Surco en estos días el último tramo de mi existencia con 33 años (33 cerdos que podría haber criado mi madre). Como intensa y tendente al dramatismo se nace, desde pequeñita afronto cada aniversario como una crisis vital. Un cierre de etapa para el que jamás me siento preparada. De hecho, recuerdo haber llorado un poquito en la fiesta de mi noveno cumple. No había ningún motivo especial, simplemente me abrumaba la idea de hacerme mayor y ni los boles con gusanitos naranjas rebosantes de glutamato, ni las medialunas de jamón y queso, ni los regalos, ni los amigos reunidos en el polideportivo opacaban del todo ese desasosiego (¿he dicho ya que era una niña muy intensa?). La cosa no ha mejorado en las dos décadas siguientes: que los calendarios se me deshagan entre las manos sigue perturbándome una barbaridad. Pero dado que todavía no soy capaz de paralizar los relojes, en 2022 he decidido optar por una estrategia diferente. Me he propuesto confeccionar un inventario de algunos asuntos que he acumulado en el zurrón mental durante la temporada que llevo en el planeta. Así que, aquí van 34 cosas que he aprendido en estos 34 años (y que no siempre aplico, pero debería).
- La adultez es mentira, nadie sabe lo que está haciendo. Algunos días todos sentimos que somos tres zarigüellas una subida encima de otra y cubiertas con una gabardina. Estamos aterrorizados, pero seguimos adelante.
- En un escenario bélico, todos los papanatas con papis pudientes que ahora dan lecciones sobre mentalidad de tiburón, autosuperación y cultura del esfuerzo te delatarían al enemigo para quedarse con tu casa, tus pijamas y los garbanzos de tu despensa.
- Comadreja, artefacto, intríngulis y escollo son palabras que producen una tremenda satisfacción al ser empleadas. Probad.
- Benidorm siempre es una buena idea.
- Jamás hay que fiarse de quienes presumen de equidistancia y tibieza ideológica: o son amebas privilegiadas indiferentes al sufrimiento ajeno o son unos pedazo de fascistas de categoría internacional y todavía no se han dado cuenta.
- “No soy como las otras chicas” es misoginia interiorizada. Las otras chicas son estupendas. ¡Arriba las ‘cosas de chicas’!
- La gente que menosprecia los entusiasmos de los demás suele estar muertita por dentro (y ser de una grisura insoportable).
- La fruta de verano es uno de los motivos por los que la vida vale la pena.
- Ante cada avance social que amplíe derechos para una parte de la población, habrá un sector reaccionario que montará un pitote y anunciará la llegada del apocalipsis. Una década después, cuando esa medida esté plenamente asentada y aceptada, esos mismos que la combatieron a fuego negarán haberse posicionado en contra. Da igual que sea el aborto, el matrimonio igualitario o la Ley Trans.
- Mostrar las propias vulnerabilidades también constituye una práctica política.
- La mayoría de momentos de angustia vital mejoran con: a) una sesión de llanto desconsolado (no hay que despreciar el poder catártico de una lloradita histérica), b) salir a pasear sin rumbo, c) berrear enajenada Como yo te amo, de Rocío Jurado (la más grande).
- La nostalgia acrítica es gasolina reaccionaria.
- Entre el ‘buenismo’ y la ley de la selva ‘malista’, elijo de cabeza lo primero. La vida ya es bastante cruel ella solita como para no optar una y mil veces por la ternura.
- Los momentos más humillantes y lamentables se convierten en las mejores historias de sobremesa. El patetismo y el fracaso son una fábrica de anécdotas sabrosonas.
- Las señoras con bata que quedan para merendar con sus amigas son el referente supremo al que aspirar.
- En cuanto aparezca la oportunidad en el horizonte, el PSOE siempre, siempre, siempre va a PSOEAR (esto es, mantener tranquilísimo al statu quo a costa de defraudar a quienes esperaban transformaciones profundas). No puede evitarlo, está en su naturaleza, amiga date cuenta. Es más, confiar en que esta vez será diferente y sentirse decepcionado es un simpático ritual de paso que toda generación de españoles debe llevar a cabo para alcanzar la madurez.
- Los ritmos del turbocapitalismo son incompatibles con una existencia plena. La única salida es prenderle fuego a la rueda de hámster en la que correteamos despeluchados interminable jornada tras interminable jornada y asumir que no podemos con todo lo que no echamos encima.
- No hay nadie más quejica que un empresario explotador al que le solicitan que mejore las condiciones laborales de sus trabajadores. Si en la ecuación entra un aumento del salario, la rasgadura de vestiduras se escucha en las periferias de Plutón.
- Ese último chupito de la noche será motivo garantizado de arrepentimiento a la mañana siguiente.
- Los guardianes de las esencias y la ortodoxia son una panda de dogmáticos insoportables. Aceptar las propias contradicciones es un acto de coherencia; aceptar las contradicciones ajenas, un ejercicio de empatía. Y no es necesario tener una opinión férrea sobre cada cuestión, tenemos derecho a la duda.
- Nunca es demasiado queso.
- Nada marchita el espíritu como despotricar sistemáticamente de la juventud y sus circunstancias.
- Hay cosas que he aprendido en estos 34 años y no debo publicar en prensa porque esto no es un festival de exhibicionismo emocional.
- A veces debes abrazar tus propias mediocridades. Resulta agotador intentar ser la princesa unicornio de la autoexigencia 24/7. Existir es suficiente.
- Stop señoros. Señoros nunca más. Contra nadie.
- Ese rato con el móvil justo antes de dormir es siempre una decisión equivocada. Duérmete ya, pesada, que no duermes.
- La vocación es una trampa. Trabajar por dinero en algo que no te apasiona, pero que te permite habitar en calma es una decisión fabulosa.
- Por cada actividad pública en la que no te atreves a participar porque crees que no estás preparada o que no tienes nada interesante que aportar, hay un José Miguel insulso dispuesto a hacerlo con arrolladora e injustificada seguridad en sí mismo. Por muy impostora que te sientas, hay que apoderarse de los espacios.
- Puedes tener un sueño, esforzarte muchísimo por conseguirlo y no lograrlo. Y no pasa nada. Al universo le das igual.
- Es esencial tener referentes, pero todavía es más importante identificar a tus antirreferentes: opinólogos que de manera reiterada se posicionan en el lado equivocado de la historia, que ante cada disyuntiva asumen las perspectivas incorrectas. Tenerlos localizados y conocer sus diatribas supone construir una brújula moral infalible.
- Los pantalones de tiro bajo son un error.
- No importa lo desquiciada que me sienta y la zozobra que me carcoma las entrañas, seguro que mis autoras preferidas han escrito sobre perturbaciones que riman con las mías (y mis autores preferidos también, sujeten sus ponis, not all men).
- Se expropia poco para lo mucho que se tendría que expropiar.
- El tiempo cabalga veloz, implacable y arrollador. Y no acepta batallas.