VALÈNCIA.- ¿Puede caber la historia de todo un pueblo en un almacén? En principio, por larga y amplia, no. Sagunto, por ejemplo, tiene más de 2.200 años de vida, con un extenso patrimonio que sale a relucir en cada baldosa que se levanta. Por allí han pasado todas las civilizaciones y creencias posibles, y todas han dejado huella de una forma tan compleja y tan emocionante que nunca parece acabarse. Pero a unos cinco kilómetros del castillo romano, un poco menos al norte del Grau Vell que separa la Marjal dels Moros de la de Almenara, se fundó toda una ciudad hace menos de cien años. Un siglo en el que su crecimiento, relacionado siempre con la industria, ha acabado doblando el tamaño del núcleo histórico.
En 2022 se cumplen 120 años de la autorización administrativa a la Compañía Minera de Sierra Menera que lo originó todo. Un pueblo de familias obreras, dedicado exclusivamente a la industria, un modelo que escapa de todas las convenciones, que no depende de ríos, agriculturas o apariciones religiosas. Un pueblo hecho para el trabajo. A lo largo de estos años, la minería dio paso a la siderurgia, se desarrollaron las infraestructuras locales, y desde la década de los 80, aquella idea sobre la que se construyó el Puerto de Sagunto, ha ido desapareciendo. La última noticia ha sido la amenaza del cierre de la línea de laminado de la fábrica Pilkington, que finalmente (y tras una huelga de casi diez días) la plantilla ha conseguido esquivar de manera temporal. Es el penúltimo aviso de la muerte del Puerto tal y como se concibió, mientras ahora se transforma en un centro logístico (gracias a Parc Sagunt) y quiere atraer al turismo de playa.
Sagunto no se puede contar, pero el Puerto de Sagunto cuenta con 119 años de vida perfectamente documentados. Porque su historia joven y alborotada ha sucedido en el siglo de la fotografía, del vídeo y de la radio. También el de la prensa y las hemerotecas, el de la importancia de los archivos. Y también porque aún hay testimonios vivos de una parte importantísima del pueblo. El nacimiento, auge y caída del Puerto está ahí, pero ¿acaso alguien lo ordena? ¿Quién se encarga de mantener la memoria industrial, obrera y ciudadana de estos años, ahora que la ciudad se transforma social y urbanísticamente hablando? ¿Quién se encarga de que los restos y los espectros no se queden mal enterrados como restos arqueológicos sumergidos en asfalto y cemento?