Isabel Bonig celebra la Constitución con un militante histórico del PSOE, su padre
Isabel Bonig celebra la Constitución con un militante histórico del PSOE, su padre
El miedo se ha instalado en el Palau de la Generalitat. El resultado de Andalucía ha hecho añicos toda las previsiones. Ximo Puig no pasará a la historia, como quería, por ser el presidente que anticipa, por primera vez, las elecciones. La reedición del Botànic, si la hay, tendrá que esperar. Si no ocurre nada extraño, se impondrán los criterios de Compromís, de que son preferibles unas elecciones en mayo, cuando toca: no hay inventarse una razón para la ruptura, pese a que pueda haberla, y quebrar un posible entendimiento posterior, aunque el resultado depare sorpresas.
Pero vayamos por partes. ¿Por qué mejor unas elecciones cuando toca? En primer lugar, para alejar a la Comunitat Valenciana de cualquier tensión de la política nacional. Todos coinciden en que la cuestión catalana ha rebajado su clímax y ha devuelto, como he repetido en muchas ocasiones, la política al eje la derecha-izquierda, aunque con las consecuencias de procés.
De ahí que los socios de Ximo Puig quieran un campaña a la valenciana, en la misma fecha que el resto, pero con escasa presencia de líderes nacionales. Ese quizás ha sido el error de Susana Díaz: quiso darle acento andaluz, y los contrarios le dieron por todos los lados con la cuestión catalana.
¿Qué lecciones debe aprender la izquierda de la Comunitat Valenciana? Sobre todo, movilizar a su electorado. Esa fue una de las claves del pasado domingo: parte de su electorado, por las razones que fuera, se quedó en casa. Ni siquiera Podemos se aprovechó de la debacle de Susana Díaz.
Podríamos decir que en Andalucía ha pasado lo inverso que lo sucedió en la Comunitat (y en el resto de España) en 2015: la izquierda consiguió sumar por el derrumbe del electorado del PP. Y el PSPV, con sus peores resultados, tiene más poder institucional que nunca. Pues ahora podría pasar eso, pero al revés. El PP podría recuperar poder, pese a perder apoyo electoral. Podría ser un 2015, pero en 2018. Pero cada elección es una historia.
En su conjunto se da por hecho que el centro derecha (y la extrema) recuperará electorado. Ahora bien, en todo caso, se puede dar un sorpasso: que Ciudadanos adelante al PP (ojo, y que gobiernen), y que difícilmente Vox entre en las Cortes Valencianas por el listón electoral de 5% -que se debe conseguir en las tres provincias- que hasta hace poco casi toda la izquierda pedía por aclamación. Pero Andalucía ha demostrado que todo es posible y que los sondeos no tienen más vigencia que unos días. Todo es muy volátil.
Isabel Bonig celebra la Constitución con un militante histórico del PSOE, su padre
Andalucía también supondrá, si se consuma la alianza entre PP, Ciudadanos y Vox, para la investidura, la caída de otro dogma en el centro derecha: la llegada de bipartitos y tripartitos, tan denostados por el PP. Si con la elección de Pablo Casado, que fue el segundo más votado entre su militancia, cayó el dogma de que gobierne la lista más votada, ahora vienen las alianzas, perdedoras -como ellos mismos dicen- pero legítimas. A nadie escapa que la lectura de Andalucía es que Susana Díaz es la gran perdedora, pese a ser la más votada. Hoy, el acto de Rajoy en Alicante, celebrado en el pasado mes de mayo, en pro de gobierne la lista más votada, no tendría sentido, o sería contraproducente.
Lo que ha pasado en Andalucía supone una prueba más madurez para nuestra democracia. No gobierna el más votado, gobierna quien consigue reunir más apoyos en una investidura o pacto de gobierno.
De la irrupción de Vox, creo que se han hecho muchos análisis, pero debe servir de reflexión a los grandes partidos, aquellos que no se anticiparon a los acontecimientos o hicieron sus renovaciones tarde y mal. Si esa madurez política se hubiera prolongado en el tiempo, posiblemente, ningún partido pactaría con la formación de Santiago Abascal, pero la urgencia de poder de algunos lo hace imprescindible. En España, para alcanzar el poder, no existen líneas rojas. Ahora bien, sus votos son tan válidos o legítimos como otros: lo mejor que puede pasar es que sus políticas se expongan para ver lo contraproducentes que son para una sociedad moderna, europea, para un Estado Social y de Derecho y para la propia Constitución. Aquí la gran duda es saber hasta qué punto Ciudadanos los da por buenos en su camino por abrazar el centro político y llegar a La Moncloa. Después habrá que gobernar, que nunca lo han hecho. Eso mismo le pasó a Podemos, y sus resultados son más que visibles. Pues nada, vienen meses apasionantes.
P.D. Está muy bien que Isabel Bonig vaya a comer cada día 6 de diciembre a casa de sus padres en la Vall d'Uixó, pero a veces ir a los actos de conmemoración de la Carta Magna no estaría de más. La Constitución también se defiende ese día. Si se analiza la trayectoria del PPCV con el 6 de diciembre es para echarse a llorar: ha pasado de boicotear el acto, con un evento paralelo en la Diputación de Alicante, a obviarlo totalmente. Esto es como la Señera: te puede gustar más o menos, pero hay que pasearla el 9 d'Octubre.