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plato de la semana

Mochi de cheescake de Mochisan

Me sabe mal por Doraemon y sus dorayakis —cuántas tardes viendo esos dibujos y deseando uno de esos pastelitos— pero los mochis han desbancado a la merienda favorita del gato cósmico. Un giro de guion hacia un postre milenario que solo se tomaba en días festivos y que incluso servía de ofrenda a los dioses. Por suerte, hoy todos los días son de fiesta y podemos zampar mochis cuando queramos. Lo de ser dioses es ya otra historia. Y resulta curioso porque nadie hubiese pensado que en 2021 Doraemon seguiría emitiéndose por televisión y un postre a base de harina de arroz con una textura algo pegajosa sería la tentación de occidente. Y la mía.

Por eso, cuando pruebas un auténtico daifuku mochi sabes que ya no hay vuelta atrás y deseas tener una cápsula hoi-poi para almacenarlos y tenerlos a mano con solo apretar un botón. Como eso no es posible —de momento— lo mejor es acudir a Mochisan, un auténtico edén para los amantes de los mochis. Hay que desviarse del camino (está en la calle Martí l'Humà, 4) pero la recompensa es tan grande como encontrar una bola de dragón.

La carta de Mochisan es escueta, con ocho sabores fijos y otro que va rotando cada mes según los productos de temporada. Pero su pizarra no necesita más variedades porque sus mochis son de los mejores de la ciudad. Sin titubear recomiendo el mochi de cheesecake, relleno con un cremoso de queso, mermelada de frutos rojos y galleta. Es jugoso, suave y la textura roza la perfección. Y si lo acompañas con un Yuzu artesanal… ¡merienda de dioses! Puedes tomarlos en su cafetería —reserva antes una mesa— o llevártelos a casa.

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