ALICANTE (EFE). El director de cine Xavi Sala (Alicante, 1971) estrena este viernes en las salas españolas su ópera prima, la producción mexicana El ombligo de Guie'dani, un drama social rebelde, árido y concienzudo que ha sido calificado como la antítesis de Roma, de Alfonso Cuarón. "Pero yo nunca entendí la comparación", confiesa el realizador en una entrevista telefónica desde México, donde Salas, nacionalizado mexicano, vive hace años.
"Intenté que no la vincularan a Roma o a La camarista, porque son intenciones bien diferentes", asegura, y acepta que su cinta se pueda relacionar más con Nuevo orden, de Michel Franco, una distopía en la que los trabajadores mexicanos de un futuro no muy lejano invierten el sistema de clases a la fuerza.
El ombligo de Guie'dani es el retrato íntimo de una niña y su madre, indígenas zapotecas y trabajadoras domésticas en Ciudad de México; ellas llegan de un pequeño poblado del sureño del estado de Oaxaca a trabajar para una familia acomodada, pero la niña, con sus doce años cumplidos, no se adapta a esa vida. Y se rebela.
"México tiene una culpa muy grande y mucha gente se sigue aprovechando de las empleadas domésticas. Roma ayudó mucho a que aliviaran esa culpa que arrastran, y como la película vendía esa imagen sumisa y esa falsa familia -edulcorado todo-, hubo mucha gente que se pensó: pues no está tan mal lo que le hacemos a las criadas", dispara el director.
Casualidad fue que, aunque llega al público con tanto tiempo de diferencia, Roma y El ombligo de Guie'dani se rodaron por las mismas fechas, si bien Salas comenzó la redacción del guion en 2013. "Y antes", apunta este prestigioso cortometrajista, nominado al mejor corto de ficción en los premios Goya de 2006 por Hiyab, ya que empezó a interesarse por la comunidad zapoteca del istmo de Tehuantepec y el valle de Oaxaca después de trabajar en unos documentales sobre ellos.
"Yo todavía no era mexicano -explica el alicantino nacionalizado después- y me asombró la identificación con mi vida en mi pueblo, la discriminación en mi escuela, de mis maestros por la lengua que yo hablaba. No podía entender que hubiera una comunidad en México que fuera tan cercana a lo que yo sentía".
"Mis maestros me decían que yo hablaba dialecto, igual que les pasa a los zapotecos. Y a eso se unió el racismo y el clasismo que vivo cada día en la Ciudad de México. Todo unidos es la génesis de El ombligo de Guie'dani, afirma. Salas insiste en que él no hace películas de "denuncia", sino que "inspiran la reflexión de asuntos que yo me cuestiono, pero la respuesta la tiene cada uno, no yo. No hago panfletos, no me interesa ese tipo de cine. La película va más allá de la empleada doméstica, tiene que ver con mi origen y va más allá también de la comunidad zapoteca".
"Lo que si tiene es un punto de vista crítico porque lo vemos con los ojos de Guie'dani y lo oímos en la lengua zapoteca, eso nunca había pasado en una película mexicana", señala orgulloso. "De las 69 lenguas que se hablan en México, incluida la española, no muchas tienen su película", apunta.
Encontrar a Guie'dani le llevó al director más de dos años. Ella, Sótera Cruz, dice, "representa a la mujer zapoteca, autónoma, luchona, aguerrida, la más de toda la república mexicana, y eso ya lo tenía ella dentro; parece frágil, pero cuando explota, explota". Un carácter que aprovechó Salas para armar sobre la mirada de esta niña toda la historia de El ombligo de Guie'dani (Sol salvaje en zapoteco), aunque no era actriz y tuvo que estudiar mucho.
Sala, que es guionista, director y productor de su película, sabe que es un riesgo estrenar en sala, pero su opinión es firme al respecto: "Es necesario que la gente sepa que la plataforma no es la solución, que para nuestro cine es un cajón de sastre, no tenemos espectadores, nunca estamos en primera línea. A las plataformas no les interesa promocionas este tipo de cine", se queja. Desde el viernes, la película podrá verse en salas de toda España
Está producida por Fernando Bovaira y se ha hecho con la Concha de Plata a Mejor Interpretación Principal en el Festival de Cine de San Sebastián gracias a Patricia López Arnaiz