El universo gay es sin duda amplio, diverso y plural. Los hay, que somos sarasas, otros bujarras, otros simplemente maricas o maricones, otras son bolleras o marimachos, afeminados y camioneras, que según algunos, vivimos en las aceras de enfrente, que deben ser muy distintas a las de las personas heterosexuales, entiendo.
Resulta curioso ver la variedad de ‘tipos de gais’, de etiquetas que pueden haber. Máxime, cuando uno descubre las Apps para conocer personas y se da cuenta de que además de todos los tipos de gais arriba mencionados, también hay daddies, twinks entre un larguísimo etcétera. Vaya si esconde variedades de gais la bandera arcoíris, pero lo cierto es que también, hay otro tipo de gais, los plumófobos, gordófobos, e incluso transfobos. Todos ellos tienen en común el odio y aversión a las personas que no se ajustan a los cánones del cuerpo ‘perfecto’ y los estereotipos de la masculinidad y feminidad hegemónica. Quizás, cuando nacemos y tenemos la suerte de nacer orgullosamente homosexuales, en lugar de nacer con un pan bajo del brazo, deberíamos de hacerlo con un manual de instrucciones de cómo ser un ‘buen gay’.
Cuando uno se dispone a salir por el ambiente, se pregunta ¿Qué me encontraré allí? Puesto que la imagen que se nos vende, no es otra que lugares repletos de chicos con ropa apretada, con poca ropa, cuerpos esculturales con pelazo y mujeres poco ‘femeninas’, y nada más lejos de la realidad. Así es, te encuentras con quienes lucen cuerpos al más estilo griego y sí, también con pelazo; pero también con quienes no tienen un esculpido cuerpo de gimnasio, visten con ropa ancha y sin tupida barba y ni masculinas formas, y no por ello dejan de ser menos bellos y atractivos. También hay mujeres con cuerpos de revista y otras que no; algunas con vestido, otras con pantalones y camisa de cuadros, pero en definitiva, mujeres, de los pies a la cabeza.
No obstante, quien suscribe vive con preocupación la creciente oleada de plumofobia que invade al mundo gay. Si ya traumático per se, sufrir el duro golpe del rechazo y la incomprensión de la familia, amigos y entorno, más humillante es todavía, sufrir la animadversión y rechazo de quien comparte tu misma orientación sexual, de quien puede presumirse comprensión y empatía, que se torna en desprecio y estigma por no cumplir con los patrones de la masculinidad y la feminidad.
El rechazo de unos gais frente a otros, ese hiriente desprecio entre iguales, pervierte la tan ansiada realidad diversa, plural e intolerante que reivindicamos homosexuales, transexuales, bisexuales e intersexuales.