Valencia Plaza

EL MURO

Lo público y el capricho

  • Volumen de Bancaja puesto a la venta en una librería de lance con la tarjeta del ex presidente José Luis Olivas.

En toda parcela en la que las administraciones públicas tienen capacidad de intervención aún se cometen tropelías. O se financian favores. Se gasta todavía sin excesivo criterio. Continúan pagos de complacencia y lealtad. Es lo normal, consideran. “Es mi turno”, comentan algunos sin pudor. Vale, ahora un poco menos por cuestiones de imagen, aunque simplemente, se efectúa de otra forma.

Hay mucho vividor/mosca en torno al mundo político y su panal de rica miel. Vivir del entorno político es sencillo. Y más, entre cachorros. Observen. De profesión, ponen en sus redes sociales: político/a con lo que garantizan estela de poder y supuesta notoriedad.

Les gusta ya a todos ellos, además, “sugerir” al gestor de turno. Lo hacen guiados simplemente por gustos personales. Por ejemplo, conciertos, artistas afines, libros con los que contentar, artistas a los que imprimir obras de arte o incluso comprárselas y, de paso, exponerlas en espacios públicos con todo lujo. Pero ¿bajo qué criterios reales, estéticos, formales u objetivos?

Durante años, lustros, décadas y hasta hoy en día, nuestras instituciones están decididas a llevar un tren de vida más que cuestionable y ocupan una parcela de lo privado que no les corresponde.

Está muy bien que À Punt reanime el sector audiovisual, pero no por ello ha de ser la financiera de las productoras bajo el discurso de la necesidad e importancia de contar con una industria sólida que genere empleo, aunque pague como paga. Además, no será libre concurrencia.  

O el sector teatral, por poner otro ejemplo, en el que el reparto de la subvención continúa a la orden del día. Es una forma de acercar o comprar voluntades, como se dice en el argot. En ese submundo existen auténticos privilegiados y hasta grandes profesionales de lo público. Vivimos una política del pasado. La creatividad hay que salir a buscarla. Y es enorme. No está en lo de siempre, en aquellos que han cumplido ciclo pero sirven para aplaudir y arropar en momentos claves. Así no existirá nunca avance y menos renovación.

Pero además, que me digan cuántas producciones teatrales, conciertos, espectáculos o representaciones operísticas financiadas con nuestros impuestos se encuentran recopiladas o se guardan para su difusión en los archivos de la extinta Canal 9 o ahora À Punt. Nos quedamos en la anécdota.

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