De maridaje improbable, pero posible en esa ciudad donde lo de beber se reserva a los peces de los ríos y de esa bahía que es moderna poesía. O a esos pajarillos negruzos que lanzan graznidos chirriantes hasta llegar a resultar bonitos. En tiempos que son de caminar y caminar y, entre tanto, no parar de pensar. ¿En qué? Pues en mejorar. En dejarnos de tonterías que desgastan el día a día. Divagando entre hawkers que enamoran y alguna que otra coctelería. Y qué a gusto, tía. Pero con poco o casi ningún vino hasta que llegamos al restaurante del que hemos venido a hablar. Un Willow de delicada belleza que sorprende con una serie de botellas para nada de desdeñar, que muy al contrario las queremos valorar como a ese sumiller que nos ayudó a soñar. Brindis a brindis y empezando con el Champagne Vilmart & Cie Grand Réserve (Vilmart & Cie) que las gurbujas siempre son bienvenidas y se convierten en el mejor recibimiento. Elaborado con añadas variadas y con su poquillo de barrica que lo hacen una cosa bien rica. Chardonnay y pinot noir que cosquillean salerosas en ideal equilibrio Longitud que nos lleva tan lejos que nos situamos en ese Japón que nos enloquece con su rollito afrancesado y lo delicado de dos aperitivos dos: chutoro, aomori y albaricoque, y cangrejo de Alaska con tomberry.
No nos movemos de nuestra isla para volver a la estimada Alemania. Con un no por conocido, menos querido Dönnhoff Riesling Troken 2021 (Weingut Hermann Dönnhoff). Mineralidad hidrocarbúrica y que vivan los tópicos cuando se hacen típicos y hasta míticos. Edades de juventud dispuesta a soñar, amar y dar todo lo que tiene y ganará. Generosidad que nos enriquece y que crece y crece cuando lo dejamos reposar, que no es mucho rato, porque cae del tirón con el goloso pan de leche con nori y katsuobushi.
Nos preguntan que si le damos al sake y contestamos que para eso tenemos todo el saque. Y nos traen el Yuki no bosha (Yuki no Bosha). Junmai ginjo de Akita que es la finura más pura. Manzanillas de las verdes y fragantes que son de chasquido vibrante. Calidad con la verdad de mirar de frente con ojos terciados y abiertos un tercio. Porque es tranquilidad relajante de traguito y a pocos, que florecen los cerezos y queremos recrearnos en la creación que es emoción con el maravilloso bocado de aori ka, mie, jalea de soja envejecida, yuzu y caviar.