Uno no se da cuenta del ruido que hay en el centro de València hasta que intenta hacer una entrevista en la terraza de Casa Mundo. Entonces le asalta de golpe todo el bullicio de la calle Don Juan de Austria. Cargas, descargas, camareros que montan las terrazas, ejecutivos que hablan a gritos con los pinganillos puestos, gente que va arriba y abajo… Así que lo mejor es moverse hasta el Parterre, pero allí, en uno de los pocos bancos que quedan con sombra, te encuentras a una mujer subida a un cortacésped haciendo un ruido ensordecedor. No queda otra que huir al claustro de la Nau, un remanso de paz. Aunque justo este día hay un hombre dándole al martillo… A Alfonso Méndez, que es ciego y en teoría tiene el oído más desarrollado, no le molesta. Él está acostumbrado después de pasar treinta años vendiendo cupones en las calles del cogollo de la ciudad.
Alfonso vende cupones y desde 2009 está en un lugar privilegiado: la puerta principal de El Corte Inglés de Pintor Sorolla. Allí, durante estos catorce años, muchos transeúntes se han familiarizado con esa voz que, de vez en cuando, repite: “¿Quién lo quiere para esta noche? ¿Quién quiere un cuponcito?”. A este veterano vendedor de 63 años le gusta cantar sus productos para atraer, y lo consigue, a los viandantes.
Su vida pegó un vuelco a los 27 años. Alfonso iba un día al volante de su Dyane 6 cuando notó que había pinchado una rueda. Salió del coche, abrió el capó y cuando estaba con medio cuerpo ahí metido, le cayó la plancha de metal sobre la cabeza. “Me di un golpe tremendo en la nuca y tuve desprendimiento de retinas. En un ojo sólo veía luz y bultos, pero en el otro quedé bastante bien. Siete años después, cuando ingresé en la Once, perdí el ojo que no veía bien después de varias operaciones, y el otro fue degenerando. Llegó un momento que incluso necesité un perro-guía. Pero hace siete años me operé del ojo que me queda y recuperé el 10% de visión, que puede parecer poco, pero es una pasada… Pude ver, por primera vez en 16 años, la cara de mis hijas. Ahora ya no puedo distinguir el rostro de nadie. Yo estoy hablando contigo y no te reconozco, no sé cómo eres”.