ALICANTE. Como la etapa de la Vuelta Ciclista a España, la de hoy (ayer miércoles), parecía una jornada tranquila en la Diputación de Alicante, pero se volvió una jornada trampa. La corporación provincial debía debatir una moción de Compromís para solicitar al Gobierno central, del PSOE, que convocara el Consejo Económico de Política Fiscal y Financiera con el fin de que se desbloquearan los fondos para las comunidades autónomas, entre ellas, la valenciana. Y además, abordar la cuestión de las ayudas nominativas que sigue disfrutando (de manera silenciosa) el municipio de Busot, cuyo alcalde, Alejandro Morant, es, también, el diputado de Carreteras. Lo primero era un marrón para los socialistas; lo segundo, se le podía enredar al presidente de la Diputación, Carlos Mazón, máxime cuando su socio, Ciudadanos, se había posicionado en esta cuestión con Compromís, azote del PP -y en parte del PSPV- en la política de subvenciones nominativas que hasta hace años campan a sus anchas en la Diputación de Alicante, como herencia del bipartidismo, -y en otras corporaciones de este tipo- sin que nadie pusiera concierto y control a la solicitud de dinero a la carta, casi siempre mediatizada por el color político del presidente de turno.
Pues bueno, lo que pudo ser una jornada de consensos, dejó dos conclusiones: la relación entre los dos socios del Botànic en el seno del Palacio Provincial de Alicante no se presagia muy airosa, a tenor de las votaciones, y algún reproche, y que el presidente de la Diputación no necesita, como antaño, buenos escuderos para defenderse y salir inmaculado de los rasguños que les embosca, sobre todo, el concejal de Xaló, Gerard Fullana. Le apretó Compromís con las nominativas, y el PSPV, con las transferencias impropias, y en ambas embestidas, salió airoso y casi victorioso, dando muestras de que aún conserva parte de ese desparpajo y agilidad dialéctica que se le conoció en otra etapa de su singladura política, abortada temporalmente por su paso por la Cámara de Comercio, donde tuvo que lidiar con cuestiones de mayor riesgo económico, pero de peor vértigo político (bueno, alguna polvareda indirecta si que levantó su entorno para regocijo del PP).
El primer debate fue la muestra de un botón de lo que puede ser la relación entre Compromís, ahora menguado a un representante, y el PSPV, mayoritario, con 14, pero con diferentes velocidades para alcanzar sus objetivos. El Compromís de Fullana sigue siendo irreverente, atrevido, antisistémico, locuaz, mordaz, sin pelos en la lengua en la casa del ortodoxo alicantinismo. Y con ese estilo había presentado el texto para reclamar más fondos a Madrid, con la sonrisa del PP en la bancada -que ahora en la oposición, también lo reclama, sin ataduras, para sacarle los colores al Botànic II- y un silencio sepulcral de Cs, cual convidado de piedra en una empresa que no parece ir con ellos. Fullana esperaba, cuando menos, la enmienda del PSPV para unir esfuerzos y sacar el texto reivindicativo con consenso. Pero los socialistas de Francés se descolgaron, con su voto en contra, con la excusa de que no se puede exigir la convocatoria del CPFF con un Gobierno en funciones. "De haber quitado el primer punto, lo hubiéramos apoyado", se había confabulado el portavoz socialista. Pero no. Fullana se acogió que era el mismo texto que se llevó a las Cortes Valencianas y, por no tanto, no había razón para rebajarlo de tono. Primer síntoma de los roces que se avecinan.