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Vox se divorcia del PP en el Consell sin llegar a cumplir su primer aniversario

Foto: EP/Jorge Gil
12/07/2024 - 

VALÈNCIA. 13 de julio de 2023. El candidato del PP a la Generalitat, Carlos Mazón, era investido en Les Corts como nuevo presidente del Gobierno valenciano gracias a los 40 votos de los diputados de su grupo y a los 13 parlamentarios de Vox, que hacía honor al acuerdo sellado unas semanas antes, cuando todavía estaba presente la resaca de las elecciones autonómicas de mayo donde el bloque conservador había conseguido el ansiado vuelco institucional superando a las fuerzas progresistas del Botànic.

Sin llegar a cumplir el primer año de relación, el líder de Vox, Santiago Abascal, daba por concluidos este jueves los acuerdos en los gobiernos autonómicos tras las discrepancias con el PP sobre el reparto de menores migrantes no acompañados en las distintas autonomías que pretende el Gobierno de España liderado por Pedro Sánchez. Una ruptura que, viendo las causas esgrimidas, se antoja una medida estratégica de Abascal que, al mismo tiempo, tampoco ha parecido desagradar al presidente del PP, Alberto Núñez Feijóo, que se ha encargado estos días de replicar desafiante a la amenaza vertida por el líder de Vox el pasado lunes. 

La maniobra de Abascal sorprende en cierta medida por el detonante. La aceptación de migrantes aprobada por Feijóo para las autonomías donde el PP gobierna corresponde a un acuerdo alcanzado en 2022 y se cifra en 347 menores (sólo 23 para la Comunitat Valenciana), muy lejos de los en torno a 3.000 que necesita resituar Canarias para estabilizarse, que precisamente es lo que trata de regular la reforma de la Ley de Extranjería para la que los populares no han garantizado su apoyo. Así pues, parece obvio que el sacrificio de los gobiernos autonómicos ejecutado por el líder de Vox forma parte de la búsqueda de un objetivo dentro de su estrategia nacional frente a Feijóo. 

Más aún, el movimiento apunta al deseo patrimonializar el espacio a la derecha del PP y evitar que alguna fuerza emergente, como la liderada por Alvise Pérez, pueda competir por su electorado con el argumento de que Vox ha pasado a formar parte del sistema como muleta de los populares. De la misma manera, el motivo elegido para la ruptura no parece, ni mucho menos, elegido al azar, dado que Abascal parece querer imitar la estrategia de otras fuerzas de ultraderecha europea que han utilizado la migración para crecer.

Por otro lado, en algunos sectores de Vox ya venían dudando de la efectividad de mantenerse en los gobiernos, dado que no terminan de ver los beneficios en esas posiciones de gestión especialmente cuando hay una falta de experiencia en muchos casos patente y no les sobran los perfiles solventes para cubrir todos los escalones ejecutivos, lo que puede propiciar traspiés a lo largo de una legislatura que les resten credibilidad.


Ahora bien, el sacrifico no es pequeño. La pérdida de participación en los gobiernos autonómicos tiene como consecuencia la ausencia de un altavoz institucional en cinco regiones; envía a la cola del paro a decenas de 'soldados' (unos 40 altos cargos y asesores sólo en la Comunitat Valenciana pueden perder su empleo salvo los que decidan aliarse con el PP) y, en líneas generales, redirecciona toda la voz del partido a la garganta de Abascal en Madrid. Una decisión que sólo puede entenderse en un partido extremadamente vertical, centralista y mesiánico, donde la lealtad al líder pesa por encima de cualquier otro argumento, aunque muchos estén en desacuerdo -esto pasa en la Generalitat y en Les Corts y, de hecho, Vicente Barrera y Llanos Massó lo manifestaron en el comité de este jueves- con la decisión adoptada por el presidente de Vox. 

El caso en la Comunitat Valenciana resulta especialmente curioso por diversas razones. El pacto exprés alcanzado el 13 de junio por Mazón, apenas 15 días después de las elecciones y con importantes cesiones a Vox (vicepresidencia primera, tres consellerias, presidencia de Les Corts), le situó en el ojo del huracán nacional a las puertas de las elecciones generales. En Génova no gustó que el líder valenciano fuera tan rápido, e incluso hubo quien consideró que esta maniobra contribuyó a mejorar la posición discursiva del PSOE de cara a las elecciones generales celebradas en julio, donde Feijóo no alcanzó los números suficientes para desbancar al socialista Pedro Sánchez.


No obstante, pese al frío acuerdo inicial, con la incorporación de Vicente Barrera como vicepresidente primero y la salida del tablero del candidato a la Generalitat, Carlos Flores, Mazón vio que podía construir una relación de confianza con el empresario y extorero. Y así ha ocurrido. Más allá de que en este año de convivencia han existido discrepancias -en el Botànic también las había y en mayor cantidad-, la realidad es que en ningún momento se había advertido un peligro real, ya no de ruptura, si no de gran crisis. Los primeros presupuestos, con una discreta y efectiva negociación, salieron adelante sin mayor problema. Algunos apuros más surgieron de los cinco proyectos legislativos hechos públicos simultáneamente meses atrás, que incluía medidas polémicas como la Ley de Concordia, una situación que, sin embargo, más allá de las tensiones con la oposición y con el Gobierno de España, no pareció desgastar la relación en el Consell PP-Vox.

De esta manera, la ruptura ejecutada este jueves por Abascal, se produce sin que exista ninguna causa merecedora de tal movimiento en el ámbito autonómica, sino que se circunscribe a una hoja de ruta nacional. Está por ver si, en los próximos días, se producen fugas en Vox en dirección al PP o si el partido se comporta como un bloque monolítico que sigue al pie de la letra las directrices de su líder. Mientras, para Mazón se abre un territorio inexplorado que tiene el inconveniente de incorporar nuevas variables con las que no se contaba: el camino hacia 2027 estaba claro y despejado, con la esperanza de que los sobresaltos y obstáculos que fueran apareciendo tuvieran la misma dimensión que hasta ahora. Es más, el líder popular solía presumir este tiempo de la solidez de su gobierno en contraposición a los sobresaltos del Botànic, un discurso que ahora caerá en desuso, dado que ahora el PP se enfrenta a gobernar en minoría con cuestiones tan delicadas como la aprobación de los siguientes presupuestos en manos de Vox, salvo que se busque un acercamiento con los socialistas valencianos, algo que tampoco parece sencillo dada la fría relación con la que han comenzado la legislatura Mazón y la líder del PSPV y ministra, Diana Morant.

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