VALÈNCIA. La tormenta perfecta. La peor crisis desde la gran depresión de 1929. Un acontecimiento mucho más «atroz» que el terrorismo, según el jefe de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una catástrofe sanitaria sin parangón desde la mal llamada —probablemente se originó en EEUU— gripe española de 1918. Los calificativos para definir el impacto del coronavirus se han agotado, pero las elucubraciones sobre el alcance de esta bomba de racimo —por usar la terminología bélica tan actual— siguen. También, la petición de responsabilidades por los errores o insuficiencias durante la gestión del fenómeno antes, durante y después. Quizá el más burdo fue ignorar los múltiples avisos de que este virus representaba una amenaza mayúscula, pero ¿quién puede asegurar el éxito contra un enemigo nuevo y desconocido? Lo importante, hasta que haya una vacuna, es aprender de los errores... si no es mucho pedir.
«Puedes llamarlo un germen, puedes llamarlo gripe, puedes llamarlo virus. Ya sabes, puedes llamarlo con muchos nombres diferentes. No estoy seguro de que nadie sepa lo que es». Así se refirió Donald Trump, en marzo y con casi cien mil infectados en EEUU, al coronavirus. Con su falta de sutileza habitual, el presidente del país más poderoso del mundo acertó. Aún queda mucho por saber del SARS-CoV-2.
De hecho, en principio, la enfermedad parecía atacar a pulmones y vías respiratorias, pero los últimos datos revelan que también podría afectar a sistemas nerviosos, vasos sanguíneos, intestinos o riñones. Además, se desconoce si es el virus quien castiga esos órganos o si el daño está originado por efectos secundarios de los tratamientos, el uso de ventiladores hospitalarios o una reacción inesperada del sistema inmunitario. Tampoco se sabe a ciencia cierta por que apenas afecta a los niños o mata a más hombres que mujeres. Aclarar, en la medida de lo posible, estas incertidumbres será fundamental. Científicos chinos y franceses trabajan con la hipótesis de que el tabaco podría protegernos del virus, aunque bien podría matarnos por un cáncer de pulmón. Por desconocer, desconocemos hasta su origen exacto: la narrativa que habla de la transmisión murciélago-pangolín-ser humano no tiene base científica. El principal asesor científico del Gobierno alemán, Christian Drosten, especula con que el virus se creó en una granja de mapaches, siempre en China.