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EL SUR DEL SUR / OPINIÓN

2020, año clave para Alicante 

2/02/2020 - 

Ha acabado el año 2019, y ya estamos en 2020, que va a ser un clave para los desafíos del futuro de la economía. Al menos, la doméstica. Más allá de la desaceleración, que es evidente; de las turbulencias internacionales, entre EEUU y China; de los efectos del Brexit, que notaremos más en 2021; de las medidas que pueda adoptar el gobierno de coalición de PSOE-Podemos y de la falta de financiación, la provincia de Alicante tiene una oportunidad: que es liderar la transformación económica de los sectores económicos y erigirse en un ecosistema de referencia.

No lo digo yo, lo dijo el ex rector Andrés Pedreño el pasado jueves en una jornada sobre la empleabilidad de los ciclos formativos de Informática. Hay nuevas tecnologías, disruptivas, que van a cambiar muchos sectores: el turístico, el sanitario, la automoción, etc... Hay que estar, por lo tanto, preparado para lo que venga, y formado para afrontarlo. A los sectores que mencionó Pedreño, yo añadiría dos: el cambio climático y la movilidad.

El primero, es una oportunidad para revisar estrategias de política territorial. Más allá de las ayudas que puedan ofrecer los gobiernos para reparar los daños, como dije la semana pasada, que deberían ser más ágiles en su ejecución, no debe abstraernos de un debate más amplio: toda crisis es una oportunidad y, por tanto, así hay que hay afrontarlo. Puede surgir una nueva economía u otra más eficiente, pero no podemos seguir con el actual modelo. Costará de entender, habrá que hacer sacrificios, pero con el tiempo no habrá más vuelta atrás. Y ello conllevará una intensa tarea de conciencia social, más difícil en sociedades de tradición agraria y más conservadoras, pero llegará.

De la movilidad también he hablado en diferentes ocasiones, y creo que es la gran asignatura pendiente de la provincia de Alicante. Las nuevas formas de transporte, con las oportunidades que ofrece la movilidad eléctrica, son otra oportunidad. Bien es verdad, que la conexión de los hubs económicos, formativos y tecnológicos de la provincia de Alicante, donde se moverá la economía del futuro, depende de las administraciones supramunicipales, como Generalitat y Gobierno, pero algo deberán hacer los ayuntamientos para impulsar esta nueva economía.

Con este contexto, podemos decir que Alicante ha cerrado un año 2019 aceptable en cuanto cifras macroeconómicas: es una de las provincias que más empleo ha creado en estos últimos cinco años -junto a Madrid, Barcelona, Valencia, Málaga y Baleares (otro debate es la calidad de ese empleo)- y comienza a colar compañías tecnológicas (y no tecnológicas) en los rankings de las denominadas empresas gacela, que más rápido crecen. Es decir, que comenzamos a ser algo más que turismo, calzado, juguete, ladrillo y agroalimentario. Por ello, el 2020 puede ser un año clave.

El sector privado de la tecnología y de la innovación, que siempre ha existido, y que tiene a sus propios referentes, comienza a coger vuelo. Podemos citar muchos casos de éxito, pero sólo en el ámbito del sistema bancario hay dos empresas que han roto esquemas. Facephi, con sus innovadores sistema de reconocimiento facial para realizar transferencias, y Orizon, con sus procesos de  eliminar los sobrecostes que implican los problemas de rendimiento tecnológico de las grandes corporaciones españolas, y que ya emplean más de una decena de empresa del Ibex 35. 

Con ello, podemos concluir que la economía de la provincia de Alicante comienza a tener mimbres para poder afrontar la transformación digital con más solidez, y más oportunidades. ¿Qué tenemos asignaturas pendientes? Claro. Pero para llegar a mayores sueldos y, por tanto, a una mayor calidad de vida sólo será posible con la transformación y mejora del sistema productivo. Cerrarse en banda a determinados debates (como el del cambio climático) y creer que todo será como antes es hacerse una trampa al solitario.

La apuesta por el Distrito Digital comienza a dar sus primeros frutos, con el efecto tracción de algunas de las empresas allí instaladas; los parques científicos de las universidades se han convertido en polos de innovación y con proyectos exitosos de transferencia de conocimiento a empresa; algunos sectores/ciudades están viviendo una transformación lenta, pero necesaria (y de momento sin impacto en el desempleo); el turismo también se ha puesto las pilas (o debería), y más que se las deberá (al igual que la agricultura) poner para consolidar su transición y su futuro pasa por más calidad en el producto y, por tanto, más mano de obra cualificada. Y por cierto, a todo ello, hay que el poner en valor que el denostado sistema educativo público de la Comunitat Valenciana por una parte de la clase política (totalmente identificada) sigue nutriendo personal cualificado: ahí están las universidades, los CDT y la Formación Profesional, pese a sus carencias de financiación.

¿Qué falta? Pues recursos, valentía de la clase política y coordinación de las administraciones. La financiación está cruda (ni siquiera el acuerdo entre Compromís con el Gobierno de Pedro Sánchez nos garantiza nada), pero muchos proyectos se podrían poner en marcha con aportes de la Unión Europea y con colaboración público-privada; los ayuntamientos sin otras administraciones pueden hacer poco, pero al menos se les podría exigir ya la implementación de políticas de movilidad más valientes, más allá de una estrategia de ciudad para sectores como el turismo, la política industrial y la cultura. Y por último, lo deseable es que hubiera una sintonía común entre administraciones por estas cuestiones, que creo que generan bastante consenso entre la ciudadanía. Es cuestión de madurez, de tener presente de que cuánto más se tarde se ponga en marcha, más oportunidades se pierden, y sobre todo, evitar que los extremos marquen la agenda política y caer en los personalismos.

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