En el fragor de una batalla que se juega en el campo dialéctico, los mensajes de campaña se convierten en arma arrojadiza contra el adversario político. Con el terreno abonado para sacar pecho de los éxitos de gobierno o cuestionar los errores del contrincante -reales o virtuales, recientes o de anteriores legislaturas-, la artillería de campaña deja poco margen para el matiz. El despliegue público en mítines, debates o entrevistas multiplica de forma exponencial la dificultad de dirimir entre datos fehacientes, medias verdades y falsedades a secas.
Pocos resisten a la tentación de dejar su impronta. En el río revuelto de campaña, el candidato del Partido Popular a la presidencia del Gobierno, Pablo Casado, se arroga el mérito de que su partido creó los permisos de paternidad en 2002. “Falso”, replica la plataforma de verificación Newtral: lo hizo cinco años después el gobierno socialista presidido por José Luis Rodríguez Zapatero. La misma calificación otorga el Detector de Mentiras a las palabras de la ministra de Hacienda María Jesús Montero, en el debate a seis de TVE, cuando aseguró que durante la etapa de Pedro Sánchez se han creado 540.000 empleos. Y, sin embargo, el incremento –concretamente 541.488 personas– es cierto, con la salvedad de que se refiere a la afiliación a la Seguridad Social entre marzo de 2018 y marzo de 2019. El matiz radica en que Sánchez llegó a la presidencia del gobierno el 2 de junio.
Los casos anteriores representan solo dos ejemplos del sinuoso terreno en el que conviven los mensajes de campaña, con cifras precisas incrustadas en contextos o temporalidades manipuladas, porcentajes maquillados según convenga y detalles estratégicamente suprimidos. Más aún cuando estos mensajes pueden entrar en circulación desde la cuenta de cualquier usuario de redes sociales, y ser replicados de forma masiva, sin más filtro que la voluntad de una cohorte de seguidores que retuitean, comparten y reenvían, por convicción, por pasar el rato o como parte de una campaña alimentada por bots. Con independencia de su veracidad, medallas de supuestos logros políticos, frases nunca pronunciadas por contrincantes en liza, pretendidas bromas y memes campan a sus anchas por el ciberespacio. Y, a fuerza de hacerse virales, acaban convertidas en verdades para muchos.
Aunque las estrategias de desinformación –un concepto que los expertos consideran más adecuado que fake news– son tan añejas como nuestra civilización, la conciencia de su dimensión y posibles consecuencias se ha incrementado de forma importante. El 83% de los españoles cree que la difusión de contenidos falsos representa "un problema para la democracia” y casi ocho de cada diez ciudadanos aseguran que los encuentran a menudo, según el Eurobarómetro de la Comisión Europea. En paralelo, también crece la preocupación por desactivar las falsas noticias, a partir de proyectos de verificación que han ido extendiéndose por todo el mundo, en especial durante las campañas electorales. Liderados por Maldita.es y con el apoyo de First Draft, 16 medios españoles han unido esfuerzos en ComprobadoES, para trazar un cordón sanitario ante los elevados índices de toxicidad en campaña. Se trata de la primera iniciativa de estas características en el país, en una réplica de los consorcios periodísticos lanzados para monitorizar la campaña a las presidenciales francesas de 2017 o a las mexicanas y brasileñas del pasado año.