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'Wise Guy', el documental sobre la mente genial, pero autoritaria, tras 'Los Soprano'

David Chase ha concedido una entrevista de dos horas y media para explicar cómo concebió y desarrolló Los Soprano. Sorprendentemente, mucho fue fruto de la casualidad y de ir adaptando la idea original, un productor de televisión tiene problemas con su madre autoritaria, al gusto de los inversores. Posiblemente, su paso por Doctor en Alaska como productor ejecutivo y guionista sirvió para que aprendiera la idea de reflexionar filosóficamente sobre la vida en televisión, solo que en Los Soprano lo hizo sin optimismo 

28/09/2024 - 

VALÈNCIA. En su día dimos cuenta del libro The Soprano Sessions, que traía varias entrevistas con los guionistas de Los Soprano y con su creador, David Chase. La verdad es que era una lectura sumamente interesante, pero muy decepcionante en otros aspectos. Las interpretaciones de los guionistas eran menos interesantes que lo que habían escrito. Por qué Tony mata a Christopher o el significado del “lo he comprendido” cuando Tony va ciego de peyote, explicado por ellos, parecen tonterías. Es mejor lo que uno siente al verlo. Por no mencionar que el libro señalaba tantas alegorías en la serie que te sentías como un espectador mediocre que no había reparado ni en la mitad. 

Ahora llega Wise Guy, una entrevista con el capo David Chase. Son dos capítulos donde se indaga más en lo que supuso el rodaje, de casi una década, en el que James Gandolfini acabó con serios problemas personales -concretamente, adicciones-; los guionistas, con claustrofobia –o despedidos-, y HBO tratando de recortar por todas partes los salarios para que la serie en sus últimas temporadas no perdiera rentabilidad. Es el mercado, amigos. 

Es sabido que en HBO no era oro todo lo que relucía, aunque no faltaron palmeros del hype en los medios cuyos grupos empresariales mediáticos emitían sus series o en académicos que creían haber encontrado una especialidad exclusiva. HBO no hizo series tan buenas por amor al arte, como se pretendía dar a entender, con su “que se joda el espectador convencional” como eslogan. 

Si pudieron arriesgar con sus contenidos, primero con Los Soprano y The Wire, luego en el terreno del drama con A dos metros bajo tierra, fue porque tenían cautivo un público adulto y sofisticado. El medio es el mensaje y este medio era la televisión por cable. Cuando el streaming aumentó la competencia y la oferta ha acabado siendo muy superior a la demanda, la cadena apostó claramente por series que priorizan la espectacularidad sobre un estilo de narración más íntimo y pausado. Succession, Chernobyl y Euphoria, incluso White Lotus, siguen manteniendo el espíritu, pero con cuentagotas. 

Todo eso queda bastante claro en este documental donde se explica cómo Los Soprano llegó a rodarse prácticamente por casualidad. La configuración de la idea partía solo de la relación de un mafioso con su madre, lo que le obligaba a ir al psicólogo –incluso, originalmente, iba a ser un productor de televisión- y de ahí fueron surgiendo prácticamente solas el resto de tramas, lo que al final sirvió para configurar un universo propio y una verdadera reflexión sobre la condición humana, independientemente de la profesión de los protagonistas. 

Es curioso que se mencione que iba a ser una película, para la que Chase quería a Robert De Niro y Anne Bancroft, porque precisamente en 1999 se estrenó Una terapia peligrosa con ese mismo actor y Billy Crystal, de la que no se habla. Si bien, Los Soprano se emitió en HBO el 10 de enero y la película llegó a los cines el 5 de marzo, es llamativo que una nueva visión sobre el hampa, en la que ya no son héroes ni villanos, sino víctimas de los roles patriarcales que se les imponen para sobrevivir, comenzasen prácticamente a la vez. 

En su caso, lo que cuenta este documental, es cómo tuvo que ir añadiéndole condimentos a su historia original para que los que financian el negocio le dieran el visto bueno. Primero, fue irse al mundo de la mafia. Segundo, incluir muertes. Tercero, olvidarse del cine, demasiado encorsetado en el recuerdo de Uno de los nuestros y El Padrino, e irse a la televisión. 

En la caja tonta ya tenía un pasado, de éxito además, pero la clave para que lo que ofrecía HBO, libertad creativa, germinase con lo que estaba dispuesto a crear hay que buscarla en Doctor en Alaska. Había trabajado en la serie como productor ejecutivo y guionista. Una serie que, aunque a él no le gustaba, porque consideraba que su humor era muy blanco y el tono muy optimista, sí que ofrecía reflexiones filosóficas sobre cuestiones mundanas en cada capítulo. Quizá por deformación profesional, Chase llevó eso a Los Soprano, donde pudo hacerlo a su manera, con más crudeza. 

Luego lo que vemos es que Chase nunca quiso perder el control creativo de la serie y que eso generó fricciones con el equipo de guionistas, incluso despidos. Reescribía continuamente lo que hacían y eso les frustraba bastante. Los trabajadores, además, sentían que nunca estaba satisfecho con nada. Sus propios amigos recuerdan decirle “trata de disfrutar”, porque siempre iba agobiando, viéndolo todo negro y poco conforme con el resultado. Le llegan a acusar de ser un personaje autoritario. 

Ciertamente, es llamativo que se no se haya dejado de ver más en Hollywood, las dos películas en las que ha trabajado, Not fade away, como director, y la precuela de Los Soprano, Who made Tony Soprano, no obtuvieron críticas muy favorables. Hay quien cree, de hecho, que este documental es un intento de llamar la atención sobre sí mismo para ver si surge algo. 

Por su parte, los actores cuentan cómo se agarraban con las uñas a la serie; una serie con un alto índice de rotación, porque para ser creíble, en palabras de Chase, tenía que morir gente. No se podían perdonar vidas. Interesante lo que cuenta Drea de Matteo, Adriana, de que Chase no le dijo si iba a morir o no en una escena porque había filtraciones en el plató, así que rodarían ambas salidas, el asesinato y su huida. Ella, en cambio, prefirió buscarse otro trabajo consciente de que la iban a apiolar. 

Aun así, siguen las casualidades dominando la trama. Chase quería que Tony matase a su madre, algo que suena peor de lo que vimos, sin embargo, la actriz que interpretaba a Livia tenía cáncer y enfisema y pidió por favor seguir trabajando. Se le concedió y se cambió el guión. Lo mismo que la aparición de Steven Van Zandt, que originalmente iba a ser Tony, pero HBO no quiso confiar en alguien que no era un actor profesional, con lo que se le creó el papel de Silvio Dante para que no se bajase del barco. 

Por supuesto, le dan vueltas al final, lo que a mí me resulta muy cansino. El fundido en negro significa que la serie no tiene un desenlace concreto. Chase dice aquí “significa que la vida sigue”, y así debería interpretarse, pero hay amplios sectores del público que buscan significados esotéricos o cabalísticos para averiguar qué pasa después del negro o, lo que es peor, gente a la que le dura el disgusto de que al final “no pasase nada”. 

Sin embargo, es mucho más interesante el fenómeno de las brújulas morales. Como contrapunto a todo lo que se veía en la serie, se introdujeron dos. Uno, Charmaine Buco, la más divertida, con esa línea inolvidable cuando le dice a Artie, su marido, que él sí que tiene huevos, que es un trabajador honrado, no como los otros. Y, sobre todo, el psicólogo que le dice a Carmela Soprano que si quiere librarse del pesar que le produce su terrible marido, debe abandonarle con los niños, no irse a quejarse a su diván. Ella no lo hace y sigue con lo suyo, la corrupción que le beneficia. Es la vida, es así, y así se ha empeñado Chase siempre en mostrarla, aunque parece que le ha dejado seco. 

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