Valencia Plaza

VOL 1. Una radiografía al comercio más tradicional

Paterna: el comercio de siempre resiste al coronavirus

  • Fotos: KIKE TABERNER

VALÈNCIA. Pasando la Calle Mayor, un poco más allá de la estatua que conmemora a todos los tiradores de la Cordà, se encuentra el triángulo de los invencibles de Paterna. O, dicho de otro modo, los tres establecimientos comerciales más antiguos del municipio. Ya estaban ahí cuando la ciudad todavía se hacía llamar villa y, durante décadas, han prestado su servicio a generaciones y generaciones de paterneros.

Son muchas las etapas sociales e históricas que han entrado y salido por sus puertas: sucesivas crisis económicas, el crecimiento de la ciudad, el cambio del modelo de negocio, la digitalización, el nacimiento y popularización de los grandes centros comerciales… Y, ahora, una pandemia. ¿Pero qué es lo que han hecho para sobrevivir al paso del tiempo? ¿Cómo han soportado las tiendas más tradicionales el embiste de la crisis sanitaria?

El Horno de Nuestra Señora del Rosario: supervivencia a base de secretismo

Empezamos por el hermano mayor, el primero en plantar la bandera y no moverse del sitio: el Horno de Nuestra Señora del Rosario, más comúnmente conocido en el entorno como el horno de los cachaps. Este establecimiento levantó por primera vez su persiana en el año 1829 y, en sus casi doscientos años de historia, no la ha vuelto a bajar ni una sola vez.

La supervivencia, sin embargo, es más que comprensible: este es el único lugar en el que se puede comprar el cachap, un dulce de hojaldre por fuera y crema por dentro cuya receta ha permanecido secreta por los siglos de los siglos. Tanto es así que el establecimiento tiene la fórmula patentada, y tan solo una persona viva la conoce para poder elaborarla día tras día.

Sin embargo, ni siquiera el más dulce, viejo y sabio de los establecimientos de ha librado de las duras consecuencias del coronavirus: “Somos tres trabajadores y un encargado” explica Paloma, la dependienta que por la tarde se ocupa de atender a los clientes. Varios de ellos entran y salen en busca de una golosa merienda. “Nosotros pudimos abrir porque también vendemos pan, pero está claro que las ventas han bajado mucho. Los trabajadores estuvimos en reducción de jornada durante toda la cuarentena, y fue la familia la que se tuvo que hacer cargo de todo esto” relata.

La caída de las Fallas y de la Semana Santa también hizo mella en los beneficios atribuidos al cachap, y el ritmo ni siquiera ha vuelto a ser el mismo para uno de los establecimientos más frecuentados y demandados de la localidad. Ni siquiera después del estado de alarma. “No vendemos igual que antes” declara Paloma. Al parecer, no queda hueco para la dulzura en tiempos de pandemia. Aun así, en el Horno de Nuestra Señora del Rosario lo tienen claro: van a sobrevivir, como lo han hecho desde principios del siglo XIX.

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