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EN EL AULA DE CULTURA DE LA CAM

Vinicio Capossela: "Vamos a armar un bon pollastre"

14/04/2018 - 

ALICANTE. Tres hombres tocados en un rincón, tres instrumentos de cuerda, la voz de uno de ellos presenta el espectáculo, “ante ustedes un hombre emplumado”, de entre las sombras emerge una figura encorvada que recuerda un ser mitológico, medio hombre, medio ave, rampante y crepuscular. Ante ustedes, un animal musical desplumable, ¡Viniiicio Caposssssela!

Y así, arrumbado sobre un micrófono traidor que a lo largo de la noche se sumió en algún que otro desmayo, el animal emitió sus graznidos sobre el cabalgar de la Scorza di mulo que configuraba un paisaje de frontera polvorienta, muy acorde con sus tiempos tomwaitianos, en un muy poco disimulado homenaje al Get behind the mule del norteamericano. Ritmo cabalgante, distorsiones y rasgueos, electricidad y voz ruda como introducción a dos horas de folk bajo palio, de luces asomando al fondo de las grutas, de canciones que resuenan desde el más allá de la oscuridad.

“Vamos a armar un bon pollastre”, dijo el gallo una vez desplumado y convertido en pirata Barbossa, guitarra en ristre, entonando una Golondrina que enmarcaba gran parte de lo que iba a suceder a continuación: folk de las montañas transalpinas regado de los sones polvorientos del blues de frontera y mucha, mucha palabra con sentido entre mandolinas, guitarrones y el piccolo acordeón que entre los brazos del italiano de Hannover, sonaba más allá del desierto de Sonora. La simbiosis de músicas de raíz que convierten al folk en “una forma de rebelión frente a la dictadura de la actualidad, una música contradictoria, porque aunque procede en cada caso de un folclore muy localizado, tiene un sentido de universalidad, como una lengua que nos habla a todos”.

En un formato de trío que por momento se convertía en cuarteto, con el apoyo rítmico del bajo, flanqueado en los extremos del escenario por a Alessandro Asso Stefana y el manchego Víctor Herrero, Vinicio Capossela (Hannover, 1965) fue desgranando temas de su última aportación a los imprescindibles de la historia de la música, el doble Canzoni della cupa, ante un auditorio del Aula de Cultura de la Fundación CAM repleto, con nutrida representación de la colonia italiana, sobre todo en las últimas filas. Signora Luna, L’Acqua chiara alla fontana, La notte di San Giovanni, se fueron sucediendo, en recorrido de montaña hasta la primera cima, el Femmine que sirve de apertura al disco, como un homenaje a la anciana de quien la aprendió, “un canto de trabajo que las acompañaba cuando iban a recoger tabaco”, interpretada aquí como un blues, “porque era una canción de sudor”, aunque con el slide y los ecos infinitos del blues de frontera. "Porque el mundo de la tierra es muy femenino, la tierra es madre antes que nada y la mujer está muy presente en toda la cultura popular, también en estas canciones, que en su mayoría tienen un sujeto femenino".

La resistencia cultural de Europa

Primera etapa cubierta. En la meta, “Io ti volevo bene / E te ne voglio ancora / Tu ora sei l’amore / Bella mia, bella mia”, el maestro Matteo Salvatore y su paura del abandono, con Il bene mio. “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”, Il treno, un nuevo cambio di cappello, un micrófono que se desmaya y un tipo con más tablas que Daniele De Rossi o Gianluigi Buffon, que estira los punteos, que juguetea con sus acompañantes, que lo siguen en el contrapunto, hasta que se acerca al micrófono de la mandolina, se agacha, y sigue entonando estrofas hasta conseguir que el público tenga ganas de ponerse en pie para aplaudir. Pero fue como una contención, un aplauso interruptus que contuvo su explosión todavía, porque llegaba el segundo maestro, Atahualpa Yupanqui, en la forma de Abbandonato, la traducción de Los Ejes de mi carreta, tema seminal del cantautor argentino, con el que abría Capossela Rebetiko Gymnastas, su anterior disco, de 2012. El Rebetiko, “la resistencia cultural de Europa”.

Tras sentarse ante el piano, y regalar una desgañitante Scivola vai via, il capo Capossela se calzó el piccolo acordeón y ya los pies de los 400 asistentes difícilmente podían aguantar el espacio entre los asientos. Final de fiesta a todo acordeón, gente en pie, y generoso trío que sólo necesitó un poco de cariño para volver a empuñar sus instrumentos. Capossela es de esos músicos que agradecen los aplausos, las sonrisas, los gritos de ánimo, vamos, un músico encariñado con sus tifosi.

Primer bis Con una rosa, segundo bis ante las teclas del piano de nuevo, desmenuzando una tiernísima versión de Che coss’è l’amor, y ya absolutamente enardecido por una sala saltarina, con absolutamente todo el mundo de pie, “Uh… nanachenanachecici’ / Uh… nanachenanachecici’...” una Nachecici a todo lo que daban sus manos y los pies de los presentes, con una maravillosa morcilla por en medio, en forma de macarrónica Knocking on heaven’s door de apenas diez segundos, antes de continuar con  más “Oh… nanachenanachecici’ / Uh… nanachenanachecici’ / Uh… nanachenanachecici’ / Io mò mi muoio” que ni siquiera pudo ser el final, ante la estruendosa acogida. Para ello fue necesaria una Lo sposalizio di maloservizio frenética y descabellada.


"El folk es una forma de resistencia cultural, algo previo a la homogeneidad de la globalización, que no viene de un móvil o de las redes sociales. Es algo verdadero. Cincuenta años atrás los jóvenes querían liberarse de ello y tocar rock, pero ahora es una forma de rebelión frente a la dictadura de la actualidad", declara Capossela, antes de calzarse uno de sus sombreros de la resistencia.

El trabajo conjunto de la Fundación CAM y los dinamizadores culturales Miguel Carratalá y Álex Tévar, a la cabeza de sus Un fulgor de moda antónima y Santa Leonor, respectivamente, han abierto una nueva vía al ocio musical de Alicante. El subidón ya está en el concierto, no hace falta esperar a la presunta fiesta posterior.

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