ALICANTE. Solo por ser el autor de la ilustración que mejor representa un verano ideal, Vittorio Giardino (Bolonia, 1946) se ha ganado con creces su presencia en esta serie de lecturas comiqueras vacacionales.
Por eso y porque no hay nadie que haya dibujado la sombra de la canícula sobre los cuerpos como él. Bajo un emparrado, el verano, la cálida solidez, y también sordidez, de las conversaciones, encarna en Giardino el paradigma de lo estival.
Para sintetizar la obra de Vittorio Giardino hemos dejado fuera dos de sus líneas de trabajo más conocidas: el paradigmático detective Sam Pezzo, que se desenvuelve en Bolonia, la ciudad de nacimiento del autor, en un blanco y negro muy del género, en el que Giardino todavía bebe de fuentes más underground, con una edición integral a cargo de Norma Editorial; y Little Ego, la pícara descendiente del Little Nemo de Winsor McCay, cuyas aventuras se emparentan más con los sueños húmedos de la adolescencia que con las aventuras fantásticas de la infancia.
Nos concentraremos en tres obras que comparten estilo -en este caso, “Little Ego”, a pesar de su coincidencia formal, incluye una ligereza onírica, un trazo más desenfadado del que estas obras adolecen-, soluciones gráficas y gramática narrativa, una particular interpretación de la línea clara franco-belga: la serie de Max Fridman, compuesta por “Rapsodia húngara”, “La puerta de Oriente” y “No pasarán”; la novela gráfica “Jonas Fink”, y los relatos de “Vacaciones de ensueño”, juguetones como “Little Ego”, pero más centrados en lo narrativo y no tanto en lo anecdótico y visual.
Espías
Max Fridman es un espía francés retirado de origen judío, vive en Suiza dedicado a la importación/exportación de tabaco o, al menos, eso aparenta. Una actividad que, desde el origen de los tiempos comerciales, ha sido la tapadera de todo tipo de transacciones legales, ilegales y alegales. La primera vez que nos topamos con él es en Ginebra, ciudad en la que se ha retirado, en el año 1938, cuando los servicios secretos de todos los países europeos, americanos y asiáticos se entrecruzan, gestando el entramado que hará estallar en breve el conflicto que se conocerá como II Guerra Mundial, utilizando como campo de pruebas la ya avanzada Guerra Civil Española (¿cuándo se atreverá algún historiador con crédito a avanzar la fecha de inicio de la II Guerra Mundial al 17 de julio de 1936?).
Para los servicios secretos franceses, el Deuxième Bureau es ya un aficionado, pero justo ese es el tipo de agente que necesitan para enviar a Budapest tras la pista de quien ha desmontado de manera despiadada su célula allí, la Rapsodia Húngara. Personajes torturados, dobles -y hasta triples- vidas, glamour, persecuciones y un contexto histórico fascinante en el que los individuos se ven zarandeados por el envite de la historia. Max Fridman es un Tintín con barba en el que el cinismo ha podido con la inocencia.
A “Rapsodia Húngara” (1982) le siguen “La Puerta de Oriente” (1985), ambientada en Estambul, y ¡No pasarán| (1999-2008), cuyo título deja pocas dudas del contexto y los lugares en los que se desarrolla la historia. Los tres títulos están editados por Norma Editorial, su casa en España desde 1984, en que la revista Cairo, y posteriormente Cimoc, comienzan a publicar por entregas las aventuras de Max Fridman, aunque anteriormente ya había hecho acto de presencia en la iconoclasta -entonces- revista Bésame mucho. Desde 2011 se puede encontrar una edición integral de “¡No pasarán!” que incluye 52 páginas de dossier gráfico, episodios extras, documentos, datos históricos y bibliografía, a la espera de reediciones semejantes de los dos primeros títulos de la serie.
Historia, política y coming of age
De “Jonas Fink. Una vida interrumpida” contamos también desde 2019 con una edición integral que engloba las tres partes de la historia de este muchacho judío en la Praga checoslovaca post II Guerra Mundial, que cuenta con 12 años en 1950 y al que Giardino sigue hasta la invasión soviética de 1968 y su huida hacia Occidente que desemboca en un nostálgico epílogo en 1990, justo después de la caída del Muro de Berlín: “La infancia” (1991), “La adolescencia” y “La juventud” (1998) y “El librero de Praga” (2018).
Algo más melancólico que Milan Kundera, un poco menos socarrón que Bohumil Hrabal, sin la ironía de Ivan Klíma, Vittorio Giardino, no siendo checo, no habiendo nacido ni vivido en El corazón de Europa, realiza un ejercicio de pura literatura en este bildungsroman en tonos ocre -¿Praga: La ciudad dorada?- plagado de inocente compromiso y de la crueldad arbitraria del totalitarismo, con algunos trucos en la parte de la trama dedicada a la resistencia cultural que proceden de la estética de los argumentos de espionaje de Max Fridman, como las escenas de cama plagadas de conversaciones con doble sentido, de intimidad “política”.
Pequeñas piezas de realismo onírico
La publicación más reciente de Giardino de la que disponemos es la edición en un solo volumen de los tres álbumes publicados entre 1990 y 2003 bajo el nombre de “Vacaciones fatales”, ahora con el título de “Vacaciones de ensueño”. 12 relatos que van desde las 4 páginas del más breve, “Aquel sutil escalofrío”, con que se abre el volumen, a las 24 de “La tercera edad”, con guion de Pierfrancesco Porperi; junto con “La chaqueta embrujada”, con guión de Benoit Marchon sobre un cuento de Dino Buzzati, son los dos únicos en los que guion y dibujo no son del propio Giardino.
“Al principio fue casi un juego. La idea de escribir pequeñas historias en las que poder insertar aquí y allá lugares y personajes que había conocido, me divertía”. Con esta declaración comienza el prólogo que el propio Giardino ha escrito para esta edición. Los relatos más carnales, los más mediterráneos, mezclan Sciascia con algunas gotas del onirismo erótico desarrollado en Little Ego. Cada uno de ellos viene precedido por una explicación del autor sobre el origen de la historia, de los personajes o de la anécdota que estuvo en el germen de la narración.
Como remate, esta edición integral incorpora un portafolio de ilustraciones que nos hacen querer formar parte del universo estival de Vittorio Giardino.
Peter Bagge ha decidido continuar la saga Odio, uno de los cómics icónicos de los años 90 y que, desgraciadamente, dejó de publicar. Buddy Bradley, el personaje que nos enseñó que el brillo del grunge y la juventud de esa década era más bien una luz desvaída, inserta ahora a su personaje en los EEUU de Trump y “el género fluido”, con cargas de profundidad la constatación de cómo ha bajado el poder adquisitivo de cada generación. La obra, ‘Odio desatado’, sigue igual, o sea, sublime