Benidorm. Imagínate en Benidorm con la ex de tu ex y tu ex y su ex, que puede que en un tiempo sea la tuya. Todo fluye, nada permanece. Salvo Benidorm. La configuración final del organigrama es irrelevante. La cosa es que había confianza. Benidorm, the place to be. Para ir a Benidorm en temporada baja tienes que ir con una red de afectos sólida y un gusto estético licuado. Otro Garnishel cóctel, por favor. Con extra de delfín tallado en piel de plátano.
La gastronomía de Benidorm se explica en frases o párrafos cortos que son axiomas, que son como si el esperanto hubiera funcionado y al decir Ĉu vi proponas vegetaran manĝaĵon? una persona vegetariana pudiera encontrar algo que echarse a la boca en una ciudad en la que los sándwiches veganos llevan atún oxidado y una gruesa capa de mayonesa.
El extraño parecido entre las tartas comtessa y algunos emparedados es: espeluznante.
Así como cuando estás en la montaña o en la playa los bocadillos de pan de gasolinera con jamón serrano de primer precio técnico y queso pálido en lonchas saben mejor que en la ciudad, aquí en Benidorm la tolerancia con las bravas ultracongeladas aumenta. Lo mismo que la puntilla —el sabor a puntilla es arqueología de la freidora—, la ensaladilla —esencia de fondo de congelador— o la tortilla de patatas —una alegoría de las miles de toneladas de cemento vertidas en el Hotel Bali—.
Full English Breakfast. Desde las nueve hasta las doce del mediodía, en todas las esquinas en las que alguien ha vomitado por la noche, se abre un pub - cafetería - restaurante - taberna - abrevadero en el que un desayuno concentra todas las calorías del día. Incluye bacon, salchichas, huevos supuestamente fritos, morcilla, alubias estofadas, una tostada de pan de molde y debería llevar —pero no, porque las vitaminas son el enemigo de un pueblo con cirrosis y escorbuto— tomates y champiñones. Por tres euros más, añade zumo de naranja. Aunque por tres euros más, te puedes tomar la primera pinta de la mañana. Mismos efectos que beber agua caliente con limón en ayunas.
Lo inquietante de todo esto del desayuno inglés no son las alubias, ni la capacidad que tienen los de la pérfida Albión para metérselo sin pestañear, sino esa clara de huevo. ESA clara de huevo deslumbrante como unas nalgas que nunca han visitado una playa nudista o la bata y la sonrisa de alguno de los doctores alemanes que se anuncian en el Strip de Benidorm.
Bufé libre. El bufé fue desarrollado en el siglo XIX en Francia y no tardó en extenderse por el resto de Europa. ¿Y qué hay más europeo en la Comunitat que Benidorm? All you can eat, una fantasía de cocinas internacionales mal interpretadas. Hay otros mundos, pero vaya si están en este.
El concepto libre dentro del bufé fue creado y establecido en 1946 en Las Vegas —ciudad hermanada con Benidorm— por Herbert "Herb" Cobb McDonald, figura esencial para entender el funcionamiento de cómo se hacen las cosas en Nevada. En los flyers que lo anunciaban rezaban que por solo un dólar por cliente se podía comer "todas las variedades posibles de platos principales fríos y calientes como para apaciguar al coyote aullador de sus entrañas".