También me he borrado de la selección. Ni me va ni me viene lo que en la Eurocopa le suceda al combinado autonómico de Luis Enrique, con demasiados jugadores sin experiencia en grandes torneos. El previsible fracaso de la selección probará el declive del fútbol español
No ganamos ni al parchís. En Eurovisión hicimos de nuevo el ridículo quedando los antepenúltimos. Este fracaso lo vamos a revivir con la selección nacional en la Eurocopa. Europa será testigo del declive del fútbol español, como demuestra que el Atlético de Madrid, un equipo de estilo rácano y ramplón, haya ganado la Liga.
Lo peor de todo es que a algunos nos da igual el ridículo que España pudiera hacer en una competición internacional. Porque ya nos hemos borrado de la selección. Vivía aún en Torrevieja cuando vi su último partido. Fue en el Mundial de Rusia. Acabó con empate a uno contra la muchachada de Putin, que al final se impuso por penaltis.
Desde entonces la selección ha sido irrelevante para mí. Por la prensa me he enterado vagamente de sus triunfos menores y sus derrotas decisivas. Ni sentí alegría por los primeros, ni tristeza por las segundas. Para mi sorpresa llegó a competir en un torneo bautizado como la Liga de las Naciones. ¿No habíamos quedado en que España, como nación, era un concepto discutido y discutible? ¿A qué viene, entonces, participar en una competición reservada a naciones?
La semana pasada dieron a conocer la lista de los 24 jugadores que irán a la Eurocopa. Eché un vistazo y no estaba el de Camas ni otros vikingos; tampoco habían llamado a Aspas ni a Canales. Por el contrario, el seleccionador se había acordado de un tal Robert Sánchez y también de Eric García, Rodri Hernández y Pablo Sarabia. ¿Alguien me puede dar referencias serias de estos chicos?
Con estos mimbres, con este bagaje de juventud e inexperiencia, no se puede hacer un gran cesto. Pasarán años, quizá lustros, hasta que se repita la generación excepcional de jugadores que ganó el Mundial de Sudáfrica y dos Eurocopas, aquellos cuatro años gloriosos (2008-2012) en que fuimos los reyes del fútbol gracias a la sabiduría de Luis Aragonés y Vicente del Bosque. La participación decisiva de los Piqué, Puyol, Xavi y el superviviente Busquets en aquella gran empresa fue la última contribución de Cataluña a la gobernabilidad de España. No habrá otra. La final de Johannesburgo, aquel 10 de julio de 2010, fue nuestro último éxito como país.
“Si te falta ese sentimiento tan anacrónico, al decir de algunos, como el patriotismo, de poco te servirá ser el jugador que mejor la toca”
España fracasará en esta Eurocopa porque el nivel de sus jugadores, aun siendo bueno, está lejos de la excelencia. Pero no sólo por eso. España fracasará porque, más que una selección, es un combinado autonómico, en palabras del periodista Ignacio Ruiz-Quintano. Durante décadas no nos bastó con la furia patriótica para estar entre los mejores del mundo. Pero tampoco es suficiente con armar una escuadra de jugadores hábiles con el balón. Es preciso algo más, algo de lo que carecemos. Porque la mayoría de estos jugadores, educados en la indiferencia a la idea de España, cuando no en su desprecio, pensarán que juegan en un club de élite, observados por el mundo, pero no en una selección en la que representas a un país cuestionado en todos los frentes, empezando por sus primeras autoridades. Esto nos diferencia de italianos, portugueses e ingleses.
Si te falta ese sentimiento tan anacrónico y desagradable, al decir de algunos, como el patriotismo, si no sientes el amor hacia tu país, de poco te servirá ser el jugador que mejor la toca. Eres jugador de club, no de selección. Y la mayoría de los 24 elegidos por Luis Enrique son jugadores de club, no de un equipo nacional. Por eso no llegaremos a nada, porque faltan tiburones como el de Camas.
La selección es pasado para mí, como otras pasiones de las que he abdicado por edad o inapetencia. En junio no veré ningún partido de la fase previa. Me da igual que ganen o pierdan frente a Suecia, Polonia o Eslovaquia. Como engarce sentimental con el fútbol sólo me queda el equipo de mi tierra. Estos días lloro su descenso.
España es sólo ya una cantera de hermosos recuerdos: el gol de Rubén Cano a Yugoslavia, el botellazo a Juanito, el fallo clamoroso de Cardeñosa frente a Brasil, la victoria frente a Malta por 12-1, las medias blancas de Arconada, las innumerables pifias de Julio Salinas, el penalti histórico de Fàbregas que acabó con la maldición de los cuartos, el codazo de Tassotti ante un Luis Enrique convertido en un ecce homo, los sobacos sudados de Camacho, el robo perpetrado por el árbitro egipcio Gamal Al-Ghandour ante Corea del Sur y, por encima de todo, el tanto de mi paisano Andrés Iniesta a Holanda, aquel gol que hizo feliz a todo un país.
Esto es España: cenizas de un tiempo idealizado que no volverá.