CASTELLÓN.- Son tantas las contraseñas que manejamos en la actualidad que hay mucha gente que opta sencillamente por anotárselas en un bloc de notas. El recelo por nuestra privacidad ha llevado a una proliferación y masificación imparable del mecanismo user-password (usuario y contraseña). De forma naturalizada lo empleamos para absolutamente todo: correos, cuentas bancarias, archivos personales o el acceso a nuestro todopoderoso ordenador o móvil. Queremos ser dueños —o al menos sentir que lo somos— de todo lo que nos pertenece en la red y, consecuentemente, tener su llave de acceso. Pues bien, antes de entrar en juicios sobre si realmente hay protección en dicha nube, es necesario saber que este mecanismo con el que convivimos desde que nos levantamos hasta que nos acostamos fue inventado por Fernando Corbató, un físico nacido y criado en California, pero con orígenes en Vila-real.
Su padre, Hermenegildo Corbató, nació en 1889 en una casa afincada en la calle Cervantes de Vila-real. Aunque no estuvo demasiado tiempo en la ciudad, pues quedó huérfano de padre cuando tenía cuatro años y su madre, que tuvo que dedicarse a coser, lo mandó a un orfanato dominicano en València. A partir de entonces, el joven vila-realense encadenó un viaje tras otro para mejorar sus estudios y su calidad de vida. Primero fue ordenado sacerdote en Ávila, pero más tarde lo enviaron a estudiar a la Universidad de Notre Dame en Indiana (Estados Unidos) por sus altas capacidades. Con 23 años viajó a Fozhou (el sur de China), donde sirvió como profesor de literatura española y fue director de una escuela durante una década.
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Posteriormente, Hermenegildo regresó a Estados Unidos. El joven con cualidades también musicales tocaba la tuba en una orquesta militar y fue con 36 años que decidió volcarse en un doctorado de la Universidad de Berkeley. Un año más tarde nacía Fernando (1926), fruto de su matrimonio con Charlotte Carella. Y en 1930 toda su familia se instalaba al fin en Los Ángeles gracias a su puesto de trabajo como profesor de lengua y literatura española en la Universidad de California en Los Ángeles (UCLA). Esta agitada vida en una época políticamente complicada se completó con las labores que el de Vila-real desempeñó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando enseñó el dialecto de Fuzhou (ciudad de China) a oficiales militares.