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EN LA FRONTERA

El 'cole': un educador subsidiario

  • Imagen de archivo.

El otro día, y a toda pastilla, se reclamaba en el informativo del mediodía de TVE que se implantara más educación e información sexual por parte de los centros educativos, todo raíz de las fotos de las niñas de Almendralejo desnudadas a través de un aplicación de “inteligencia artificial”, IA. Un asunto grave en el meollo de la cuestión y en el que casi nadie ha reparado: la gravedad reside en el hecho de que los autores de realizar el montaje y difundirlo en redes, menores de 14 años, no son conscientes de su delito. Para ellos ha sido una broma, una gamberrada a lo sumo. Ellos no saben qué es cosificar a las mujeres, “hay que partirles las bragas”, ni saben de redes de tráfico de pornografía infantil, y menos aún de trata de blancas, incluidas niñas, en medio mundo: muchas veces como moneda de cambio en las guerras. Entiendo que los papás de esos niños se lo tienen que hacer mirar, que es adonde quiero ir.

Los colegios tienen la total obligación de informar a los menores de todas estas cosas para que los escolares posean armas de discernimiento. Lo que no es misión esencial de los colegios e institutos de enseñanza media, y de FP, es la educación: no y mil veces no. Esa tarea recae en los padres, algo en lo que ya casi nadie repara. Hay niños racistas porque en sus casas palpan racismo, igual que hay niños acosadores porque en sus hogares respiran violencia, o pasan horas en las pantallas de móvil u ordenador sin ningún tipo de freno: lo mismo ocurre con el consumo de pornografía, engendro de un sexismo atronador. En este contexto, la escuela puede funcionar como un educador subsidiario, lo que no puede ni debe es suplantar a los progenitores que se desentienden por completo de la educación en su sentido más profundo.

Una de las grandes revoluciones pedagógicas en nuestro país es la de poner en marcha coles para papás y mamás que pasan hasta el culo de educar a sus hijos: muchos piensan que con aparcarlos en los centros educativos el mayor tiempo posible y atiborrarlos por las tardes con artes marciales o ballet ya han cumplido. Cuanto más tiempo estén fuera de casa mejor para ellos: así no estorban. La realidad es dura, más dura si hablamos de papás y mamás cafres con unos valores, anti-valores, obsoletos: para ellos una ración doble de cole. Me hago estas reflexiones cuando constato que no cesan las agresiones sexuales contra las mujeres, los asesinatos machistas, las humillaciones que a diario sufren miles y miles de ellas, hasta una palmadita en el culo a una periodista... Una constatación de que el Estado no puede llegar a los rincones más profundos de la legión de machirulos (también machirulas), incluyamos a Luis Rubiales, que pueblan nuestra fauna patria. Las leyes no reconvierten las conductas a corto plazo, ni atajan las manadas y manaditas que día sí y día también salen de cacería. Las leyes penalizan, qué menos: pero no evitan como por arte de magia comportamientos medievales. Y a veces se producen cortocircuitos bochornosos de despenalización como está ocurriendo con la ley de Irene Montero, la del “sí es sí” y la rebaja de condenas (hasta para los de la Manada de Pamplona). Y aún la promueven, a Montero, para que repita en el Ministerio.

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