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los dados de hierro

La larga partida de ajedrez de Vladimir Putin

  • Vladimir Putin. Foto: PHOTOXPRESS / ZUMA PRESS / CONTACTOPHOTO

Hace 33 años, la Guerra Fría terminó con la caída del muro de Berlín, acompañada dos años después por la disolución de la Unión Soviética. Ahí arrancaron nuevas vicisitudes políticas y sociales de los contendientes, que nos han acabado llevando a donde estamos ahora.

En el bando ganador, Occidente, la victoria dio alas a la ocupación favorita de los vencedores a lo largo de la historia: hacer leña del árbol caído, y aplicar ideología a calzón quitado (que para algo dicha ideología ha demostrado su validez con la victoria). La ideología, en este caso, fue el neoliberalismo: privatizaciones, desregulaciones, delegar cualquier función estatal en “los mercados”, y someter cualquier asunto público a la lógica financiera: si no da beneficios, no compensa. 

El resultado, treinta años después, ha sido la duplicación y triplicación de las deudas públicas y privadas, una multiplicación por cinco del precio de algo tan básico como la vivienda (acompañado de sucesivas burbujas que han destrozado el medio ambiente edificando en el litoral y mediante un urbanismo extensivo), un aumento salvaje del número de parados y subempleados, y como consecuencia de ambos una sociedad estratificada donde la posición social de cada uno ya depende más del patrimonio inmobiliario de la familia en que nació que de cualquier otra cosa. A esto podemos sumarle un tecnofetichismo que llevó a Occidente a meterse en los marasmos de Irak y Afganistán. ¿Y a cambio? ¿Se ha cumplido el proyecto neoliberal? ¿Somos más “libres” que hace treinta años? 

Pues resulta que los mismos medios y opinadores que han apoyado esta agenda ideológica nos dicen hoy que se era más libre en el Franquismo, “porque al menos no te cancelaban por hacer chistes de gangosos o mariquitas” (sí es cierto que ahora la sociedad es más diversa y tolerante con las opciones vitales, en eso sí somos más libres, ¡pero precisamente los mentados medios y opinadores son quienes más se opusieron en su día a dichas normalizaciones!).

Eso los ganadores. ¿Y el perdedor? Pues lo mismo que los perdedores a lo largo de la historia, la necesidad le ha forzado a ser pragmático y a aprovechar las pocas cartas que tiene, y no ser demasiado mojigato con ellas. Rusia inició su errático andar en los noventa de la mano de Boris Yeltsin. Como aperitivo, Yeltsin se enfrentó al parlamento por la agenda neoliberal que intentaba imponer. El enfrentamiento terminó en 1993 con el bombardeo del parlamento por parte de Yeltsin, que acto seguido también escribió una nueva constitución para Rusia que le daba un papel muy fuerte al presidente. Todo esto, con el apoyo entusiasta de los países occidentales, que así iniciaban la obtención de leña del árbol caído.

Cualquiera diría que Yeltsin no habría sobrevivido políticamente a las siguientes elecciones en 1996, pero la división de la oposición, el apoyo de los medios (en manos de los oligarcas) que ocultaron entre otras cosas un infarto bastante severo durante la campaña, y un oportuno préstamo del FMI con el que pagar los salarios atrasados de los funcionarios le permitieron ganar 54-41 ante el candidato comunista en segunda vuelta. La revista TIME tuvo incluso la desfachatez de poner en portada “Los Yankees al rescate” a la hora de explicar su victoria.

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