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POEMAS Y TERTULIAS

Viaje a Les Salonnières: así son las veladas que inundan València de literatura escrita por mujeres

24/10/2022 - 

VALÈNCIA. Desde hace unos meses, una sociedad de voraces amantes de la palabra se reúnen en València cuando cae la noche para honrar la figura de diversas escritoras. Para explorar su literatura e indagar en sus mecanismos creadores y en sus anhelos. Para ahondar en esas genealogías femeninas tantas veces negadas. Este colectivo se hace llamar Les Salonnières, denominación que recoge el eco de esas mujeres de clase alta que en el siglo XVIII abrían los salones de sus casas para invitar a artistas e intelectuales con el objetivo de ampliar los conocimientos “que por su condición de género les eran restringidos y formarse sus propias opiniones”, explica Sonia Rayos, impulsora de la iniciativa junto a Paula Camarasa, Carola Falgás, Ana Fernández y Anaïs Vauxcelles. “Nosotras no tenemos títulos nobiliarios, ni casas con salones tan amplios como los de las ilustradas damas, pero sí buenos amigos que nos ceden su palacio”, añade. Las primeras sesiones se han llevado a cabo en Splendini y ahora el proyecto se traslada a Radio City donde el 2 de noviembre acogerá un encuentro protagonizado por Adrienne Rich. Tomará así el relevo en estas veladas literarias a Idea Vilariño, Anne Sexton, Alexandra Pizarnik e Ida Vitale.

Por cierto, la profusión de poetas en esta nómina no es casual: “me encanta la poesía y, en un momento dado, me di cuenta de que casi todas las obras que leía eran de poetas masculinos, así que esta iniciativa me pareció una buena manera de poner el foco en ellas”, reconoce Rayos. Pero no solo de versos vivirá en el futuro Les Salonnières: “una vez hayamos creado músculo, la idea es abrirlo a otras artes: estamos pensando en dedicar un encuentro a Virginia Woolf, también hacer uno sobre fotógrafas, otro sobre textos de mujeres arquitectas…”, añade.

“Para mí es una forma de amor y reconocimiento a estas mujeres”

Esbozado el perímetro de estas grietas por las que colar palabras, toca aproximarse a algunas de sus claves. “Las organizadoras de este evento no somos expertas en literatura, sino que nuestra meta es promover conversaciones a partir de los textos de estas autoras, conocerlas mejor y aprender entre todos los asistentes”, sostiene Rayos. María Paula se acercó a Les Salonnières en un momento de su vida en el que estaba “desgarradísima y necesitaba este tipo de lecturas poéticas. La primera escritora planteada fue Alejandra Pizarnik, una artista tan tremenda y profunda que me enganchó. A partir de ahí fue imposible no seguir asistiendo. Para mí es una forma de amor y reconocimiento a estas mujeres”.

En la mayoría de clubs de lectura, la estructura está clara: los participantes acuden para hablar de una obra concreta que, en su mayoría, han leído con antelación. Pero esto no es un club de lectura, sino, recordemos, una velada literaria. Al poner aquí el foco en la figura de la escritora más allá de uno de sus títulos específicos, el esquema de actuación sigue otros compases. Unos diez días antes de cada sesión, se anuncia a la protagonista y los participantes acuden con sus propios libros sobre cada creadora “o bien sin haber leído nada de ella, pero con ganas de descubrir”.

Antes de que se inicie el evento, sus responsables imprimen algunos poemas de las autoras y los esparcen por las mesas del local, “así la gente cuando viene puede coger los textos que tiene cerca e ir leyendo. Empezamos haciendo una primera introducción de la escritora para ir entrando en su universo. Y a partir de ahí comenzamos a comentar su trabajo. No hablamos tanto de cuestiones técnicas, sino de qué es lo que nos sugiere, de qué nos provocan sus palabras y a dónde nos trasladan. Es casi una terapia de grupo, compartimos nuestras experiencias y salen ideas muy bellas. Y siempre surge cierto debate sobre si, en el arte en general, realmente necesitamos saber lo que la creadora”. Así, como resalta entusiasmada María Paula, a estos encuentros “no hace falta ir con los deberes hechos: no te tienes que haber aprendido la biografía de la escritora, ni haberte leído todos sus libros… Si cuentas con esa base, genial, pero no es necesario. Lo bonito de estas veladas ya no es solamente poner en valor a la autora, sino también lo que transmite y eso es algo muy subjetivo, por lo que el ejercicio se convierte en un coloquio en el que cada uno interpreta de una manera distinta los versos de cada poeta”.

 

Poemarios… y cadáveres exquisitos

Afortunadamente, en el cesto de las creadoras que embrujan, sugestionan, deslumbran, agitan o estremecen hay muchos nombres entre los que elegir. En este caso, la selección parte o de las propias filias de las impulsoras del evento o de sugerencias de sus asistentes. Así, por ejemplo, la sesión dedicada a Ida Vitale surgió “porque a un grupo de participantes les encantaba su obra y tenemos ya una lista de autoras propuestas por otros integrantes de las veladas”, apunta Rayos.

Pero no todo va a ser charlar (y leer). Quienes se acerquen a estas reuniones encontrarán también sobre las mesas unas bandejas con papeles en blanco y bolígrafos. ¡Alerta Pizarnik, alerta Pizarnik! Y es que, según comenta Rayos, la poeta argentina “guardaba palabras, o frases recogidas de lecturas o conversaciones en cajitas o sobres, que fueron publicados como obra póstuma”. El objetivo aquí es que los asistentes puedan apuntar de forma anónima sus reflexiones a lo largo de la noche o fragmentos de los textos con los que hayan conectado especialmente. Al finalizar la sesión, estos papeles se recogen para formar un Cadáver Exquisito o Quebrantahuesos.

Es una verdad universalmente conocida que muchas iniciativas centradas exclusivamente en figuras femeninas reciben de vez en cuando algunas miradas recelosas o comentarios con cierta retranca. Una suerte de “¿Y el día del hombre, para cuándo?” aplicado a todo tipo de proyectos. Por suerte, no es el caso de Les Salonnières: “llevamos tanto tiempo estudiando a hombres: en los libros de texto, en el canon… Lo tenemos tan interiorizado que resulta fundamental que cada vez haya más iniciativas que apuesten por dar voz a las mujeres. En ese sentido, nadie nos ha cuestionado el centrarnos en la escritura de las autoras”, apunta Rayos.

Y aquí entra una cuestión crucial: las protagonistas de estos guateques literarios son escritoras, voces femeninas a las que se desea celebrar y reivindicar, sin embargo, la asistencia está abierta a todo tipo de público. Así lo cuenta Rayos: “nos estuvimos planteando si hacer un grupo solo de mujeres y decidimos que preferíamos que fuera mixto para que esas creadoras puedan llegar a mucha más gente. El grupo está abierto a hombres, lo que no varía es que la protagonista es siempre una mujer”.

Continuando por esa vereda, María Paula destaca que “es genial leer un poema de una de estas mujeres y poder conocer también la visión masculina al respecto, ver su punto de vista y debatir al respecto. En general, uno de los aspectos más interesantes de estas veladas es que se pueden recoger las diferentes sensibilidades que pueden tener los poemas según quien los reciba”.

Cuando brotan en toda su potencia, los poemas actúan como un artefacto repleto de sentidos esperando a ser desentrañados. En los casos que nos ocupan, esos textos ejercen también de memoria de las experiencias femeninas acumuladas en distintos cronogramas y latitudes. Desde ese prisma, María Paula comenta que disfruta observando cómo a través de sus versos estas autoras desgranan “con un lenguaje íntimo y desgarrador cuestiones como la locura, la tristeza, el amor, la desesperación, la maternidad o los problemas para desarrollarse profesionalmente como quisieran. Cuando lees un poema de los años 40 o 50 y aún sigue vigente en nuestra realidad, es fascinante. Te das cuenta de que muchas situaciones que plasmaron en sus escritos las seguimos viviendo las mujeres de hoy en día. Es importante ver cómo mujeres de otras épocas ya peleaban por nuestros derechos, ya reivindicaban una identidad femenina. Leerlas en común te ayuda a ponerlas en contexto y ver en qué hemos avanzado y en qué seguimos igual”.

Al inicio de este texto, hablábamos de esos insaciables letraheridos que se congregan para charlar sobre Idea Vilariño o Anne Sexton. Llega el momento, pues, de afinar el retrato robot de dichos asistentes. Aquí, el común denominador, es, precisamente, la heterogeneidad: fieles fervorosos de la autora protagonista y aficionados a la literatura o se entremezclan con curiosos atrapados por el magnetismo de los versos. Así, más allá de la gente que acude intencionadamente a las sesiones, “también hay clientes del local que mientras se toman algo nos escuchan hablar de poesía y a veces se animan a intervenir– indica Rayos–. Creo que es una manera de generar altavoz con un tipo de lectura no tan extendida entre el gran público”.

En estos ecosistemas turbocapitalistas en los que tratamos de sobrevivir, parece que el éxito debe ser siempre sinónimo de crecimiento y velocidad. Llegar siempre más lejos, alcanzar más extensión. Como explica Rayos, no son esos los ritmos a los que aspiran en Les Salonnières: “he recibido algunos mensajes para organizarlo también en otras ciudades o poner una cámara para seguirlo online, pero preferimos mantener un contexto más acogedor e íntimo, en el que nos podamos escuchar bien unos a otros”.

La conclusión la pone Pizarnik por nosotros:

“Una mirada desde la alcantarilla
puede ser una visión del mundo,
la rebelión consiste en mirar una rosa
hasta pulverizarse los ojos”

Y menos mal.

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