Valencia Plaza

los 'puajjjj' de nuestros cocineros

Desprecios gastronómicos

Platos, productos y manías de nuestros mejores cocineros, porque no todo va a ser placer y hedonismo

“Nunca he odiado a un hombre tanto como para devolverle sus diamantes” —yo creo que todos los gastrónomos somos un poco como Zsa Zsa Gabor, que nunca odiamos del todo la comida porque eso atentaría contra nuestra (casi) única religión. La del comer y el beber. En el caso de los cocineros (y cocineras) la relación con el producto despreciado es más compleja, más “freudiana” porque cómo librarse de un producto si viven rodeados de gastronomía. Difícil. Porque ya hablamos aquí mismo de nuestros adorados placeres culpables gastronómicos; esos pequeños cachitos de vicio de los que no podemos (¡no queremos!) prescindir, así que hoy toca enfrentarse a la otra cara de la moneda, a nuestras sombras coquineras. A esos platos que, digámoslo claro, detestamos.

Le pasa un poco esto a José Tomás, hijo del gran Tomás Arribas y ‘frontman’ al frente de esa gran taberna dedicada al producto que es Q’Tomas: “No puedo con el pimiento rojo, no puedo: lo detesto. Y creo que en parte es culpa de mi padre, porque le encanta y llega casi hasta abusar de él —aunque no tanto como tantísimos cocineros sin medida con el pimiento de las narices”. El producto odiado de Mauricio Gómez de Clectic (cocina migratoria en pleno Ensanche) es un poco más truculento: ¡crestas de gallo! “Soy una persona de texturas y siempre intento evitar las que son gelatinosas o gomosas; porque pocas cosas suelen darme asco y las crestas lo logran: solo de imaginarme la cabeza de la gallina y la cresta ahí rebotando de derecha a izquierda, uf, ¡me da angustia! Alguna vez intenté darles una oportunidad pero no hay manera, acabé escupiéndolas y lavándome la boca como un loco desesperado”.

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