del pasado no puedo vivir. Tampoco soy nada nostálgica, eso ya lo viví. Me gusta seguir haciendo cosas, me gusta seguir escuchando música, seguir haciendo colaboraciones con otra gente. Así que lo cuando me subo al escenario intento actualizar, revisionar las canciones que me apetece tocar, pero mi historia, por supuesto, pero con nuevas versiones, no quiero parecer un tributo.

No quiero emular aquel sonido porque, entre otras cosas, pienso que es mejorable, muchísimo más mejorable. Además, tocamos muchísimo mejor y no me apetece quedarme anclada. Para mí sería un rollo. Yo en esto de la música ya a estas alturas no estoy para hacer dinero. Lo hago porque me apetece, me gusta y me lo paso muy bien.

- En efecto, tus nuevas canciones mantienen cierto espíritu pero suenan diferentes...
- Hemos conseguido un sonido muy, muy peculiar en las nuevas canciones, porque hemos partido de las letras y de una base secuenciada, pero hecha con un  sintetizador Arp 2600 de los años 70 modular, con un sonido que no te encuentras habitualmente. Un problema que noto en la música actual es que, con el tema de los instrumentos digitales suenan todos igual; pero a nosotros nos gusta experimentar con el sonido y todas estas cosas. Un amigo que tenía todos estos sintes analógicos modulares y lo partimos de ahí.

Creo que este es un disco muy, muy peculiar. Yo estoy muy orgullosa, creo que es un disco muy bueno y que creo que se siente la esencia mía perfectamente, pero con un paso adelante.

- Noto un sonido y una manera de cantar muy tétrica, casi como si fuera un cabaret siniestro. A la hora de seguir creando, ¿cuál es tu línea de investigación?
- Dices que te parece mucho porque mi voz es bastante más profunda, más grave. Y los temas de los que trato reflejan mucho mi forma de dar sentido a lo que vivo y a lo que siento: entonces me parece que es un momento muy oscuro, además de que yo siempre he tenido un poco esa visión de que hay que entrar en las sombras, afrontarlas y poder que poder crear luz sin engañarte con toda la parafernalia y los estragos que llegan desde fuera y me gusta indagar por ese lado. Y a nivel musical, no es nada complejo. A veces me gusta tocar disonancias porque también acompaña el sentido de la vida: la vida no es happy, eso es una mentira. La vida tiene muchos colores y muchas tonalidades, incluso dentro del campo del negro hay mogollón de grises. Desde ese punto de vista, Huaca es muy actual y muy veraz con respecto a lo que yo pienso, a lo que yo siento.

- València siempre ha sido un territorio en el que la música con ciertas tonalidades oscuras siempre se ha desarrollado muy bien. Ya que siempre has sido viniendo a Valencia, ¿has notado esa vinculación?
- València ha cambiado mucho, pero ha cambiado lo mismo que ha cambiado Madrid, ha cambiado todo. València fue uno de los lugares donde, antes el bacalao, fue un lugar donde se desarrolló muchísimo la música de baile oscura y se llevó a la pista de baile sonidos oscuros de grupos que venían a Madrid, València, Barcelona y poco más... Lo más selecto en ese momento y lo más vanguardista que se estaba haciendo pasaba por ahí. Y la ciudad se convirtió en uno de los lugares, junto con Manchester o Ibiza o incluso Berlín, de club. Las cosas ocurren y luego queda un germen, un germen y un embrión del que siguen saliendo cosas.

En los 80 toqué muchísimo en la zona, con Los Pegamoides más en fiestas de pueblos, y ya con Parálisis Permanente y Seres Vacío nos llevaban mucho a clubs. De hecho, yo tuve a dos músicos valencianos en Seres Vacíos, que eran Alfonso Barberá y Nano a la batería y había allí un grupo de músicos que hacían que sucediera esta onda.

- Ya me has dejado claro que como creadora no eres nada nostálgica y pero te quería preguntar si sucede lo mismo como oyente. No sé si a la hora de escuchar música sí que eres algo nostálgica, o sin embargo, te sientes muy cómoda con los sonidos de ahora.
- Es que ahora mismo hay muchísimo de todo... Hay tanto y tanta gente haciendo tantas cosas en tantas vertientes: en música electrónica, música orgánica, grupos de rock que siguen tocando en garitos,gente que mezcla el dark con la electrónica, o incluso con el trap... La escena trap es cierto que es muy cansina, pero si empiezas a escuchar cosas de pronto hay gente muy personal, con un lenguaje propio. Me interesa ver lo que dice la gente joven ahora mismo, cómo se sienten, qué les pasa... El trap, aunque sea solo como fenómeno sociológico, ya me interesa. Y también porque respeto muchísimo lo que se hace ahora mismo, porque yo en su momento con el punk también necesitaba buscar un sitio de identificación y de expresión. No quiero echar ascos del trap como otra gente, todo lo contrario. A mí me interesa muchísimo lo que piensa la gente, cómo son los barrios, cuáles son sus preocupaciones, su manera de desarrollar lo que llevan dentro de su arte... Entonces, bueno, ¿en qué va a derivar todo esto? Pues como siempre, la historia lo dirá. Esto también depende de muchos ingredientes y gente que pueda vivir luego de la música y mantenerse, y está claro que en el trap también hay un componente de moda que ha sido absorbido nada más salir.

- Muchas veces, cuando lo hablas la movida, te refieres a las dos movidas que hubo y me recuerda un poco a lo que está pasando con la electrónica o con el trap, con una star system aburguesada y gente que no puede vivir de ello. Me pregunto si al final todas las resistencias sonoras están destinadas a hacer coptadas, atomizadas por las clases hegemónicas o por la industria musical. ¿Es inevitable para una tendencia musical acabar ahí?
- No, no va a ser la tendencia musical en sí, sino un grupo de gente. Siempre ha existido gente que entre al trapo y son los propios artistas los que tienen esa responsabilidad: qué es lo que dicen, qué es lo que cuentan y con quién van en el camino, con quién se alían, con quién quieren estar, de qué lado quieren estar... En nuestra época también hubo gente que sé que se acomodó, se aburguesó, y empezaron a hacer letras más ambiguas, menos comprometidas. Y hay gente se quedó la resistencia, pero en la que querían hacer. Porque el arte es cambio y el arte tiene siempre un factor de transgresión. Entonces el que el que quiere otra cosa, para mí eso ya no es arte, es un producto y eso a mí no me interesa. Creo que eso va a ocurrir ahora mismo también: ante tanto volumen de información, si te quedas con lo que te ponen, con los que quieren mogollón de likes, que son los que normalmente absorbe una multinacional y entran en el juego, te estás perdiendo lo más interesante de ese movimiento.

- ¿Cómo has ido escapando tú de eso cuando veías que había mucha gente a tu alrededor que de alguna manera claudicaba o que veía mejor para su carrera un camino que tú nunca has querido?
- A lo largo de mi carrera, siempre se me ha ofrecido lo otro. He tenido que tomar decisiones de donde estar, con quién quedar, dónde quedarme, dónde seguir, con quién trabajar, y lo he visto muchos compañeros míos que crecieron conmigo. Simplemente no me ha interesado a mí estar en ese lado. En su día se me ofreció un lanzamiento súper bestia, querían hacer de mí una Madonna. Pero a mí solo me interesaba hacer lo que yo quería, que pensaba que podía ser interesante, que tenía criterio, que quería hacerlo así. Y si tengo que elegir con quién toco, pues no me cojo a cuatro músicos porque tenga mucho nombrecito y porque tengan muchos contactos, busco a los que me gusta como tocan o la gente que me gusta cómo trabaja y que están en sintonía con mi frecuencia. Es una cuestión de frecuencias y de intereses.

Y luego de ambición también. La ambición mía está en sentirme orgullosa de las cosas que hago y la ambición de otros está en el dinero. Yo tengo claro que el dinero está muy bien para tener una vida muy digna, pero yo no tengo ninguna ambición económica, yo tengo una ambición vital, de ser consciente, estar lúcida y de sentir dónde estoy en el mundo y qué es lo que me ha tocado vivir y posicionarme.

- Hace unos días, se estrenó en YouTube un documental sobre Décima Víctima. Tras muchos años de haber pensado y repensado y reescuchado La Movida, ¿es la momento ahora de reivindicar a esos grupos a los que la gente llamaba perdedores entonces?
- Y son los grupos a los que mejor les ha cuidado el tiempo, efectivamente. Es así, tal cual. Porque aquello tuvo corta vida: Décima Víctima, Parálisis Permanente, Derribos Arias... Son grupos que tuvieron una corta vida, pero que fueron muy genuinos, muy personales, con un sonido muy propio y unas letras interesantes. Y cuando, al cabo del tiempo, todo tiene menos calidad, menos contenido, menos interés... La gente vuelve a buscar líneas melódicas de sonido, texturas y letras que no eran lo corriente. Nuestra escena no era nada superficial, nada frívolo y pusimos sobre mesa temas como el ser consciente de la muerte y de tu mundo interior.

- El ser consciente de que formabas parte de este mal llamado grupo de perdedores, ¿ha sido para ti un impulso creativo para seguir creando?
- Sí, porque considero además que no estoy sola, somos muchos los que estamos ahí en esos lugares subterráneos. Muchísimos. Y a mí me basta y sobra con llegar a esos malditos, los perdedores. Las cosas que decimos no son fáciles, no son superficiales, no son frívolas. Y bueno, la gente muchas veces utiliza la música como ocio para desconectar, para echarse unos bailes y me parece genial. La parte frívola y tal, también la tiene el punk y sin embargo es resistencia, a mí me encanta bailar, y eso no está en... Y a mí me parece que el arte es entrar en territorios, sobre todo mucho más arriesgados.

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