El dúo enmascarado, responsable de títulos como El tecno es la jota del robot y No te mueras, eso es lo último, reúne todos sus “fracasos” en un primer volumen recopilatorio que incluye como nuevo single una canción sobre chichis, orgasmo femenino y Fibonacci
VALÈNCIA. Nativos de un pequeño pueblo de Ciudad Real, Argamasilla de Alba, los miembros de Yobamochi se conocieron en unas jornadas de recreación de la legión romana, en Soria. Ya convertidos en dúo musical, y tras una estancia artística de investigación de varios meses en el Helsinki International Artist Programme, decidieron afincarse definitivamente en València. O eso cuentan ellos, claro. Lo que sabemos a ciencia cierta es que son uno de los grupos más divertidos surgidos en el underground valenciana durante la última década. También uno de los más difíciles de ver en directo (aunque a veces sucede). Parapetados tras sus máscaras de cerdo, y con el complemento imprescindible de los videoclips elaborados con imágenes de archivo, Yobamochi ha ido acumulando desde 2015 un importante volumen de canciones que ahora se ha reunido bajo el título Grandes fracasos Vol.1.
El bajo, la batería y las voces con efectos son los ingredientes esenciales de un estilo musical primitivo e hipnótico que parte de la improvisación y juega con patrones rítmicos repetitivos. Un poco kraut rock del nuevo siglo (por momentos un poco post rock instrumental también), pero con mucho cachondeo. Su objetivo ha permanecido inalterable durante estos años: quitarle un poco de seriedad a la música independiente, que por lo general se toma demasiado en serio a sí misma. O al menos eso opinan ellos. En esta entrevista, Yoba y Mochi hacen balance de su trayectoria, nos toman mucho el pelo y citan varias veces a Buñuel.
-Grandes fracasos vol. 1 tendrá una segunda parte. ¿Debemos interpretar este repaso a vuestro propio pasado como el canto del cisne de Yobamochi o el punto de inflexión antes de pasar a la siguiente etapa del grupo?
-En relación a la etapa en la que se encuentra el grupo, creemos que somos seres unineuronales, algo que hace imposible por completo cualquier tipo de evolución. Los recopilatorios han sido más bien un intento de ordenar nuestros singles editados. Hemos publicado en la red treinta de ellos de manera individual, como canciones sueltas, y tenemos nueve canciones más grabadas, en espera o en proceso de mezcla. Pensamos que era buena idea empezar a hacer paquetes de 35 minutos para que la gente pudiera hacer más extensas sus experiencias Yobamochi. Además, nos hacía especial ilusión que las monitoras y monitores de cardio usaran estos recopilatorios para sus clases con la tercera edad.
-Anunciáis también una “ópera robot”, ¿cómo se come eso?
-Ópera Robot es una ópera en diez actos de los que ya hemos publicado ocho en internet de manera individual. Narra el viaje espacial de una tripulación robot en una nave con la misión de salvar la vida terrestre. En este caso, hemos compuesto el total de las canciones como parte de un mismo disco, no como en los dos recopilatorios de singles de los que hemos hablado. Pensamos que si existían las óperas rock, era de justicia musical que existiera una ópera robot. Y a nivel de estilo, posiblemente su tercer acto, titulado “El tecno es la jota del robot”, nos puede dar muchas pistas… Quizás “tecno folk” o “kraut folk” podría ser un buen término para describirlo. Como detalle importante, destacaríamos que cinco de los actos de la Ópera Robot son instrumentales, reflejo de que también nos gusta este tipo de composiciones y no descartamos futuros conciertos sin voz bajo el lema Shut up, you are more handsome.
-Entre las canciones incluidas en el recopilatorio, hay un nuevo single titulado “Chichi Fibonacci”, con el que establecéis un curioso paralelismo entre el orgasmo femenino y las matemáticas. Desarrollen la idea, por favor.
-Fibonacci, un matemático medieval que no era unineuronal como nosotros, con sus números primos y sus espirales, sentó la base de la proporción áurea, reflejada en toda la naturaleza, incluido el cosmos, y sinónimo de perfección. Personalmente, siempre nos hemos preguntado por qué para decir que algo es muy bueno, el ser humano dice que ese algo “es la polla”, cuando el orgasmo humano femenino (múltiple y más duradero), le da bastantes vueltas al masculino… Así que decidimos componer una canción para reivindicar lo perfecto del chichi, lo cerca del chichi que está Fibonacci. En nuestro caso, al ser de la raza porcina (cuyo orgasmo dura treinta minutos y cuyos genitales tienen forma en espiral), siempre hemos visto la relación entre los órganos sexuales y lo áureo, lo perfecto. Por eso hemos empatizado mucho más con el orgasmo humano femenino que con el masculino. Nos alegraría mucho oír menos lo de “que huevos tiene” y más “tiene el chichi Fibonacci”.
-¿Echáis en falta que los grupos de música se rían más a menudo de sí mismos?
-La verdad, creemos que sí, que la gente se toma demasiado en serio, a sí mismos y a las cosas. Ya decía Jardiel Poncela que la vida no hay que tomarla muy en serio porque nadie sale vivo de ella.
-La historia de la música tiene ejemplos de bandas musicalmente increíbles para las que el humor era una parte esencial de su estética y su mensaje. DEVO o Man or Astroman?, por poner dos ejemplos. ¿Quiénes son vuestros referentes en este sentido, a nivel nacional e internacional?
-Para nosotros, lo fue la Pantoja hasta que nos enteramos de que lo que cantaba lo decía en serio… aún no lo hemos superado. Aparte de ella, el grupo Felpudo Tos siempre nos encantó, hasta participamos en un disco homenaje, Remade, editado por Borx Records. También adoramos a Agua Piscina y a Lüisito Lechuga, dos de los tres ex miembros de Felpudo Tos, que aún siguen musicalmente en activo.
-A veces, las bandas con ciertos aspectos estrafalarios o surrealistas camuflan discursos bastante más elaborados o políticos de lo que puede pensar el oyente que se aproxima a ellos por primera vez. En este caso, me vienen a la cabeza de repente The Residents o Mr Bungle. ¿Qué importancia le dais a lo grotesco como vehículo de transgresión?
-Nos cuesta mucho explicarlo porque volvemos a los límites de nuestra unineuronalidad, pero gracias a Santa Rita tenemos a Buñuel, que lo explicaba todo muy bien con esta frase: “Al movimiento surrealista le tenía sin cuidado entrar gloriosamente en los anales de la literatura y la pintura. Lo que deseaba era transformar el mundo y cambiar la vida”. En ese punto –el esencial– basta echar un vistazo alrededor para percatarnos de nuestro fracaso.
-Concedéis casi la misma importancia al aspecto audiovisual que al musical. De hecho, aunque utilicéis principalmente material de archivo en vuestros videos, son imágenes muy bien escogidas y muy bien colocadas en el contexto de cada canción. ¿Es posible que a veces haya incluso más improvisación en la música que en la elaboración de los videoclips?
-Yobamochi amamos la improvisación, el azar nos hace sentir libres, el misterio de lo que vendrá, lo que detonará la imaginación… citando de nuevo a Buñuel, “la felicidad de lo inesperado”. Esta receta consigue que para nosotros improvisar se convierta en un juego y quedamos todas las semanas a jugar, como cuando éramos niños. Jugando juntos surgen las canciones y las ideas para los vídeos.
En el proceso de elaboración de estos, trabajamos cada uno de nosotros por separado. Hay tanto material de archivo, y se puede usar en tantos contextos, que siempre encontramos de manera espontánea relaciones entre los materiales que nos encontramos y lo que tenemos que decir.
-Leo en vuestra nota promocional que reivindicáis el valor de lo post, intuyo que más allá de la idea de post-orgasmo y del prefijo asociado a géneros musicales. ¿Podéis explicarme un poco más esta idea?
-Hay grupos que hacen música de baile; con la nuestra creemos que se puede bailar y mucho, pero, sobre todo, pensamos que musicamos el “que me quiten lo bailao”. Vivimos en un mundo muy centrado en mostrar lo que hace y retransmitirlo en directo. Pero a nosotros nos gusta mucho la alegría, el disfrute que viene después de haberlo hecho. Por eso hablamos de “post-orgasm-songs”.
-Hablemos de “Cuánto colon en la calle Colón” y de las posibilidades estéticas de Google Earth.
-Un día nos confesamos el uno al otro que habitualmente paseamos por la calle Colón de València para levantarnos el ánimo, dada la gran cantidad y variedad de bellas vistas que ofrecen sus caderas… perdón, aceras. En ese momento surge la letra, de altísima altura poética, a los minutos la canción y, gracias a Google Earth, el vídeo. Además, para esta canción y buscando la síntesis en la letra, nos centramos en dos únicos versos: “Cuánto colon en la calle Colón/ y en la calle Bailén, bailen”. Mientras que descartamos estos otros: “Enciéndeme la vela en Manuel Candela / y no se maten en la calle La Paz”. Ahora, visto conforme está el mundo, creemos que el mensaje de amor y paz de los versos descartados hubieran sido buenos para la especie humana.
-Sin ánimo de destapar vuestro anonimato… ¿podéis deslizarnos alguna vaga pista sobre las personas que hay detrás de las máscaras de cerdo? La intriga nos mata.
-Nos encantaría, pero corremos el riesgo de que sucedan dos cosas: 1) Que llore el Niño Jesús, algo que desde nuestra infancia llevamos fatal. 2) Que, descubriendo quiénes somos, nos dé vergüenza hacer el imbécil y eso, eso si que no nos lo podemos permitir.