Alfonso García viene de hacer las compras diarias para sus dos locales, La Aldeana y Malarmat, situados en el Cabanyal. Hace un año, el litro de aceite de girasol oscilaba entre 1,30 y 1,50 euros. Hoy cuesta 3,40 euros. "Es de locos. El cliente no se lo cree cuando le digo que lo que más vale del bocadillo que se acaba de comer es el aceite", señala. Ese día viene de llevarse una caja de papel para horno que contiene 500 hojas. En enero pagó por ella 23 euros, hoy ha pagado 36. La vida ha subido para todo el mundo –en agosto los precios subieron un 10,4%– y los locales de hostelería lo están acusando.
"Yo calculo que ha subido todo entre un 35 y un 40%. Sube la energía, pero también las materias primas. Esto implica la necesidad de que nosotros también tengamos que subir los precios y que tengamos que corregir los precios prácticamente cada día. Y eso es algo que el cliente puede llegar a no entender, sobre todo en Malarmat que es un concepto menos informal que la Aldeana que no deja de ser una taberna", apunta. Desde principios de año, Alfonso ha tenido que ajustar precios en tres ocasiones y no descarta tener que volver a hacerlo antes de que termine el año. Aún así, el porcentaje que se ha visto obligado a aumentar está lejos de ese 40% del que habla. También ha tenido que buscar otros fórmulas, como instaurar suplementos a los bocadillos cuyo ingrediente principal viene del mar.
En julio de 2021, Alfonso pagó de luz 1.200 euros. Este año, la factura ha llegado a los 2.599. Él va revisando los contratos de luz y gas prácticamente cada mes y si le ofrecen un contrato con precios más bajos no duda en cambiarse. Ahora acaba de firmar una tarifa de luz con precio indexado que le es más beneficioso. Mañana no sabe si continuará o no. "Lo que no hago ya nunca es firmar permanencia con nadie", explica. El problema en los locales de restauración en materia energética es que tienen un margen prácticamente nulo para reducir el gasto. No pueden desenchufar neveras ni apagar el aire acondicionado. Alfonso tampoco tiene exclusividad con los proveedores que le sirven la materia prima y compra mirando precios según lo que más le conviene. "Si veo que algo empieza a subir mucho, lo corto o al menos no lo compro todos los meses", indica.
Septiembre es tradicionalmente un mes flojo para la hostelería, pero este año pinta peor. Recién llegados de los excesos del verano, las familias se enfrentan los gastos que supone la vuelta al cole y por algún lado hay que recortar. Aun así, el turismo se ha recuperado y sobre todo para los locales del centro ha supuesto un soplo de aire fresco. Es el caso de Casa Mundo. Con 70 años de historia y 17 empleados, este verano ha logrado llegar a los niveles de venta pre pandemia. El hecho de ubicarse en Don Juan de Austria les hace tener unos gastos fijos muy elevados debido al alquiler pero admiten que julio y agosto han sido buenos y que vuelven a los niveles de 2019. Como La Aldeana y Malarmart, en Casa Mundo subrayan el precio del aceite, que se ha disparado. También lo ha hecho el de otro producto lave para la hostelería: la cerveza.
Amparo Sanchis trabaja en Administración en el bar que fundara el mítico jugador de fútbol Edmundo Suárez "Mundo" en 1953. Hoy es la tercera generación de la misma familia la que está al frente del local. Ella nos cuenta que de momento no han dejado de comprar nada debido a la subida de precios y que no tienen un plan especial definido por si las cosas se tuercen, "más allá quizás de no almacenar tanto stock e intentar cuadrar los turnos entre la gente del equipo, aunque tenemos planeado que de cara a navidad se incorporarán una o dos personas nuevas", explica.