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el callejero

El agente que vende futbolistas desde El Perellonet

  • José Seguí, en el restaurante Blayet ubicado en El Perellonet. Foto: KIKE TABERNER

El fútbol está hecho de nitroglicerina. Lo agitas un poco y explota. Un día es por Vinicius jr. Otro por un árbitro desafortunado. Otro por un defensa demasiado tosco con tu delantero favorito. Hay que ir con mucho tiento con el fútbol. Y José Seguí, que lleva tiempo en esto, lo sabe. La mañana está tranquila a primera hora en El Perellonet en unas fechas en la que el único fútbol que hay es el olímpico, que es menos fútbol. La gente, casi toda de vacaciones, almuerza feliz en Blayet, uno de esos restaurantes de toda la vida. Es de la familia de la mujer de José Seguí y por eso, al meterse dentro, este representante de futbolistas va hacia una señora que parece estar controlándolo todo y le da dos besos.

José se mete hacia dentro y allí no hacen más que salir un salón detrás de otro. Al entrar en uno, a Kike, el fotógrafo, le gusta la luz que entra por un ventanal y le pide que se quede allí sentado. José, un hombre de 49 años, lleva una camisa azul marino arremangada y unos pantalones cortos. Se sienta, deja a un lado el móvil y las llaves del coche -un Ford con un llavero de Ferrari- y se pone a hablar con mucha cautela. Siente que pisa un campo minado. El fútbol es así.

José Seguí vive en El Perellonet desde que se casó con Amparo, su mujer. Él, como tantos valencianos, pasaba los veranos allí y una noche, en Pomelo, un pub que había al lado de la mítica discoteca Cala, la conoció. No se ha movido de allí y, aunque el verano es más incómodo, le encanta vivir al lado de la playa y a veinte minutos de València. “En verano esto es insoportable, pero en invierno es un paraíso”.

El agente es un valenciano de manual. Nació en La Cigüeña, vivía en la Gran Vía de Fernando el Católico y veraneaba en El Perelló. De niño le gustaban todos los deportes y de adolescente se aficionó mucho al baloncesto gracias a aquel Pamesa Valencia de, y recita de memoria, Íñiguez, Solsona, Coterón, Brad Branson y Clyde Mayes. “Me saqué el pase, que costaba cinco mil pesetas. Pero, ojo, que también iba al Plà de l’Arc (el pabellón del Choleck Llíria) a ver a (Dan) Palombizio”. Seguro que influyó su paso por San Pedro Pascual, un colegio donde hay una gran afición por el baloncesto, donde tuvo de entrenador a Edu Beut y donde conoció a Paco Olmos y Manolo Real (dos conocidos técnicos).

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