La campaña sí importa. Y no digamos las formas. La próxima semana se inicia una campaña electoral apasionante por lo incierta. Con un porcentaje de indecisos cercano al 30% los partidos políticos se afanan en lanzar sus mensajes porque cualquier equivocación sencilla o torpe puede provocar un vuelco en los resultados. Buscan slogans y lemas directos,-deberían ser claros, que algunos se las traen como el socialista “haz que pase” que Pedro Sánchez se apuraba en clarificar,, pero para eso ya estaba la Ministra Portavoz, Isabel Celáa que lo comparaba con el Titanic ¿a qué nos suena en la Comunidad Valenciana?-, apariciones sorpresivas, exóticas, curiosas en cualquier medio de comunicación con actuaciones estelares, -Pablo Casado tocando el bajo eléctrico-, descalificación al contrario, sobreactuación de su propio mensaje, revelación de virtudes o conocimientos curiosos para el gran público que precisamente le pueden acercar a su formación política. En fin, que es una especie de hoguera de las vanidades electoral con el único objetivo del ansiado voto. En esta ocasión como ha ocurrido en recientes comicios no habrá grandes convocatorias mitineras, serán más discretas, no vaya a ser que no se llene el aforo y haya algún que otro disgusto. Todos afilarán el verbo, algunos de manera más torpe o torticera o incluso de forma hiriente para el contrario. Hay que colocar la frase para el tiempo electoral del informativo de turno, sobretodo en televisión y también radio y prensa digital y escrita.
Los sondeos también importan aunque no acierten. Todas las formaciones políticas tienen a su sociólogo o empresa demoscópica de cabecera que les suministra los trackings diarios de cómo respira el elector. Aunque en los últimos tiempos sus datos se ponen en cuarentena, sí que marcan tendencias. Lo que ocurre que esta política nuestra, más líquida que nunca, desconcierta al más pintado incluidos los sociólogos. Se sigue la evolución diaria, se analizan declaraciones, actuaciones y actos electorales para saber si cambian las tendencias. Una decisión o manifestación inocente o trivial puede dar al traste con algo tan importante como es depositar el voto. Los ciudadanos están muy cansados aunque esperan soluciones de los políticos y en muchas ocasiones observan perplejos algunas de las cosas que se dicen o hacen. No aciertan a entender el porqué de tanta sobreactuación. El electorado está sensible, otros dices que es volátil y algunos que la transversalidad aportada por los en su día denominados partidos emergentes, ha venido para quedarse. Con este panorama las nomenclaturas de los partidos se agarran como a un clavo ardiendo al último sondeo que se publica. Es más, se toman decisiones sobre presencia en medios, convocatoria de actos o mítines como una cadena de acción-reacción.
Fake news y agit prop. En este punto de la cuestión las grandes mentes pensantes y estrategas de las campañas se lanzan con todo. No hay reparo alguno. Si hay que montar una cadena, -hilo en redes-, con origen en una noticia no contrastada da igual, se monta y se sigue adelante (el PSOE dijo que el candidato popular, el economista Daniel Lacalle aseguraba que se iban a recortar las pensiones). Hay que abatir al contrario. Que hay que agitar al estilo clásico se hace, y eso sí se tira de los nuevos gurús del mercado, que no son otros que los agitadores o community managers en las redes sociales. Los propios porque hay auténticos expertos en las divisiones y equipos digitales de todos los partidos. Hay que utilizar todos los recursos disponibles. Mensajes cortos, tuits ingeniosos, vídeos impactantes, -Ada Colau no tiene precio en su última aparición-, da igual si llevan mensajes erróneos, por ser generosos, o fake news al uso. Y ojo también a los bots, esos ingenios endemoniados que pueden ellos solos cambiar gobiernos. Los expertos dicen que los bots/robots originan multitud de mensajes en poco tiempo y van dirigidos también a muchísimos usuarios El objetivo está claro y la audiencia es potencialmente muy elevada y se trata de convencerla.
¿Pero alguien va a hablar de programa electoral? Todos hacen profesión de fe y elaboran su programa. Otra cosa es sí lo lanzan con convencimiento. Dada la situación de política líquida o cambiante, en ocasiones resulta complicado discernir qué mensaje corresponde a qué partido. El ciudadano necesita conocer las propuestas de los candidatos, pero de manera clara y eficaz. El votante está muy descreído y puede reaccionar justo al contrario de lo que le proponen. Están cansados de las ocurrencias y algunos parecen que no las agotan, y necesitan mensajes nítidos. A lo mejor un matiz puede decantar un voto. En estos tiempos de incertidumbre y desasosiego a lo mejor el que menos se espera puede llevarse el gato al agua. Los modelos antiguos ya no valen y la política clásica ya no es lo que era. Aunque a lo mejor algunos la echen de menos.