Jack Lemmon y Walter Matthau nos deleitaron con su papel en La extraña pareja (1968) que reeditaron treinta años después con La extraña pareja, otra vez (1998). Lógicamente los protagonistas de ambas comedias no se dedicaban a la actividad política y sus enredos y discusiones partían de la simple relación humana tantas veces de amor/odio. Pero el título de la secuela, me viene a la mente cuando pienso en los dos triunfadores del pasado domingo, Pedro Sánchez y Ximo Puig. Es notorio que no son grandes amigos y políticamente, pese a militar en el mismo partido, han tenido sus tensiones y desencuentros. Pese a todo, la historia política de ambos en los últimos años es realmente curiosa y sorprendente.
Empecemos por casa, el presidente Puig empezó su carrera en política, donde lleva toda la vida, como asesor del presidente Joan Lerma, lo cual estos días se ha recordado a la hora de otorgar al reelegido presidente de la Comunitat, una larga experiencia y un conocimiento y aprendizaje de las artes de la política interna, la que no se ve, pero sirve para explicar muchas cosas que luego suceden, la llamada coloquialmente fontanería de los partidos. Después de años en la segunda línea, disputó unas primarias en las que venció gracias al aparato, pero no parecía la renovación generacional que podría pedirse a un partido, en ese momento en la oposición, hablamos del año 2014, marzo en concreto.
Un año más tarde, alcanzaría la presidencia del gobierno autonómico con el apoyo de Compromís y Podemos en el bautizado como Pacto del Botánico, y en ese momento y en los primeros años de legislatura, no pocas voces, tanto en política, los medios y la calle, comentaban y pensaban que la fuerza política y mediática de Mónica Oltra se comería al bon chic de Morella, por su perfil tranquilo e institucional. Por si era poco, esa especie de lucha de liderazgos en el Consell, su partido a nivel nacional pasó de tener un líder moderado y sensato, como Javier Fernández, a ver cómo tras abandonar su escaño y hacer una campaña a pie de calle, Pedro Sánchez recuperaba la secretaría general. La relación con el presidente valenciano siempre fue tensa, lo cual auguraba luchas internas y poca sintonía.