ALCOY. 'Un destino seguro para campar a sus anchas'. Este podría ser perfectamente el emblema que entonan al unísono los alojamientos, hoteles y casas, rurales en tiempos de post Covid-19. "Alicante ha luchado siempre por posicionarse como un destino turístico de interior, a través de campañas promocionales y otras actuaciones". Indira Amaya es, desde hace más de un año, presidenta de la Asociación Turismo Alicante Interior. "Es una entidad que lleva quince años trabajando, con el añadido de la oferta tan variada que tiene, con actividades, como las rutas senderistas, y la oferta cultural de localidades como Alcoy, además del entorno rural que nos acompaña", recuerda.
Como portavoz de la asociación que aglutina el turismo más 'rústico' de la provincia, ahora trending topic más que nunca, y que prepara grandes novedades en este ámbito de cara al mes de septiembre, como el touring, entre otras, reconoce que el sector ha sabido sacar pecho ante la situación sanitaria. "Desde los hoteles, hasta las casas rurales, vistas como destino seguro, han trabajado muy bien, sobre todo con la oferta del alquiler completo y de familias con niños", apunta como una de las constantes.
"La ocupación se ha situado en un 80% este mes de agosto, se ha notado la demanda hacia el interior". Amaya regenta, además, el Hotel con Encanto Masía La Mota, y que forma parte, junto a Turismo Alicante Interior, de la marca Club de Alojamiento de Interior de la Comunitat Valenciana 'Temps', con una cincuentena de casas de calidad. "Nosotros abrimos en julio, y solo tenemos reservas directas, concentradas en el fin de semana, intentando no superar las doce personas al día". Y aquí precisamente es donde se escribe la fórmula del éxito. "Es cierto que no hay una constante, pero nosotros, los alojamientos de interior, ofrecemos, en un montón de kilómetros, 62 plazas como mucho, con lo que es imposible que se sature, porque no hay tantas camas, y la gente se siente a sus anchas", incide, en el caso de su negocio, con 2.000 metros cuadrados de construcción.
A apenas diez minutos en coche, concretamente a 5,8 kilómetros, se encuentra la Masía La Safranera, un concepto distinto de alojamiento al anterior, aunque también enclavado en la idea del slow motion que ofrece la vida natural que habita entre entre los parques naturales de la Sierra de Mariola y de la Font Roja. Carlos Pla dirige la empresa familiar, que alberga doce habitaciones, con una capacidad de hasta 28 personas.
"Después del ERTE, fuimos de los últimos en abrir, en julio, un mes que ha sido muy bueno", reconoce. Aunque el modus operandi del funcionamiento de un alojamiento rural también se ha tenido que adaptar. En La Safranera, por ejemplo, se han cerrado las zonas comunes, así como los aseos interiores, y los accesos al restaurante se realizan por el exterior. "Se trabaja mucho con reserva de un día para otro, y con largas estancias, de tres o cuatro días", advierte Pla. También su alojamiento es uno de los que ha llegado a superar el 80% de media de ocupación en la primera quincena de agosto, rozando el 85%, un dato que celebra. "La gente huye de las masificaciones de la playa, hay mucha concienciación y respeto por el sitio natural; nosotros tenemos y queremos defender nuestro negocio, por nuestra salud", insiste, a la vez que explica que el perfil del visitante también ha 'mutado', siendo hasta un 95% cliente de proximidad.
"Estamos recibiendo clientela nacional, muy poco turismo internacional; la mayoría de huéspedes vienen de la propia provincia o comunidad". En la misma línea se pronuncia el Hotel La Escondida, de la cadena Singular's Hotels & Restaurants, ubicado en carretera de Penàguila, como detalla Carmen López, jefa de recepción. En su caso, reabriron el 12 de junio con todas las restricciones exigidas en cuanto a las medidas de seguridad de distancia social, higiene, mascarilla obligatoria en zonas comunes, etcétera. "Además, nuestro restaurante ha pasado a funcionar bajo reserva obligatoria, distribuido en franjas horarias", añade, lo que ha reducido el número de comensales, puesto que el número de mesas también ha descendido.
La Escondida es otra muestra de que julio y agosto han sido dos meses de vacas gordas para el alojamiento de interior, mejor incluso que otros años. "En julio hemos registrado un 57.82% de ocupación, superando la del año pasado (49.63%), mientras que agosto se ha incrementado hasta el 86.85%, también por encima de las cifras de hace un año (76.18%)", avanza. "Por lo menos este año, en nuestro propio establecimiento y en otros de la cadena, hemos visto un incremento. Nos parece que nos demandan al ser un lugar poco masificado, por el entorno y por la poca concentración de gente en el propio hotel, con doce habitaciones y una villa", concluye López.
No obstante, la buena salud estival de la que están gozando los alojamientos de interior no quita que también sientan la "incertidumbre" a partir de septiembre. "No hay reservas ya en ese mes. Los niños vuelven al colegio, y da más miedo, hay alarma social", reconocen desde La Safranera, quienes lamentan las pocas ayudas, o el retraso en recibirlas, en su caso, que el sector debería de tener por los meses de cierre forzado. "A partir de septiembre se nota un descenso bastante notable de las reservas, sobre todo durante la semana. Por otro lado, hemos empezado a recibir algunas cancelaciones para la que viene, fruto de la inquietud que los clientes tienen respecto a los nuevos brotes existentes, inseguridad que ellos mismos nos han mostrado por teléfono", añaden desde La Escondida.
Más optimista quiere mostrarse la representante de Masía La Mota y presidenta de Turismo Alicante Interior. "Septiembre y octubre siempre han sido unos buenos meses y, aunque de ahí hasta marzo cae la ocupación, están las reservas de Nochevieja. Con todo, es cierto que este año será de recuperación", confiesa. Viento en popa, y a toda vela, aunque con mucha precaución, para un sector que nunca ha dejado de pelear, el del interior de la provincia de Alicante, y que está sabiendo aprovechar la oportunidad de la tendencia 'ermitaña' a la que está forzando, en cierta manera, el miedo a la pandemia desde las ciudades grandes.