La vida no era precisamente fácil en este país, pero el confinamiento la hizo especialmente vomitiva y los hedores a naftalina que han llegado a la política, la han vuelto insoportable. Eso es lo que se desprende del libro de cromos que ha publicado Juarma en Autsaider, el lacerante dolor de existir en esta tierra de pretenciosos, carentes afectivos y canallas. Una colección de memes descarnada para un mundo peor.
VALÈNCIA. Autsaider Cómics, editorial especializada en el producto autóctono, en todo aquello que difícilmente encontraremos en los escaparates de otros países, ha publicado un álbum de cromos de Juarma. El título es elocuente y coherente con el contenido, Abrázame hasta que la vida deje de dar puto asco, es un grito de desesperación en un mundo que se desmorona. O esa impresión nos da.
Hay altas dosis de rollo iconoclasta cañí que son carril puro. No obstante, lo que hace diez años podría producir un bostezo cansino, con la deriva que ha tomado este país en los últimos años, enseñando la patita nuestros instintos criminales en la arena política, ahora resultan oportunos. Paradojas.
Aún así, como ocurre en estos casos, más que las líneas maestras lo que merece la pena es la visión que Juarma tiene de la vida ordinaria que le rodea. Este tipo de autores en esta clase de editoriales, ríase si quiere, pero son lo que yo entiendo por arte. Un vehículo para la expresión libre de emociones no prostituidas ni por el dinero ni por un deseo de prestigio o reconocimiento de elites o camarillas. Por no buscar, no busca ni aplausos. Esto es una masacre de papel.
La mejor parte es la que muestra desesperación por la alienación y el entramado de carencias afectivas en los que se resume la existencia contemporánea. Contesta, por ejemplo, a los que se quejan de que los grupos de música actuales ya no son como los de antes, que eso se debe a que "antes tenías ilusiones y ahora eres un cuerpo escombro", o retrata la banalidad de un sentido de la vida basado en ser espectador con sentencias como "el tiempo que pasas viendo series se lo quitas a hacer el tonto en la vida real".
Hay muchos sobreentendidos en estas estampitas a modo de meme que son verdaderas cargas de profundidad en proclamas como "que caiga el capitalismo y que alguien me quiera" o " la gente me da asco porque se parece mucho a mí", mientras que otras optan por la sabiduría oriental, como mínimo, cuando dice: "la juventud no es para siempre, la gilipollez tal vez sí". Aunque en un sentido técnico, no faltan precisos análisis y palmarios sobre mercado laboral: "en todas las prendas de Inditex dice: hay mano de obra más barata que tú".
Sobre estas fechas lamentables que hemos pasado confinados, en las que se supone que ha salido lo mejor de nosotros, Juarma reinterpreta la publicidad del Estado de roma procaz y resume muy bien el verdadero espíritu imperante en la camiseta de un menda que reza: "Libertad para lo mío". Se le toma bien el pulso a la sociedad actual con certeras reflexiones metafísicas sobre el volksgeist como "apagar fuegos con gasolina, es lo que nos hace españoles" o "España, un país formado por 46 millones de enemigos". Lo mejor son esas frases que tienen pinta de que no olvidaré en la vida y repetiré pesadamente a mis seres queridos. Ahí va una: "que salgas a la calle sin que te metan un navajazo es un fracaso de la democracia".
Son un total de 160 páginas. Para conocer al autor el prosa, Blackie Books ha publicado este año su novela Al final siempre ganan los monstruos. En la sinopsis, en la que se refiere a treintañeros que siguen a vueltas con la cocaína, la PlayStation y el pelo teñido se adivina un retrato generacional ciertamente duro, el que se merece un segmento de edad de la pirámide demográfica que, al igual que en otros países, pero con más intensidad aquí, se ha comido una sensacional era de precariedad, aunque puede que la Generación Z ni siquiera tenga ya cenizas en las que revolcarse. El autor no lo expresó muy distinto en la agencia EFE: "¿qué alternativas tiene esta gente si no hay trabajo y nadie te echa cuentas? Es un problema grande porque la droga da un dinero rápido".
En una entrevista en Canino, Juarma se negaba a que esta obra se comparase con el pelotazo de Fariña, de Nacho Carretero o Trainspotting, de Irvine Welsh: "Como una parte del libro aborda el tema de las plantaciones de marihuana en las zonas rurales y el negocio que se crea alrededor de ella, supongo que la comparación va por ahí. Pero en Al final… no hay datos, no hay cifras, no hay rigor periodístico ni investigación alguna. Es solo un retrato emocional e impulsivo de un ambiente concreto, por eso supongo que está en las antípodas de Fariña, que por otro lado no he leído. También me fastidia cuando lo comparan con Trainspotting o cualquier libro donde aparezcan drogas". Ya daremos cuenta en esta columna de un libro con un argumento tan prometedor y credenciales no deudoras de referencias consolidadas.
Juarma lleva toda la vida publicando en los márgenes. Yo le conocí en el TMEO, también publicó en Cretino y ha autoproducido decenas de fanzines él solo o junto a colectivos de dibujantes, como Ultrarradio. En la aludida nota de la agencia se destacaba que cuando acababa de escribir este libro se encontraba "en Francia, en lo alto de un cerezo" trabajando. Hay pedigrí para poder cagarse en lo más alto. El libro, sin embargo, no empezó como proyecto para ser llevado a la imprenta, sino en Facebook, donde us post habituales se convirtieron en un "club de lectura privado" y al final la historia fue tomando cuerpo para cerrarla y ser publicada por Blackie con cierto retraso, dos años después.
Volviendo a sus chistes gráficos, la línea de este pequeño libro publicado por Autsaider sigue su línea. Un humor descarnado solo simple en apariencia y extralimitado por sus alusiones a lo que, paradójicamente, no puede ser más real, como es la miseria moral y existencial y el consumo de drogas en la puta panda de hijos de puta que somos todos los unos con los otros en este gracioso rincón del mundo.