VALÈNCIA. De adolescente, Paco Tapia vivía en un barrio donde los jóvenes no se hablaban de usted. Él y su hermano gemelo bajaban a pasar la tarde en la calle y no tardaban en aparecer los matones que venían de la Fuensanta o el barrio de la Luz a meterse con ellos. Los chavales eran de talla S y se convertían en un blanco fácil. Pero a ninguno de los Tapia les gustaba ceder ante esos abusones y la historia solía acabar con los chicos revolcándose por el suelo. Un día, al ver que se metían con ellos, un chico del barrio le dijo a Paco que en la calle Burriana, en el Ensanche, había una escuela de kárate, que por qué no se pasaba un día y le echaba un ojo.
A los pocos días, Paco entró por la puerta del céntrico gimnasio. Allí dentro se quedó con la boca abierta."Me impactó: aquello era como las películas de Bruce Lee. Me gustó tanto que a los tres meses empecé a competir". El chaval aprendió rápido y en unos pocos años, en 1974, pasó a formar parte de la primera selección española de kárate de la historia.
A Paco Tapia ya hace tiempo que se le pasó el fervor por la competición y el kárate como espectáculo. Ahora tiene 67 años y concibe este arte marcial como una herramienta para ayudar y hacer mejor a la gente. El kárate ha dejado de ser un método de pelea y una de sus obsesiones es lograr convencer a sus alumnos de que siempre hay que intentar evitar la confrontación. "Y más en estos tiempos en que cualquiera lleva una navajita en el bolsillo o cualquier cosa; ahora los jóvenes son muy violentos".