Hay muchas razones por las que visitar Nazaret, locales con cocina marítima, nadar en el polideportivo, o tal vez pienses que tu coche tiene demasiadas ruedas, cualquiera es válida. Mi favorita sin duda es comer en Jomi. Recuerdo que cuando era muy pequeño, mi padre me llevaba, y se ponía a charrar con el dueño. Aquel señor era majísimo, me daba almendras, y había un camarero que se parecía a Rick Moranis. Pero claro, han pasado un porrón de años, y mientras llegaba, pensé en la posibilidad de que el hombre se hubiera jubilado, o que el local esté traspasado o cerrado.
Efectivamente, él ya no está tras la barra, pero el local se ha detenido en el tiempo como el cantante de Green day. Los mismos cuadros de nudos marineros, la misma mesa-pinball y gracias a dios, ni atisbo de Ikea.
Carta no hay, pero tienes en la pared, pegadas y plastificadas, fotos del pulpo seco, las huevas, el capellanet, la musola, y el completo elenco de la sirenita conservado en sal. De todas formas no he venido a por los salazones. El sitio tiene como mucha fama de eso, a mucha gente le flipan, pero yo tengo clara mi misión, y es la salsita verde.
- ¿Qué os apetece?
- Quiero los champis y el sepionet, por favor. ¿Qué lleva la salsita verde?
- Si te lo dijera tendría que matarte.
- Ja ja, Correría el riesgo.
- Ja ja (mano al revolver).
La chica se aleja andando hacia atrás y sosteniéndome la mirada.
Mientras llega lo que acabamos de pedir, se me va la vista al cuadro de chanquete que hay sobre la puerta del baño, y pienso que alcanza cotas de misticismo equiparables al Jesulín azul del Alhambra.