VALÈNCIA.- La ovación en el pabellón fue máxima. Se retiraba el campeón absoluto de la gimnasia rítmica masculina. El valenciano Álvaro Pradas se despedía de la moqueta en el último campeonato de España el pasado mes de julio, a sus 23 años de edad, habiéndolo ganado absolutamente todo a nivel nacional. Una trayectoria profesional intachable pero, especialmente, una carrera de fondo, rompiendo clichés y cambiando las reglas para conseguir que la gimnasia rítmica masculina sea reconocida y se sitúe en el lugar que merece. A Álvaro lo han llamado, no en pocas ocasiones, pionero. Lo es porque cuando pisó el tapiz con tan solo cinco años de edad no tenía figuras masculinas en las que inspirarse. Tampoco le hicieron falta. Cuenta que se enamoró de aquellos movimientos, de la esencia del deporte en sí, de las maravillas que hacía su amiga de clase y deseó probar.
Era un niño «que hacía cosas de niñas», le dirán muchas veces a su madre a partir de entonces. Atiende a Plaza en El Colonial Sport de Alfafar, centro supervisado por la Real Federación Española de Gimnasia, donde hoy es entrenador y, ahora sí, el referente para decenas de gimnastas masculinos a los que ha abierto el camino. «Claro que no fue fácil. Me llamaban maricón y yo ni siquiera sabía lo que significaba esa palabra. En aquel momento no se hablaba de bullying y te lo tragabas. Luego empezaron a llegar las medallas y, de repente, aquel chico al que llamaban marica ya no lo era tanto. Era un deportista», recuerda Pradas.
También reconoce la dureza de un deporte de por sí minoritario en el que él consiguió ser totalmente independiente a nivel económico o que, al menos, dedicarse a la rítmica no le costara dinero. Tenía patrocinadores, pero para un deportista de élite hacen falta más herramientas. «Yo he sido mi coreógrafo, mi psicólogo, mi entrenador a partir de mi etapa de madurez deportiva, me cosía las piedras del maillot, me implementaba las rutinas, y esa soledad acaba pasando factura», señala.
Álvaro Pradas: "Me llamaban maricón y ni sabía lo que significaba esa palabra. En aquel momento no se hablaba de bullying y te lo tragabas"
Desde el año 2009, cuando compitió por primera vez en un nacional, Álvaro no ha vuelto a casa sin una medalla. Los logros los ha compaginado con su carrera de Filología Catalana y con el Conservatorio de Danza. Sesiones de hasta cuatro horas diarias de entrenamiento más los estudios acaban pesando, pero nunca tanto como para dar la espalda a la rítmica, o quizá a la familia que ha formado dentro de la misma.