Tras un prolongado trabajo de documentación, Isabel Kreitz ha dibujado un extenso cómic sobre la infancia del escritor Konrad Lorenz en el barrio de St Pauli, en Hamburgo, justo después del final de la II Guerra Mundial. Se trata de un lugar devastado por las bombas, con proyectiles a punto de explotar en cualquier esquina, donde no quedan muchos hombres adultos y los que hay están mutilados o traumatizados. Un retrato social en la línea de la obra maestra de Rossellini, 'Alemania Año Cero'; una detallista resurrección de los años 40 y 50 en Hamburgo
VALÈNCIA. En Hamburgo actualmente hay buen nivel de vida. Hay una zona bohemia, donde se concentran sus famosas prostitutas, pero eso nada tiene que ver con la ciudad donde le dieron una paliza al grupo español Los Salvajes por llevar el pelo largo y ser extranjeros. Muy al contrario, hay buenas fiestas y los movimientos sociales tiran más a la izquierda. Al visitante le sorprende Dammtor, un monumento a soldados alemanes caídos en la Primera Guerra Mundial, pero rodeado de placas a los que murieron en la segunda.
Pero el emblema internacional de la ciudad es uno de sus clubes de fútbol, el St Pauli. Es en el único estadio donde ondea la bandera gay y de los no muy habituales donde el antifascismo es la ideología predominante de sus aficionados. Tan icónico y antifascista es, que tiene un negocio montado en la venta de camisetas y sudaderas, como todo icono antifascista que se precie. Hoy en día superan a las del Che en las capitales europeas.
En la visita a su estadio, sin embargo, asoma la verdad a lo lejos. Hay un edificio espantoso muy cerca del campo, todo cuadrado. Más allá de cualquier tipo de racionalismo del siglo XX y encima está en mitad de la nada. Se trata de Heiligengeistfeld, un bloque residencial que antes fue una torre Flak. Búnkeres a gran escala construidos por los nazis. En Hamburgo, en la Segunda Guerra Mundial, les cayó encima la Operación Gomorra en 1943. Murieron más de cuarenta mil civiles. Algunos bombardeos formaron tormentas ígneas. No quedó nada.
El cómic Pólvora Mojada de Isabel Kreitz, lanzado en España por La Cúpula adapta las memorias de Konrad Lorenz (no confundir con el divulgador de la naturaleza) Rohrkrepierer, publicadas en 2011. Es un escritor natural del barrio de St Pauli y nacido en 1942, un año antes de que cayeran toneladas de explosivos sobre su ciudad. Si hubiera que buscar un antecedente cinematográfico a estas páginas, sería Germania, anno zero (Alemania Año Cero) de Roberto Rossellini, sobre aquel niño de doce años que se buscaba la vida en la Berlín devastada de posguerra.
Aquí los niños juegan entre los escombros, rodeados de proyectiles que no han estallado. En este Hamburgo en particular, los chavales se cuelan en los buques de guerra anclados en el puerto para desguazarlos. Caminan por sus pasillos oxidados y piensan en que ahí hubo soldados que probablemente estén todos muertos.
Hay violencia en cada esquina. Una sensación de traumatismo general. Como en toda sociedad que ha sufrido una guerra, e incluso un colapso económico, los nervios están a flor de piel y se vive con la sospecha de que a cualquier persona se le puede ir completamente la cabeza.
Los críos o no tienen padres o los tienen mutilados. Alguno hay con la cara completamente destrozada. El padre del protagonista navegaba en un dragaminas, naufragó y ahora tiene pánico a los espacios pequeños cerrados.
No hay muchos negocios legales. Más allá de escapar embarcándose en un mercante. Todo está lleno de criminales, hay prostitución a espuertas. Tugurios, borrachos, timadores. Un ambiente que descubrimos a través de los ojos de un crío. Con sus sueños, miedos, delirios y su despertar sexual siempre presente.
De las otras dos obras que tiene publicadas en España Isabel Kreitz, esta posiblemente sea la mejor. Haarmann, el carnicero de Hannover era un disparo. Con Mi amigo Dahmer (Astiberri, 2014) y From Hell (Planeta, 2013) de las mejores novelas gráficas sobre asesinos en serie que se han publicado. El caso sorge (La Cúpula, 2009) sobre el espía de Stalin que resultó decisivo en la II Guerra Mundial con la información que enviaba desde Japón, era una intriga extraordinaria, con el añadido del valor histórico.
Pero Pólvora mojada es una colección de relatos mucho más humanos. Quién haya sido niño, además, se sentirá conmovido con Kalle, el chaval que crece en este entorno adverso, deprimido y a la vez lleno de pequeñas aventuras cotidianas. Sin contener momentos tan intensos o escalofriantes como las obras aludidas, aquí basta una descripción del rutinario día a día para adivinar, intuir o sentir una violencia mucho mayor, la desatada en la II Guerra Mundial.
St Pauli es un lugar recurrente en los cómics de Kreitz, aunque no nos hayan llegado todavía traducciones de toda su obra. Ella vive en la zona y su padre, a quien está dedicado Pólvora mojada, creció también en Hamburgo. Según ha explicado en entrevistas, todo ha cambiado allí, pero se mantiene la jerga y la gente.
Sus lápices y el blanco y negro, el estilo propio de la autora, cobran mayor dimensión en una historia de estas características. La documentación previa fue ingente, consultó los álbumes de fotos familiares de Konrad Lorenz y acudió a libros ilustrados sobre la ciudad para detallar toda la ropa y el mobiliario urbano. El resultado es una detallista resurrección de los años 40 y 50 en Hamburgo. Una de las ciudades más especiales de Alemania por la vida que fue albergando después. Como por ejemplo, el crecimiento y forja de los Beatles.
No obstante, la infancia de Kalle podría haber sido la de cualquier otro niño en Alemania. Jugar entre ruinas mientras se echa de menos a los padres, muertos o tarados, y las madres y abuelas sacan adelante a la familia. Unos mundos que no son demasiado diferentes a los que inmortalizados por Calos Giménez en España, pero que igualmente dejan huella.