Ayer, mientras me dirigía a la estación de tren para desplazarme hasta Madrid con el fin de apoyar la manifestación de los regantes para exigir al Gobierno de Mariano Rajoy agua para salvar sus cosechas, escuchaba la reflexión de una conocida y prestigiosa periodista de un medio nacional refiriéndose a un reciente informe del Foro Económico Mundial sobre la brecha de género, en el que se llega a la inadmisible conclusión de que, al ritmo actual, se tardarán cien años en lograr que hombres y mujeres tengan la misma participación política, acceso a la educación, a la salud e igualdad económica y laboral. Si somos iguales en derechos ¿por qué tenemos que esperar un siglo?, se preguntaba con indisimulada amargura la insigne periodista.
Ni que decir tiene que el contenido del informe se convierte en un poderoso motivo para que reflexionemos sobre la necesidad, no sólo de expresar hoy en las calles y plazas nuestro compromiso con la igualdad de derechos entre mujeres y hombres efectiva y real, sino también de asumir como un gravísimo problema la desigualdad de género con la que convivimos y que priva a la sociedad del inmerso caudal de talento que atesoran las mujeres.
El día de hoy, todas las acciones reivindicativas impulsadas por el movimiento feminista deben servir para hacer visible la profunda desigualdad estructural que sufren las mujeres, para denunciar la violencia de género, para evidenciar la injusticia de la brecha salarial, para condenar el techo de cristal, para combatir el acoso sexual y para evidenciar que las mujeres asumen la total responsabilidad en las tareas domésticas y en el cuidado de los hijos.
El paro de “empleo, cuidados y consumo”, como ha sido caracterizado, tiene que servir también para denunciar la brecha social que sufren las mujeres como consecuencia de la mayor precariedad a la que están sometidas, con empleos sin derechos, peores condiciones de trabajo, y consecuentemente peor jubilación, como lamentablemente ocurre en nuestra ciudad con las empleadas del hogar y, especialmente, con el colectivo de las aparadoras, tan importante para la industria del calzado y, salvo honrosas excepciones, históricamente tan maltratado.
Este 8 de Marzo tiene que ser un punto de inflexión en la lucha por la Igualdad real, en el combate contra la injustificada e injusta discriminación que padecen las mujeres por el hecho de serlo y porque, como expresó hace solo unos días el escritor gallego Manuel Rivas, “no es que estemos en un sistema machista. El machismo es el sistema” en un interesantísimo artículo titulado, precisamente, “El machismo es el sistema,tío”, en el que también afirma con elocuencia al reflexionar sobre la situación que vive la mujer en el mundo que ”la mujer sufre una guerra. ¿Exagerado? En los últimos tiempos se registran más de 60.000 feminicidios cada año en el mundo”.
Afortunadamente, la huelga feminista que pretende “parar el mundo” para evidenciar la importancia de su trabajo y como forma de exigir plena igualdad de derechos y de condiciones de vida, cuenta con un gran apoyo social que, según los datos de una reciente encuesta, se cifra en que el 82% de los españoles considera que hay motivos suficientes para dicha convocatoria. Un motivo para la esperanza.
Y para que efectivamente lo sea y que no se tarde un siglo en conseguir la igualdad, no hay que parar, al contrario, es preciso seguir trabajando, haciendo que se cumpla nuestra Constitución y nuestro ordenamiento jurídico, impulsando la revisión y los cambios legales que sean precisos para conseguir la igualdad real para las mujeres. Pero junto a las leyes hay que cambiar la cultura dominante, ese machismo que impera en la sociedad, en todos los ámbitos y que posibilita la brecha de género.
No solo se trata de impulsar cambios legales, hay que impulsar un gran cambio cultural, un cambio de actitudes, hay que educar en la cultura de la igualdad de género y extender una visión del mundo que asuma el postulado básico del feminismo, la liberación de la mujer, que nos permita construir una sociedad más inclusiva en la que los derechos y las oportunidades sean para todas las personas, con independencia de su sexo. Porque ser mujer no tiene que conllevar tener una vida más difícil.
En clave local, no sólo quiero manifestar mi apoyo como alcalde de Elche a estas movilizaciones y a todas y cada una de las reivindicaciones que hay detrás de ellas y que sacarán a la calle, estoy seguro, a miles de ilicitanas e ilicitanos clamando con fuerza por la igualdad, sino que quiero reafirmar el compromiso de nuestro gobierno para hacer que la igualdad entre mujeres y hombres continúe siendo una constante diaria, mediante planes de igualdad, con iniciativas para prevenir la violencia de género, con estímulos para el autoempleo y la contratación de mujeres, con iniciativas para educar en igualdad y apoyando a los colectivos de mujeres que trabajan con firmeza y determinación para que juntos podamos construir una ciudad más justa e inclusiva.